viernes, 29 de enero de 2021

Starship/Super heavy: aterriza como puedas

 


Son muchas las meteduras de pata que la ciencia nos ha regalado, algunas veces para choteo del personal, otras con consecuencias más dramáticas. Hoy traigo una que no tuvo que lamentar daños personales pero que le faltó poco.

Starship /Super heavy (barco de las estrellas súper fuerte en inglés) es el nombre que le han dado a una nave espacial que pretende hacer viajes privados al espacio sideral. Del diseño de esta nave se encarga la empresa Space X.

La empresa en cuestión está empeñada en hacer llegar al común de los mortales la posibilidad de viajar a otros planetas sin necesidad de ser astronauta, una condición que requiere muchos años de estudios y preparación intensa.

En el primer escalón de esta subida a los cielos se encuentra Marte; es el objetivo inicial por ser uno de los planetas más cercanos a la Tierra. Por lo visto lo de viajar a la Luna ―sería el lugar más cercano y por tanto más accesible, aunque no sea un planeta― no seduce a casi nadie. Parece que Julio Verne y muchos lunáticos han hecho demasiado vulgar ese destino.

Así que Marte sería el posible primer destino en plan viaje organizado para turistas aventureros ―y millonarios porque el billete saldrá por un pico: medio millón de dólares―.

Y de que siga este proyecto adelante se ha implicado personalmente Elon Musk. Este señor, un físico-inventor-emprendedor multimillonario ―es la persona más rica del mundo según Forbes―, es cofundador de Space X y de PayPal, también forma parte de la directiva de otras empresas merecedoras de titulares no precisamente tranquilizadores como Tesla Motors.

Según Musk, la primera misión para enviar humanos a Marte podría ser en 2024 y hasta ha buscado emplazamiento para amartizar ―la palabreja esta no me la he inventado yo, es el vocablo paralelo de “aterrizar” pero en Marte―, es decir, ya tiene pensado dónde poner el aeropuerto marciano. Pero antes de amartizar hay que hace ensayos y comprobar si ese amartizaje ―la palabreja se las trae, pero tendremos que familiarizarnos con ella― es factible por parte de la nave.

Y eso es lo que hicieron en diciembre del año pasado. Mogollón de ingenieros, físicos teóricos y prácticos, matemáticos, astrónomos y bomberos se personaron en Boca Chica (Texas) el nueve de diciembre pasado. Los periodistas con sus cámaras en ristre también asistieron a la prueba del cohete que llevará viajeros a Marte.

El experimento pretendía averiguar si la nave podía realizar la maniobra de despegar, subir, girar y aterrizar ―ahora sí vale lo de aterrizar porque la prueba se hace en la Tierra―.

Las primeras fases del test fueron exitosas. La nave despegó, ¡bien!, luego subió hasta 12,5 km de altitud, ¡hurra!, luego giró para dirigirse de nuevo a tierra, ¡bien!, pero… hubo un “pequeño problemilla”, y es que al acercarse al suelo se desequilibró y se estrelló estallando con gran profusión de llamas y cascotes varios que salieron despedidos. Afortunadamente, el prototipo ensayado no llevaba tripulación (ni viajeros, claro) y no hubo que lamentar desgracias personales. También fue de agradecer que entre tanto ingeniero y físico sesudo estuviera una buena dotación de bomberos porque fueron los que realmente dieron el callo y se ganaron el sueldo.

Tras el fiasco de la prueba que, evidentemente, salió bastante mal, los dirigentes de la empresa no se cortaron un pelo y en un alarde de optimismo sin parangón dijeron que la prueba había sido un triunfo, aunque sin los resultados esperados. Con un par, sí señor.

El propio Elon Musk antes de la prueba había avisado a sus seguidores por Twitter que era probable que hubiera algún percance. Todo un profeta este Musk. Aun así, después del tremendo tortazo de la nave, el impulsor del proyecto interplanetario estaba encantado y llegó a decir: «La misión no ha salido perfecta, pero ha sido un éxito». Esto es tener una actitud positiva y más moral que el Alcoyano.

Después matizó sus declaraciones argumentando que el éxito se basaba en que habían aprendido mucho, especialmente en el tema del aterrizaje/amartizaje, algo que también le honra en honestidad y clarividencia porque hasta yo, que no tengo ni idea de física aeronáutica, me di cuenta de que, tal cual está la nave, lo de posarse en tierra (o en Marte) no lo hace bien.

Musk y sus colegas deberán ponerse las pilas y los ingenieros espabilar un poco porque con el espectáculo que se dio en Boca Chica, a ver quién es el guapo que convence a los posibles clientes de que viajen con ellos. No creo que haya ningún chalado (millonario) que ahora mismo quiera gastarse una pasta gansa en un viaje del que sabes no vas a llegar a destino.

Esperaremos a ver si mejoran las condiciones y en qué acaba este proyecto de mandar a gente a Marte en plan turista. No sé si habrá lista de espera y la oferta no pueda satisfacer la demanda. En cualquier caso, yo estoy por proponer que todos los alcaldes y mandamases que se apuntaron a vacunarse contra la Covid saltándose el turno lo hagan ahora para irse a Marte ―o a Júpiter que está más lejos―. Es más, yo propongo que se monten en la nave en la próxima prueba, a ver qué pasa.

 

NOTA: Seis días después de la publicación de esta entrada, la empresa Space X volvió a realizar otra prueba y con los mismos resultados: la nave explotó también al aterrizar. A lo que se ve no aprendieron mucho del primer experimento, al menos no mucho.

