martes, 25 de febrero de 2020

María Blasco: una 'rara avis'


Declara el pasado, diagnostica el presente, pronostica el futuro. Practica estos actos (HIPÓCRATES)

A la protagonista de hoy en el blog la he catalogado como rara avis porque en su persona confluyen varios elementos que la hacen sumamente peculiar: es mujer, es española, es científica, está viva y tiene reconocimiento fuera y dentro de nuestras fronteras (esto último sí que es llamativo). No se puede negar que esta señora es muy, pero que muy rara.
María nace en Alicante en 1965, se hace bióloga en la Universidad Autónoma de Madrid y con veintiocho años se doctora en Bioquímica y Biología Molecular teniendo como directora de tesis a toda una eminencia, también mujer y también española: Margarita Salas.
Recién doctorada, María se va a Nueva York a trabajar como investigadora en el laboratorio de otra eminencia, también mujer (pero no española, sino americana): Carol Greider. En 1997 regresa a España para trabajar en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. En el CSIC centra sus estudios en una molécula que conoce cuando está en Nueva York y que le ha enseñado Carol, la telomerasa (hablaré más adelante de ella) y su aplicación en la oncología.
El fruto de sus trabajos con esta molécula la llevan al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) bajo la dirección de otra eminencia también española: Mariano Barbacid. Su trayectoria profesional y sus muchos méritos académicos le han procurado reconocimiento internacional y distinciones importantes. Desde 2011 es la directora del CNIO.
Margarita Salas, Mariano Barbacid, Carol Greider, María Blasco. Estamos hablando de pesos pesados de la investigación. Viendo esto yo no puedo evitar recordar el dicho: «Dios los crea y ellos se juntan».
El campo en el que María Blasco ha centrado sus estudios lo empezó a desarrollar en su etapa neoyorquina. En el Cold Spring Harbor Laboratory se inició en la investigación que lideraba su jefa de allí, Carol Greider.
Carol Greider había descubierto una enzima*, la telomerasa. Este hallazgo supuso una revolución en el conocimiento del mecanismo por el que las células se multiplican, haciendo abordar algunos temas de salud desde otra perspectiva. Fue tan importante el descubrimiento que Carol recibió el premio Nobel en 2009.
¿Qué es la telomerasa? ¿Qué tiene que ver todo esto con el cáncer? Vayamos por partes.
Antes de explicar la telomerasa y qué hace, tenemos que saber qué son los telómeros (siento las palabrejas, pero es lo que hay).
Los telómeros son los extremos de los cromosomas (orgánulos que se encuentran en las células y que contienen el material genético). Si bien el cromosoma es el portador de la información genética, no todo su material tiene esa función. De hecho, los telómeros no contienen información para codificar y transformar en características somáticas.
Entonces, si un telómero es parte de un cromosoma (cuya función es transmitir información genética) pero no tiene información genética… ¿qué pinta en el cromosoma? La verdad es que los científicos aún no se aclaran demasiado con esta cuestión, pero casi, casi, ya han llegado a un consenso: los telómeros se encargan de preservar el cromosoma, consiguiendo que este funcione adecuadamente al replicarse.
La importancia de los telómeros en los cromosomas es tal que cuando su longitud se acorta a medida que la célula envejece, el cromosoma tiene dificultad para duplicarse y la célula en cuestión muere cuando los telómeros desaparecen. Así que los telómeros tienen un papel primordial en el envejecimiento (y muerte) celular.
Entonces, uno se puede hacer la siguiente propuesta: si se consiguiera que los telómeros no desaparezcan nunca, las células nunca envejecerían ni morirían. Esta propuesta se la hicieron muchos científicos, entre los que se encontraba la jefa de María, Carol Greider. Pero para impedir que los telómeros se acorten, primero hay que saber qué hace que se acorten, ¿no? De cajón.
Bueno, pues Carol Greider se puso a la tarea con esto e investigando y volviendo a investigar, se encontró con una enzima*, la telomerasa. Resulta que esta molécula, entre otras cosas, se encarga de formar los telómeros, de manera que, cuando falta, estos se acortan hasta desaparecer con el efecto negativo para la célula que antes se ha comentado.
Este es, a grandes rasgos, el papel de los telómeros y la telomerasa.
Hemos comentado que si conseguimos que los telómeros no desaparezcan, la célula no moriría nunca, y que estos se forman gracias a la telomerasa, por tanto ¿la telomerasa puede ser el verdadero elixir de la eterna juventud?
Aunque la premisa está bien fundamentada, la cosa no es tan sencilla. Sí es cierto que se está estudiando más sobre el mecanismo de envejecimiento celular atendiendo a la función de la telomerasa, pero todo está en mantillas (recordemos que el descubrimiento de esta enzima es relativamente nuevo).
Pero volvamos con María Blasco, nuestra protagonista. Ella trabaja en el CNIO, un centro que estudia el cáncer. ¿Qué tiene que ver el cáncer con el envejecimiento celular y su (posible) manera de impedirlo? Pues tiene que ver mucho, porque si tomamos la premisa de antes, pero al revés, en el caso de los tumores la telomerasa podría tener un papel muy importante.
Si los telómeros desaparecen al no haber telomerasa que los ‘fabrique’, la célula muere. Que una célula muera no conviene… o sí si se trata de una célula cancerosa. ¿Lo pilláis?
Al igual que en el caso del elixir de la eterna juventud, la telomerasa no es la panacea, esta molécula tampoco parece ser la solución definitiva para evitar los tumores. Sin embargo, sí parece que pueda ser una de las vías para atajar el cáncer, al menos algunos tipos, y como aún tenemos María para rato, yo no descartaría que diera con algo muy impactante. Lo mismo hasta consigue el Nobel. ¿Os lo imagináis? Mujer, española, científica y con premio Nobel. Eso sí que sería raro, raro, raro. Pero cosas más extrañas se han visto, y si alguien puede darnos una noticia así, esa es María Blasco.


