Quien más,
quien menos, sabe que el sexo tiene su importancia y forma parte de la vida.
Todos nacemos con una dotación genética que nos hace hombres o mujeres, pero
algunos a lo largo de su existencia deciden cambiárselo. Gente famosa y anónima
se ha sometido a diferentes niveles de transformación para realizar ese cambio.
En esta
publicación voy a citar algunos casos de mujeres que “se convirtieron” en
hombres, pero no por una disforia de género sino porque ser mujer les impedía acceder
a una preparación académica adecuada o simplemente realizar su profesión. Se
podría decir que fueron trans de cara a la galería y forzadas por las
circunstancias.
Hace unos meses
se habló en este blog sobre el llamado Efecto Matilda que es el prejuicio en
reconocer que un trabajo científico es obra de una mujer adjudicándoselo a un
hombre (Efecto Matilda: ciencia y testosterona). Víctimas de este efecto fueron Trotula de Salerno a la que le
cambiaron el sexo ya muerta, cuando sus escritos se los atribuyeron a un varón modificando,
ya de paso, hasta el nombre por el de Trotulo, mucho más masculino.
Ben Barres
también se cambió de sexo, en esta ocasión por voluntad propia y con todas las
de la ley ―fue uno de los primeros científicos transgénero―. Ben fue Barbara
sus primeros cuarenta y tres años de vida y cuando se transformó en hombre su
carrera como neurocientífico sufrió un reconocimiento que en su vida como mujer
nunca tuvo.
Las siguientes
protagonistas también decidieron cambiar de sexo, aunque solo fuera de manera
aparente, sin intervenciones quirúrgicas ni tratamientos hormonales.
En la Grecia de
Hipócrates (siglo IV a.C), la asistencia a las parturientas ―antes, durante y
después del parto― era cosa de mujeres, pero cuando los gobernantes de Atenas se
dieron cuenta de que algunas se “extralimitaban” en sus funciones practicando
abortos, decidieron castigar con pena de muerte a las mujeres que ejercieran la
medicina.
A Hagnódice le
preocupaba mucho la altísima tasa de mortalidad maternal y neonatal que se daba
en los partos y quiso ponerle remedio, pero las leyes le impedían aprender.
Ella, ni corta ni perezosa, se cortó el pelo, se vistió con ropa masculina y se
fue a Alejandría porque en aquella ciudad de Egipto ―perteneciente por aquel
entonces a Grecia― un prestigioso médico, Herófilo de Calcedonia, impartía
clases de Medicina.
Consiguió lo
que hoy sería un título en ginecología y montó una consulta, siempre haciéndose
pasar por hombre, aunque a alguna de sus pacientes le confesó, de puertas
adentro, que era realmente una mujer. Como tenía bastante éxito y la consulta
llena, sus competidores quisieron quitársela de encima llevándola a juicio
acusada de abusar sexualmente de sus pacientes y de violar a más de una.
Acorralada por
tan grave acusación Hagnódice hubo de confesar (y mostrar) que era una mujer
por lo que lo de los abusos y las violaciones quedaron anulados, pero le llegó
otra acusación aún más grave: suplantación de identidad y ejercer la Medicina
siendo mujer. Fue condenada a muerte, pero sus pacientes, viendo que se les iba
la mejor ginecóloga que nunca habían visto, y también para evitar una
injusticia muy grande, presionaron a los jueces ofreciéndose a morir con ella
si era ejecutada. Al final la indultaron, y además las leyes se cambiaron para
que pudiera ejercer su profesión sin engañifas ni disfraces.
Algunos
historiadores creen que este final feliz es demasiado increíble y niegan la
existencia de la propia Hagnódice alegando que es una alegoría y un mito
mitológico (valga la redundancia) y que en realidad nunca existió.
El que sí
existió, y hay pruebas fehacientes de su vida, fue el doctor James Barry,
cirujano e inspector general de los hospitales de la armada británica en el
siglo XIX. A Barry le caracterizaba una voz aflautada y una baja estatura
(metro y medio, medía el pobre), dos características que no le impidieron
destacar como un buen médico pero que sí fue motivo de burla entre sus colegas.
Su calidad médica la demostró al pasar a la historia por realizar la primera
cesárea en la que madre e hijo sobrevivieron ―hasta entonces la madre moría
siempre que se practicaba una cesárea―. Muchos historiadores aceptan hoy en día
que James en realidad se llamaba Margaret Ann y que ocultó su identidad para
poder llegar a donde llegó profesionalmente.