 


lunes, 4 de enero de 2021

Cuestión de sexo

 


Quien más, quien menos, sabe que el sexo tiene su importancia y forma parte de la vida. Todos nacemos con una dotación genética que nos hace hombres o mujeres, pero algunos a lo largo de su existencia deciden cambiárselo. Gente famosa y anónima se ha sometido a diferentes niveles de transformación para realizar ese cambio.

En esta publicación voy a citar algunos casos de mujeres que “se convirtieron” en hombres, pero no por una disforia de género sino porque ser mujer les impedía acceder a una preparación académica adecuada o simplemente realizar su profesión. Se podría decir que fueron trans de cara a la galería y forzadas por las circunstancias.

Hace unos meses se habló en este blog sobre el llamado Efecto Matilda que es el prejuicio en reconocer que un trabajo científico es obra de una mujer adjudicándoselo a un hombre (Efecto Matilda: ciencia y testosterona). Víctimas de este efecto fueron Trotula de Salerno a la que le cambiaron el sexo ya muerta, cuando sus escritos se los atribuyeron a un varón modificando, ya de paso, hasta el nombre por el de Trotulo, mucho más masculino.

Ben Barres también se cambió de sexo, en esta ocasión por voluntad propia y con todas las de la ley ―fue uno de los primeros científicos transgénero―. Ben fue Barbara sus primeros cuarenta y tres años de vida y cuando se transformó en hombre su carrera como neurocientífico sufrió un reconocimiento que en su vida como mujer nunca tuvo.

Las siguientes protagonistas también decidieron cambiar de sexo, aunque solo fuera de manera aparente, sin intervenciones quirúrgicas ni tratamientos hormonales.

En la Grecia de Hipócrates (siglo IV a.C), la asistencia a las parturientas ―antes, durante y después del parto― era cosa de mujeres, pero cuando los gobernantes de Atenas se dieron cuenta de que algunas se “extralimitaban” en sus funciones practicando abortos, decidieron castigar con pena de muerte a las mujeres que ejercieran la medicina.

A Hagnódice le preocupaba mucho la altísima tasa de mortalidad maternal y neonatal que se daba en los partos y quiso ponerle remedio, pero las leyes le impedían aprender. Ella, ni corta ni perezosa, se cortó el pelo, se vistió con ropa masculina y se fue a Alejandría porque en aquella ciudad de Egipto ―perteneciente por aquel entonces a Grecia― un prestigioso médico, Herófilo de Calcedonia, impartía clases de Medicina.

Consiguió lo que hoy sería un título en ginecología y montó una consulta, siempre haciéndose pasar por hombre, aunque a alguna de sus pacientes le confesó, de puertas adentro, que era realmente una mujer. Como tenía bastante éxito y la consulta llena, sus competidores quisieron quitársela de encima llevándola a juicio acusada de abusar sexualmente de sus pacientes y de violar a más de una.

Acorralada por tan grave acusación Hagnódice hubo de confesar (y mostrar) que era una mujer por lo que lo de los abusos y las violaciones quedaron anulados, pero le llegó otra acusación aún más grave: suplantación de identidad y ejercer la Medicina siendo mujer. Fue condenada a muerte, pero sus pacientes, viendo que se les iba la mejor ginecóloga que nunca habían visto, y también para evitar una injusticia muy grande, presionaron a los jueces ofreciéndose a morir con ella si era ejecutada. Al final la indultaron, y además las leyes se cambiaron para que pudiera ejercer su profesión sin engañifas ni disfraces.

Algunos historiadores creen que este final feliz es demasiado increíble y niegan la existencia de la propia Hagnódice alegando que es una alegoría y un mito mitológico (valga la redundancia) y que en realidad nunca existió.

El que sí existió, y hay pruebas fehacientes de su vida, fue el doctor James Barry, cirujano e inspector general de los hospitales de la armada británica en el siglo XIX. A Barry le caracterizaba una voz aflautada y una baja estatura (metro y medio, medía el pobre), dos características que no le impidieron destacar como un buen médico pero que sí fue motivo de burla entre sus colegas. Su calidad médica la demostró al pasar a la historia por realizar la primera cesárea en la que madre e hijo sobrevivieron ―hasta entonces la madre moría siempre que se practicaba una cesárea―. Muchos historiadores aceptan hoy en día que James en realidad se llamaba Margaret Ann y que ocultó su identidad para poder llegar a donde llegó profesionalmente.

El tercer y último protagonista de esta publicación se llama Enriqueta Favez. Nació en Lausana en los estertores del siglo XVIII y se casó con un soldado francés. Cuando pierde a su hijo en el parto y luego se queda viuda se marcha a París a estudiar medicina. Allí se disfraza de hombre porque como mujer no puede ni pisar las clases. Se hace médico y además militar, y como tal practica en el ejército en las campañas napoleónicas a lo largo y ancho del mundo. Se integró en su papel masculino tan bien que se casó con una mujer en Cuba y el matrimonio encima fue por la Iglesia. Sin embargo, una criada la vio desnuda y se chivó a las autoridades. Fue juzgada por un delito muy grave, aunque en este caso lo de ser médico fue lo de menos, lo grave era que se había casado con otra mujer y por la Iglesia. La metieron en la cárcel y posteriormente la expulsaron de los territorios del imperio español, acabando sus días en un convento de Nueva Orleans.

Hubo más casos de mujeres que se hicieron pasar por hombres movidas por otras cuestiones diferentes a la de estudiar medicina, pero siempre originadas por prohibiciones absurdas que vedaban a las féminas el acceso a lugares que la sociedad establecía exclusivos de los hombres.

Estas valientes no se cortaron un pelo y siguieron, de un modo algo torticero, el axioma de «Si no puedes con tu enemigo, únete a él».