jueves, 25 de febrero de 2021

Perseverancia, la otra madre de la Ciencia

 

Hace unas semanas en la sección de grandes cagadas de la ciencia expuse el caso de la prueba fallida con el prototipo de Starship, diseñado para hacer viajes privados en plan turista a Marte, que se estrelló y se hizo fosfatina ante la mirada de cientos de periodistas y científicos varios. En aquella publicación (Starship: aterriza como puedas) ya hice mis comentarios pertinentes sobre lo de practicar turismo interplanetario y, aunque no quiero hacer más sangre, añadiré que la empresa privada repitió la prueba a principios de este mes con los mismos resultados desastrosos: se volvió a estrellar.

Pero no todos los proyectos que tienen como objetivo llegar a Marte son tan malos. La agencia estatal norteamericana que se encarga de las misiones espaciales, o sea, la NASA, tiene entre sus planes la misión Mars 2020 y en este caso el objetivo no es mandar turistas a Marte, sino recopilar muestras e imágenes para conocer mejor y saber más cosas del planeta vecino.

 Para la recogida de muestras y para hacer las fotos, e incluso para grabar sonidos, además de poder moverse, se diseñó un Mars Rover (vehículo especial para moverse por Marte) al que se le bautizó con el precioso nombre de Perseverance (Perseverancia) y que los ingenieros de la NASA apodan cariñosamente como Percy.

El pasado mes de julio Percy fue lanzado desde Cabo Cañaveral (Florida) rumbo a Marte. Tras recorrer casi quinientos millones de kilómetros y después de viajar durante siete meses el vehículo llegó “sano y salvo” a Marte. El amartizaje fue correcto y no hubo que lamentar daños materiales; se ve que utilizan una tecnología mejor que la del Starship. Después de unos minutos de incertidumbre ―la señal que envía el vehículo tiene retardo porque Marte está muy lejos― y cuando Percy dio señales de “vida”, todos los ingenieros participantes en el proyecto y medio planeta, respiraron aliviados y alborozados. Y no es para menos porque Percy entró en Marte a toda pastilla, a 22.000 km/h, y que consiguiera posarse sin romperse nada indica, además de una forma de trabajar excelente, casi un milagro. De la alegría y del alborozo pudimos ser testigos al escuchar de viva voz y en perfecto español a una de las ingenieras de la misión, Diana Trujillo, que retransmitió en directo la llegada de Percy a Marte.

Que una ingeniera de un proyecto de esta envergadura tenga nombre hispano puede resultar llamativo, pero la cosa no se queda ahí, porque entre los aparatos científicos que lleva Perseverance se encuentra uno diseñado y financiado por España entre el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial): tecnología española ha llegado a Marte. Además, y para rematar, la primera señal que emitió el robot Perseverance después del amartizaje la recibió una antena en suelo español situada en el observatorio que tiene la NASA (en colaboración con el INTA) en Robledo de Chavela.

Este es un proyecto financiado con fondos estatales, principalmente norteamericanos, al fin y al cabo la NASA pertenece a Estados Unidos, pero también han colaborado otros países, como el nuestro. Algunas empresas privadas han participado en la fabricación de alguno de los componentes del robot, pero en esencia es un proyecto público y como tal no busca un rédito económico sino científico; aunque no hay que perder de vista la pasta que cuesta todo esto, el motor que mueve este tipo de proyectos es el conocimiento.  

Una vez asentado en Marte, Percy debe buscar trazas de organismos extinguidos en el cráter Jezero porque los científicos creen que allí hubo vida hace millones de años ―piensan que el cráter de 45 kilómetros de diámetro fue un lago gigante―.

Si se demuestra esta teoría, indicaría que no solo en la Tierra fue posible la vida y dejaría con la boca abierta a más de uno; aunque lo que realmente dejaría con la boca abierta a todos es que encontrara indicios no de vida pasada, sino de vida presente. ¿Os imagináis que entre las imágenes que nos mande se vean marcianos?

Es grande la expectación ante lo que se pueda encontrar Percy, puede que no todo sea indicativo de algo, pero seguro que su búsqueda será rigurosa e insistirá (con el nombre que tiene no le queda otra). Desde luego tiempo no le va a faltar porque se va a tirar en Marte casi dos años ―después de un viaje tan largo y tan arriesgado, qué menos que quedarse allí una buena temporadita―. Cuando regrese a la Tierra ya veremos qué hay entre los «souvenirs» que se traiga.