 (*) Ya expliqué lo que es una enzima en Y esto, ¿para qué sirve? El que no se acuerde que pinche en el enlace y se ponga a repasar.


martes, 18 de febrero de 2020

Gabriella Morreale: mens sana in tiroides sana


«La mejor vida no es la más duradera, sino aquella que está repleta de buenas acciones» (Marie Curie)

La protagonista de hoy en el blog es una mujer española, o casi española porque nació en Italia, pero se desarrolló como científica en España. Como muestra de lo bien que se adaptó a nuestro país para ser una compatriota más, tan solo voy a poner un dato: su labor y contribución en la ciencia han pasado desapercibidas.
Gabriella nace en Milán el siete de abril de 1930. Sus estudios universitarios en Ciencias Químicas los realiza en la Universidad de Granada, después de doctorarse y realizar una estancia posdoctoral en Holanda se pone a trabajar en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. Se convierte en jefa de la Sección de Estudios Tiroideos en el Instituto Gregorio Marañón con treinta y tres añitos, y con cuarenta y cinco es directora del Instituto de Endocrinología y Metabolismo Gregorio Marañón. También dirige y coordina investigaciones en la Universidad Autónoma de Madrid, preside la Sociedad Española de Endocrinología… etc, etc. Podría seguir enumerando los muchos puestos de responsabilidad y dirección que tuvo, pero me voy a centrar más en explicar en qué consistió su labor científica.  Con cargos o sin ellos, fue una investigadora incansable que estuvo al pie de laboratorio y con la bata puesta hasta los ochenta años.
A Gabriella se la considera la pionera de la endocrinología en España. Su campo de investigación se centró en una glándula que se encuentra en el cuello y que tiene una gran importancia en nuestro desarrollo: la glándula tiroides. Esta glándula tiene una forma peculiar que asemeja a la de una mariposa, se encuentra justo debajo de la nuez y segrega unas hormonas muy importantes para la salud, entre las que se encuentra la tiroxina o T4 (no confundir con la terminal T4 del aeropuerto de Barajas). La tiroxina regula el metabolismo; sin ella, los procesos bioquímicos que se encargan del buen funcionamiento del organismo se ven alterados. Además de ser fundamental en el metabolismo, tiene un papel muy importante en el crecimiento celular, sobre todo en el sistema nervioso.
Si la falta de tiroxina (hipotiroidismo) se da en la edad adulta, aparecen los síntomas asociados a una ralentización del metabolismo: obesidad, falta de concentración, bajas pulsaciones, etc. Pero si el déficit se da en el estado embrionario, las consecuencias son fatales para el feto porque el crecimiento se altera, el cerebro no se desarrolla adecuadamente y el niño nace con graves deficiencias mentales.
Por tanto, un déficit de tiroxina en la infancia va a conllevar un menor desarrollo cerebral y también una menor estatura. Lo de que un niño sea bajito puede tener un pase, a menos que se quiera dedicar al baloncesto, pero que el desarrollo cerebral no sea el adecuado es peligroso (que luego se hacen políticos y así nos va).
Por tanto, los niveles de tiroxina son indicadores de que algo puede no funcionar bien en los niños al nacer. ¿Y de qué depende que haya más o menos tiroxina? Pues del yodo*.
La tiroxina se forma cuando otras moléculas precursoras se unen a átomos de yodo que se encuentran en nuestro organismo y que se obtienen con la ingesta de alimentos (el yodo está presente en la sal marina en grandes cantidades). Si hay falta o déficit de yodo esta hormona no se produce.
El cretinismo o hipotiriodismo congénito (no confundir con el cretinismo de la clase política) es una de las afecciones más graves que pueden aparecer. Esta enfermedad se debe a una deficiencia en la glándula tiroides del feto, pero también puede deberse a un déficit de yodo en la dieta de la madre. Si se detecta precozmente, el tratamiento con hormonas tiroideas exógenas y con dieta rica en yodo se pueden paliar en gran medida los efectos.
Detectar tempranamente este tipo de carencias es fundamental y para eso se hace un test neonatal que se practica a los recién nacidos: la prueba del talón. Esta prueba consiste en obtener unas gotas de sangre del talón del neonato a partir de las 48 horas de nacer. La sangre se recoge en un papel reactivo que detecta niveles anormales de diferentes marcadores indicativos de alteraciones metabólicas entre las que se encuentra el hipotiroidismo congénito.
Bueno, ya hemos hablado de la tiroxina, del hipotiroidismo y sus consecuencias. Ahora volvamos con Gabriella.
Esta científica fue una autoridad mundial en el conocimiento de las consecuencias del déficit de yodo y fue de las primeras en averiguar cómo las hormonas tiroideas eran fundamentales en el funcionamiento del cerebro. Contribuyó con su tesón a implantar la prueba del talón en todos los recién nacidos para detectar precozmente el hipotiroidismo congénito y así tratar a los niños afectados con hormonas tiroideas que les impidieron desarrollar una deficiencia mental profunda. También se implicó en programas sociales preventivos que aportaban suplementos de yodo a las mujeres embarazadas, asegurando de esta manera el buen desarrollo somático y cognitivo del feto. Su implicación fue tan intensa que desde 1990 la Organización Mundial de la Salud recoge en su tabla de derechos el consumo de yodo durante el embarazo y la primera infancia.
La labor de Gabriella fue decisiva para evitar muchas deficiencias mentales, pero a pesar de todo sigue siendo una desconocida para el público en general. Esta excepcional científica nos dejó el cuatro de diciembre de 2017 y su fallecimiento pasó sin pena ni gloria, apenas una breve citación en algún noticiario.
Con esta entrada me gustaría enmendar tamaña injusticia. Va por ti, Gabriella. ¡Muchas gracias!


