viernes, 6 de mayo de 2022

Tripanosomiasis humana: una enfermedad soporífera

 

Seguramente la mayoría de quienes esto leen padezcan algún trastorno del sueño donde la falta de este o el tener mucho, dependiendo de a qué nos refiramos (insomnio o ganas de dormir), siempre va asociado a encontrarse fatal.

Si bien, esos trastornos a la hora del dormir pueden acarrear graves problemas (la privación del sueño está reconocida por el derecho internacional como un método de tortura) la enfermedad que hoy traigo no va de eso.

La enfermedad del sueño es una tripanosomiasis humana, africana para más señas (THA). El nombrecito viene del parásito que la ocasiona (Trypanosoma), un protozoo que se transmite al ser humano a través de un vector, la mosca tsé-tsé concretamente.

Pero ¿qué es un vector? En parasitología y microbiología un vector se encarga de transmitir un agente patógeno (virus, bacteria, parásito) de un ser infectado a otro sin que a él le pase nada, es decir, es un ser vivo que sirve de transportista, como un repartidor de Amazon, pero con muy mala leche.

La mosca tsé-tsé se infecta cuando pica a otro ser humano ya infectado o un animal con el tripanosoma de marras. Esta lo pilla, a ella no le pasa nada, pero a la próxima persona a la que le pique le pasa el patógeno y la lía parda. Eso es lo que hacen los vectores cuando de transmisión de enfermedades hablamos.

Evidentemente si no hay mosca tsé-tsé no hay riesgo de pillar la enfermedad, por lo tanto, la tripanosomiasis africana se dará donde se encuentre esta mosca y dado el nombre de la propia enfermedad ya nos podemos hacer una idea de dónde es: África. Pero África es muy grande, y para concretar más hay que añadir que esta mosca está presente en 36 países subsaharianos, especialmente en zonas rurales dedicadas a la agricultura, la pesca, la caza y la ganadería.

Se estima que el número de casos de esta enfermedad hace dos años fue menos de 1.000, mientras que diez años antes rondaba los 10.000 casos. Los datos nos indican claramente que la incidencia está bajando de manera notoria, pero aún hay mucho que hacer.

Que haya cada vez menos casos no resta gravedad a la enfermedad. Si no se trata, es mortal porque el tripanosoma, en cualquiera de sus dos variantes (T. brucei gambiense o T. brucei rhodesiense), ataca el sistema nervioso central produciendo trastornos neurológicos muy graves que acaban matando al afectado si no es atendido correctamente.

En la primera fase de la enfermedad el parásito se dedica a estar solo en sangre, aunque los síntomas que provoca no son graves (fiebre y debilidad), son muy inespecíficos y por tanto esta primera fase es difícil de diagnosticar.

En la segunda fase, el parásito se va a otros órganos del infectado, concretamente al sistema nervioso central y ahí ya tiene más peligro. Los síntomas son más graves: mala coordinación, confusión mental, daño multiorgánico y muerte.

Se llama enfermedad del sueño porque uno de los síntomas es una intensa somnolencia, y cuando cito «somnolencia» no me refiero a estar como adormilado y sin prestar atención; el sueño que ataca al infectado es tal que puede quedarse dormido caminando o de pie o haciendo cualquier cosa.

Basarse en la sintomatología para hacer un diagnóstico precoz es muy aventurado porque, como ya se ha comentado, la primera fase no da muchas pistas y en la segunda, cuando los síntomas son más indicativos, el daño ya está hecho. Una de las trabas de esta enfermedad, aparte de que afecta a población pobre y desatendida (en todos los aspectos) es que el diagnóstico es muy complejo.

Dada la poca calidad asistencial y la falta de medios de las zonas afectadas epidemiológicamente el primer paso para diagnosticar se basa en una palpación ganglionar para ver si hay inflamación que indique infección, pero, claro, esto tampoco es que sea muy selectivo. También se puede hacer un test rápido. Por desgracia ya estamos más que escaldados con el tema de los test y ya sabemos que cuanto más rápida es una prueba menos sensibilidad tiene por lo que no suele ser muy fiable; lo mismo ocurre con el caso de la enfermedad del sueño porque si el test rápido da positivo hay que hacer otras pruebas para ver si la persona tiene anticuerpos por el tripanosoma o porque ha pillado cualquier otra enfermedad.