El tercer y
último protagonista de esta publicación se llama Enriqueta Favez. Nació en
Lausana en los estertores del siglo XVIII y se casó con un soldado francés.
Cuando pierde a su hijo en el parto y luego se queda viuda se marcha a París a
estudiar medicina. Allí se disfraza de hombre porque como mujer no puede ni
pisar las clases. Se hace médico y además militar, y como tal practica en el
ejército en las campañas napoleónicas a lo largo y ancho del mundo. Se integró
en su papel masculino tan bien que se casó con una mujer en Cuba y el
matrimonio encima fue por la Iglesia. Sin embargo, una criada la vio desnuda y
se chivó a las autoridades. Fue juzgada por un delito muy grave, aunque en este
caso lo de ser médico fue lo de menos, lo grave era que se había casado con
otra mujer y por la Iglesia. La metieron en la cárcel y posteriormente la
expulsaron de los territorios del imperio español, acabando sus días en un
convento de Nueva Orleans.
Hubo más casos
de mujeres que se hicieron pasar por hombres movidas por otras cuestiones
diferentes a la de estudiar medicina, pero siempre originadas por prohibiciones
absurdas que vedaban a las féminas el acceso a lugares que la sociedad
establecía exclusivos de los hombres.
Estas valientes
no se cortaron un pelo y siguieron, de un modo algo torticero, el axioma de «Si
no puedes con tu enemigo, únete a él».
No sabía de tantas mujeres que tuvieron que cambiar (aparentemente) de género para poder trabajar en pro de la ciencia. Sabía más de mujeres que, sin hacerse pasar por hombres en su vida cotidiana, firmaron sus novelas con seudónimos masculinos.
ResponderEliminarLo que me llamó más la atención con todo es el caso de Ben Barres que dices que se cambió de género "con todas las de la ley". Luego he visto que ese cambio fue en 1997 y lo he entendido. Por un momento creí que fue mucho antes y no entendía la posibilidad real del cambio.
Una vergüenza que haya que cambiar de género para poder triunfar en un campo cualquiera e incluso para poder asistir a la universidad. Falta mucho por conseguir, pero creo que debemos reconocer a esas pioneras que consiguieron tanto para todas nosotras.
Un beso.
Cambiarse de sexo es una estratagema más para burlar las leyes cuando son absurdas. A veces, las dificultades agudizan el ingenio y despiertan la imaginación.
EliminarA mi tampoco me entra en la cabeza que haya que llegar a esos extremos para poder acceder a la educación y ejercer una profesión.
Un besote.
Y te olvidas de Mulán, ja,ja,ja.
ResponderEliminarSiempre que he tenido conocimiento, generalmente en el cine, de casos en que una mujer se hace pasar por un hombre, me he preguntado cómo nadie pudo descubrir el engaño. Debían de tener unos rasgos masculinos, porque la voz y los ademanes delatan a cualquier mujer. Quizá es que los hombres de esa época eran muy cortos de entendederas o muy poco obervadores.
Bromas aparte, quizá, de los que has expuesto, el caso más inaudito sea el de Enriqueta Favez, pues no solo engañó a sus colegas sino al cura que la casó con otra mujer, que yo me pregunto si esta estaba al corriente de que se casaba con una fémina. Como es de suponer que sí, es extraño que solo castigaran a Enriqueta y no a su pareja, pues el lesbianismo debía estar muy castigado.
Es extraña la historia de la humanidad masculina y su aversión por las mujeres que destacaban en cualquier arte u oficio. Al margen de una cuestión de costumbres, subyace en ello una clara misoginia, orgullo y complejo de inferioridad ante una mujer que pudiera estar por encima de un hombre en cuanto a conocimientos y estatus social. Siempre me he preguntado si Marie Curie habría sido tan reconocida como lo fue sin el acompañamiento de Pierre Curie, con quien compartió el Nobel de Física.
Una entrada muy intereante.
Un beso.
Según leí sobre Enriqueta, la mujer sí sabía de su condición femenina, lo contrario implicaría una relación matrimonial rara, rara, rara.
EliminarCreo que, además, en este caso, sí que había un "cambio" más voluntario y profundo que el de hacerse pasar por hombre para poder estudiar y trabajar como médico, aunque eso ya es cosa mía. Lo que sí me llama la atención de este caso es que, más que el lesbianismo en sí, lo grave del "delito" fue que estaban casadas por la Iglesia. En fin, cuando las leyes son absurdas, son absurdas.