No sabemos qué nos vamos a encontrar en los vídeos que nos envíe Percy o lo que hallarán los científicos al analizar las muestras, pero de momento, y mientras Percy vuelve, aquí tenemos las primeras imágenes en color: una preciosidad.

 







jueves, 11 de febrero de 2021

De mujeres y de niñas científicas: de tal palo, tal astilla

 

Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. No me gustan mucho estos días internacionales porque eso quiere decir que lo que sea que se celebre necesita visibilidad y si no se ve, mal vamos.

Tampoco me gusta ponerme de ejemplo de nada, pero voy a aprovechar este día para celebrar algo que tiene que ver con las mujeres y las niñas en la Ciencia y que me afecta muy directamente.

Desde adolescente me atrajo la ciencia. Las clases de Biología, de Física y Química y de Ciencias Naturales eran las que más me gustaban. Debo añadir que tuve excelentes profesoras (curiosamente todas fueron mujeres); la pasión que volcaban al explicar en clase era contagiosa y me infectaron su entusiasmo de manera que decidí seguir estudiando esas materias en la Universidad.

Nada más terminar la carrera me puse a investigar; primero realicé una tesina y luego, tras un paréntesis de más de veinte años en los que me dediqué a buscarme la vida trabajando en la sanidad privada ―la investigación puede ser apasionante pero no da para comer en muchos casos―, volví a la investigación con la realización de una tesis doctoral, y aquí sigo, compaginando investigación con docencia ―ahora, igual que hace veinte años, investigar no es nada rentable y hay que hacer otras cosas si no te quieres morir de hambre―.

Entre investigaciones y trabajos remunerados formé mi propia familia: me casé con un compañero de estudios universitarios y tuve una hija. Ella, al igual que yo, tuvo excelentes profesoras de ciencias en el colegio (nuevamente, y como me pasó a mí, eran mujeres) que también la hicieron ver lo apasionante que es la ciencia. En el caso de mi hija esa afición que se despertaba en el colegio se veía además reforzada en casa porque sus padres somos de la misma cuerda. El caso es que decidió estudiar también una carrera de ciencias ―concretamente, la misma que su padre y yo―.

Muchas de nuestras sobremesas tras el almuerzo o la cena suelen versar sobre temas científicos. Puede que esto resulte raro, pero hablar sobre Gran Hermano, Master Chef o La Liga no nos mola, preferimos discutir si la vacuna de Pfizer es mejor que la de AstraZeneca o si el test de antígenos es fiable o no.

El caso es que hace unos años, volviendo de compras ―seremos científicas, pero nos gusta ir a la moda―, estuvimos charlando sobre un trabajo que ella estaba realizando para una de sus asignaturas de la carrera y que trataba sobre las damas de Salerno ―las primeras mujeres formadas en medicina en el siglo XI―. La conversación derivó hacia otras pioneras en otros campos de la ciencia y cómo fueron ninguneadas. Mi hija, además, me citó algunas de las que yo era una completa ignorante.

Por aquel entonces yo tenía una sección de ciencia en otro blog ―el germen que daría lugar al actual blog― y mi hija me sugirió que escribiera sobre esas científicas ignoradas por la historia.

Ese fue el inicio de una colaboración entre nosotras que hace unos días cristalizó de manera “seria” en forma de un artículo publicado en una revista científica. Al final de esta entrada pongo el enlace, pero el artículo versa sobre dos mujeres que tuvieron que pelear contra viento y marea para poder estudiar medicina y que, con su lucha y tesón, allanaron el camino a las demás.

He publicado muchas cosas en diversas revistas de ciencia, con más o menos proyección internacional; he tenido el honor de compartir autoría con muy buenos investigadores con excelentes currículums, pero este artículo siempre quedará en un lugar muy especial para mí pues el nombre de “mi niña” aparece junto al mío, y además para tratar un tema que nos apasiona y nos preocupa a las dos: el papel de la mujer en la ciencia.

Artículo Journal of Negative & No Positive Results





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