La siguiente prueba que realizar es una punción ganglionar que, como su propio nombre indica, consiste en hacer una punción en los ganglios. Si alguno ya se ha hecho una punción en algún momento sabrá que es dolorosa y el que no se la haya hecho se lo imaginará. La muestra obtenida con la punción se mira al microscopio, si ahí se ve el parásito pululando se hace otra prueba más; una punción lumbar de médula y mirar si el líquido cefalorraquídeo también tiene bichos (así se averiguará el alcance y la gravedad de la enfermedad); si puncionar un ganglio duele, en la médula ya…

Evidentemente todos estos métodos requieren personal cualificado porque hacer una punción no es lo mismo que poner un inyectable, además se necesitan equipos más o menos sofisticados. Tanto el personal como los aparatos no abundan en muchos sitios, sobre todo en África donde no tienen presupuesto ni para pipas, así que la probabilidad de que alguien de una zona rural africana con sospechas de estar infectado por el tripanosoma sea diagnosticado correctamente es bastante poca por no decir que inexistente.

Pongamos que, después de todo y aunque sea complicado, un individuo de la zona endémica de la enfermedad ha sido correctamente diagnosticado. Ahora hay que tratarlo.

El tratamiento dependerá de la fase en la que se halle la enfermedad. Si aún no se tiene afectado el sistema nervioso se aplica un fármaco (pentamidina) por vía intramuscular durante siete días. Este medicamento es poco tóxico y bastante eficaz. Si el sistema nervioso ya está afectado hay que emplear dos fármacos distintos (nifrutimox oral y eflornitina intravenosa), por cierto, estos fármacos fueron desarrollados mediante una iniciativa solidaria con el apoyo de varias ONGs entre las que se encuentra Médicos Sin Fronteras.

Desde hace cuatro años estas mismas ONGs están aplicando un nuevo fármaco (fexinidazol) que se administra oralmente, lo que es bastante cómodo y muy útil en lugares donde hay escasez de personas que sepan poner inyecciones. Además, este nuevo medicamento sirve para todas las fases de la enfermedad. Así que olé para esas ONGs que tanto se lo han currado sin esperar nada a cambio, tan solo les mueve el interés de ayudar a la población más desfavorecida.

Como en casi todas las enfermedades, la prevención es fundamental. Aunque ya haya terapias efectivas, lo mejor es no tener que aplicarlas. Evitar que alguien se infecte es la mejor manera de afrontar esta enfermedad. Y es en esta faceta donde las administraciones y las asociaciones solidarias tienen centrada su atención.

En la enfermedad del sueño ya hemos visto que están implicados dos bichos: la mosca tsé-tsé y el tripanosoma, así que ahí habrá que focalizar el interés. Dado que la mosca es bastante más grande, esta es la que tiene todas las de perder por lo de que es más fácil disparar y darle a un elefante que a un gusano. El uso de insecticidas que se carguen al insecto es una buena profilaxis; evitar la picadura también es otra manera de actuar, bien con repelentes o ropa que cubran la piel, pero dado el calor que suele darse por donde la enfermedad campa a sus anchas, lo de cargarse a la mosca es lo más eficaz, y que me perdonen los animalistas.

Estas medidas preventivas, desde nuestra mentalidad occidental y desarrollada, pueden parecernos fáciles de implementar, pero en una aldea africana dejada de la mano de Dios, es bastante más complicado.

La colaboración entre ONGs y organismos oficiales (OMS, Ministerios de Salud) hacen posible que el combate contra la enfermedad del sueño se esté decantando a favor de la salud. Estos organismos realizan campañas de cribado para detectar la enfermedad en su fase más inicial y actuar lo más rápidamente posible. También se encargan de formar a personal para atender a los afectados, o de suministrar los medicamentos necesarios, así como realizar campañas de desinsectación en amplias zonas para cargarse a la mosca del demonio.

Muchas de estas iniciativas parten de acciones solidarias sin ánimo de lucro que, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de nosotros, no se han olvidado de una enfermedad que afecta a mucha gente lejos de nuestros cómodos hogares. Nosotros sí que estamos dormidos, pero no por una enfermedad infecciosa sino por no saber apreciar lo que tenemos a nuestro alcance, lo que nos da nuestra privilegiada vida.

Termino esta publicación con una frase que aparece en el cuento con el que se cierra el post: «Olvidar lo que nos da la vida cada día es como estar dormido».

El niño que no se podía dormir