(*) El hipotiroidismo en adultos puede ser debido a una menor actividad de la glándula tiroides asociada a la edad. En las mujeres puede aparecer ligado a la menopausia.

martes, 11 de febrero de 2020

Gracias a ellas

Hoy es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, rescato un relato que escribí hace unos años para homenajear a aquellas pioneras cuyos esfuerzos hoy nos hacen más fácil el camino a las científicas.

"Porque, a pesar de todo, querida, lo mejor es la libertad"
Katherine Mansfield

    Nunca le gustó el color rosa, nunca le gustaron las muñecas. Cuando sus amigas se entretenían jugando a las casitas, cambiando de vestido a los muñecos y recortando flores de papel, Cecilia se ensimismaba mirando al cielo y preguntándose de qué estarían hechas las estrellas.

    Mientras sus compañeras del colegio saltaban a la comba, Ada se entretenía contando las baldosas del patio para dividir el recinto en cuadrantes donde poder distribuir a sus compañeros por grupos de edad y altura.

   Si algún compañero se hacía una herida, los demás corrían en busca de un profesor para que lo socorriera, pero Dorothy se quedada mirando cómo fluía la sangre y preguntándose qué producía ese color rojo y por qué se formaba una costra al final. Aquella niña era rara.

   La madre de Anna no entendía por qué prefería quedarse en el jardín dibujando las hojas de las plantas a ir de compras con ella. El primer juguete que Rosalind pudo elegir consistió en un juego de química y los desaguisados que organizó en la cocina de su casa fueron motivo de más de una regañina por parte de su madre que prefería que se dedicara a la repostería a que mezclara líquidos que luego olían mal y se limpiaban peor.

   Lise se crio en una familia de abogados con bufete propio. Su destino estaba marcado desde que nació, al igual que sus dos hermanos varones. Se decidió que ella colaboraría a la economía familiar ayudando a sus hermanos en tareas administrativas en el despacho.