Marie Curie tuvo muchos desprecios por ser mujer, para empezar no querían darle el primer Nobel porque ya se lo llevaba su marido, y como Becquerel también iba a recibirlo, tres eran multitud, así que algunos de la academia sueca intentaron ningunearla y dárselo como "bienes gananciales", menos mal que su propio marido se puso firme y ella también fue premiada. No sé hasta qué punto, si no hubiera sido por su esposo, habría sido reconocida en su justo valor.
Un besote.
¡Hola, Paloma! No hay nada que me repugne más que una cultura o sociedad discrimine por razón de sexo, raza o condición social. Pensar que esas cuestiones primen sobre el talento o la vocación del individuo es algo contra lo que siempre tenemos que estar alerta y beligerantes. Las científicas que nos muestras en esta entrada son un ejemplo no solo de su capacidad, sino de su tremenda vocación para sortear los obstáculos de una sociedad estúpida. Es curioso pero a veces pensamos que la ciencia o la literatura, por su componente intelectual, están por encima de prejuicios y mezquindades. Nada más lejos de la realidad. La Historia nos ha demostrado que ningún ámbito está exento de la sinrazón o la estupidez. Un brindis y mi reconocimiento a todas y cada una de las mencionadas. Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarLa ciencia y la literatura son, como cualquier otra disciplina, reflejo de las sociedades en las que se desarrollan, y no escapan a sus injusticias. La discriminación es una muestra del temor a la competencia, ni más ni menos. Cuanto más se reduce el grupo que quiere acceder a algo, en este caso la educación, más fácil es destacar en él si uno se encuentra dentro.
EliminarLo que me llama la atención es que alguno de los casos que menciono se dieron en el siglo XIX, cuando nos despertábamos a un nuevo mundo en ciencia, en el saber, cuando se iniciaba una era de luz, y por lo que se vio la luz no era tan intensa, al menos para las mujeres.
Un abrazo, David.
Hola Paloma:
ResponderEliminarLo que me asombra de esta entrada es que eso, tuvieran que cambiarse de sexo para poder ejercer su profesión, es verdaderamente lamentable, y es que lo triste es que sigue ocurriendo, no se valora a la mujer en ningún ámbito de la sociedad, y aunque quizás no tengan que tomar decisiones tan drásticas, desde luego no se les valora como debe.
Este blog me ha recordado una buena película de Dusftin Hoffman y Jessica Lange, que me impacto y como tiene que ser mujer para poder trabajar y triunfar, "TOOTSIE" me impacto y me gusto mucho y con ella creo que fue la primera vez donde tome conciencia de lo que a veces hay que hacer para que te reconozcan y llegar donde quieras, muy triste pero real.
Un besote y espero y deseo que los sus Majestades los Reyes Magos hayan sido generosos contigo.
Tener que hacerse pasar por lo que no se es para conseguir educación es lamentable. Hemos mejorado mucho desde la antigua Grecia, eso es evidente, pero en algunos países las mujeres aún no pueden acceder a la educación más básica, o a poder conducir, por poner un ejemplo. Y eso está pasando ahora mismo, pero esas sociedades patriarcales y machistas siguen adelante, a veces con el beneplácito de gobiernos que se las dan de progres y feministas.
EliminarLos Reyes Magos me han traído una nevada de padre y muy señor mío a la puerta de casa. El primer día fue muy bonito, pero ahora mismo estoy de nieve (y de sus problemas) hasta las narices. Espero que el sol que hoy ha salido se lleve algo, aunque no tiene pinta porque no calienta "ná".
Un besote.
Hola, Paloma.
ResponderEliminarQué triste que uno haya de cambiar en sociedad su sexualidad para poder llegar donde le corresponde. Eso es más que vocación es una demostración de sacrificio inmenso, y de creencia de lo que se puede llegar a aportar a una sociedad que viéndolo en este ahora, sinceramente dudo que se mereciera. Es bastante cruel que encima aun demostrando la valía, esto tuviera la consecuencia del castigo. Es que no tengo palabras, es injusto y terrible.
Y por ello estas mujeres deberían ser engrandecidas.
Gracias por traérnoslas, no tenía ni idea.
Un beso, y feliz de volver a leerte.
Muchas son las situaciones injustas que han llevado a muchos a ser castigados por cosas que no se lo merecían. El tesón por parte de estas valientes es encomiable porque no solo se enfrentaban a no ser comprendidas, es que también podían ser castigadas, como bien comentas.
EliminarQué bien "verte" por aquí.
Un besote.