   Pero algo se empezó a torcer en ese plan tan bien trazado cuando Aletta decidió estudiar Ciencias. Sus padres no comprendían qué habían hecho mal para que se descarriara de aquella manera. Incluso se barajó la posibilidad de que hubiera habido alguna confusión en la selecta clínica privada donde nació y les hubieran entregado un bebé equivocado. Pero Barbara les tranquilizaba diciendo que los rasgos físicos que tan parecida la hacían a su padre y el genio tan vivo que tan parecida la hacía a su madre no dejaban lugar a la duda de que ella era hija de los dos.

   Después de muchos esfuerzos, y ante la incomprensión de sus amigas que ya estaban casadas y con varios hijos a su cargo, Zoe consiguió terminar sus estudios universitarios. La curiosidad innata de Dorothea la predispuso para la investigación y realizó un doctorado. Después de una rigurosa selección consiguió un puesto en una prestigiosa universidad.

   Tras muchas peleas, y algún que otro desplante por parte de sus colegas masculinos, Marie ha conseguido que sea reconocida su labor.

   Ahora, cuando mira su laboratorio donde abundan las mujeres, echa la vista atrás y da por buenos todos los esfuerzos realizados. Gracias a ella(s) hoy otras mujeres podemos ver nuestro sueño hecho realidad.


Gracias Cecilia Ada Dorothy Anna Rosalind Lise Aletta Barbara Zoe Dorothea Marie...



Cecilia Payne-Gaposchkin,  astrónoma (1900-1979)
Ada Lovelace, matemática (1815-1852)
Dorothy Crowfoot Hodgkin, química (1910-1994)
Rosalind Franklin, biofísica y cristalógrafa (1920-1958)
Anna Atkins, botánica (1799-1871)
Lise Meitner, física (1878-1968)
Aletta Henriette Jacobs, médica (1854-1929)
Barbara McClintock, genetista (1902-1992)
Zoe Rosinach Pedrol, farmacéutica (1894-1973)
Dorothea Christiane Erxleben, médica (1715-1762)
Marie Curie, física (1867-1934)





miércoles, 5 de febrero de 2020

Esas locas científicas

     Con motivo de la celebración del día internacional de la mujer y la niña en la Ciencia, que será el próximo 11 de febrero, 'Demencia, la madre de la Ciencia' aportará su granito de arena en forma de distintas publicaciones relacionadas con el papel de la mujer en esta materia.
    En la andadura previa a este blog, cuando la demencia científica se publicaba en otra bitácora (Leer, el remedio del alma), la que esto escribe ya se encargaba de incidir en la vida de algunas científicas que nos precedieron a las que hoy queremos serlo. En aquellas biografías solía incidir en los múltiples escollos que debieron sortear aquellas pioneras y cómo sufrieron injusticias de todo calibre por el mero hecho de ser mujeres. 
              Vaya por delante que eso de que haya un día internacional para las mujeres (y las niñas) a mí no me gusta. Lo que a mí me gustaría es que no hiciera falta celebrar o hacer destacar el papel de la mujer en la ciencia (o en cualquier otro campo) porque eso querría decir que las científicas están plenamente integradas como profesionales y que la condición de mujer es algo que no afecta al desarrollo de su labor. 
Aunque muchas cosas han cambiado, aunque nuestra sociedad es mucho más abierta de mente que las de siglos pretéritos, está claro que aún hay mucho camino que recorrer, y de momento parece que tendremos que celebrar el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia para destacar la importante labor de las científicas y para que se retiren algunos obstáculos que todavía impiden el libre acceso a algunas áreas de la ciencia.
     Multitud de asociaciones, organismos oficiales y privados, promueven actividades por todo el país para celebrar este día: charlas, talleres, proyección de documentales, exposiciones...
De las muchas iniciativas yo traigo aquí una que me ha resultado sumamente curiosa y original: la creación de un cómic con la adaptación de la obra de teatro "Científicas, pasado, presente y futuro". Os pongo el enlace para que os podáis descargar el cómic y averiguar más sobre esta iniciativa.


    Esperando que llegue el día en que no haga falta promocionar la labor científica femenina porque estén suficientemente aceptadas en todos los ámbitos de la sociedad, incluyo aquí, y para terminar, los enlaces de la vida de algunas de las locas científicas que nos precedieron y que tuvieron su espacio en este laboratorio para dementes. Que sus trayectorias sirvan de ejemplo a las niñas que estén pensando en desarrollar una carrera de ciencias y una guía para las que ya nos hemos sumergido sin remisión en el demente mundo científico. 

Ada Lovelace



Sofia Kovalevsky