Son muchas las meteduras de pata que la ciencia nos ha regalado, algunas
veces para choteo del personal, otras con consecuencias más dramáticas. Hoy
traigo una que no tuvo que lamentar daños personales pero que le faltó poco.
Starship /Super heavy (barco de las estrellas súper fuerte en inglés) es
el nombre que le han dado a una nave espacial que pretende hacer viajes
privados al espacio sideral. Del diseño de esta nave se encarga la empresa
Space X.
La empresa en cuestión está empeñada en hacer llegar al común de los
mortales la posibilidad de viajar a otros planetas sin necesidad de ser
astronauta, una condición que requiere muchos años de estudios y preparación
intensa.
En el primer escalón de esta subida a los cielos se encuentra Marte; es
el objetivo inicial por ser uno de los planetas más cercanos a la Tierra. Por
lo visto lo de viajar a la Luna ―sería el lugar más cercano y por tanto más
accesible, aunque no sea un planeta― no seduce a casi nadie. Parece que Julio
Verne y muchos lunáticos han hecho demasiado vulgar ese destino.
Así que Marte sería el posible primer destino en plan viaje organizado
para turistas aventureros ―y millonarios porque el billete saldrá por un pico:
medio millón de dólares―.
Y de que siga este proyecto adelante se ha implicado personalmente Elon
Musk. Este señor, un físico-inventor-emprendedor multimillonario ―es la persona
más rica del mundo según Forbes―, es cofundador de Space X y de PayPal, también
forma parte de la directiva de otras empresas merecedoras de titulares no
precisamente tranquilizadores como Tesla Motors.
Según Musk, la primera misión para enviar humanos a Marte podría ser en
2024 y hasta ha buscado emplazamiento para amartizar ―la palabreja esta no me
la he inventado yo, es el vocablo paralelo de “aterrizar” pero en Marte―, es
decir, ya tiene pensado dónde poner el aeropuerto marciano. Pero antes de
amartizar hay que hace ensayos y comprobar si ese amartizaje ―la palabreja se
las trae, pero tendremos que familiarizarnos con ella― es factible por parte de
la nave.
Y eso es lo que hicieron en diciembre del año pasado. Mogollón de
ingenieros, físicos teóricos y prácticos, matemáticos, astrónomos y bomberos se
personaron en Boca Chica (Texas) el nueve de diciembre pasado. Los periodistas
con sus cámaras en ristre también asistieron a la prueba del cohete que llevará
viajeros a Marte.
El experimento pretendía averiguar si la nave podía realizar la maniobra
de despegar, subir, girar y aterrizar ―ahora sí vale lo de aterrizar porque la
prueba se hace en la Tierra―.
Las primeras fases del test fueron exitosas. La nave despegó, ¡bien!,
luego subió hasta 12,5 km de altitud, ¡hurra!, luego giró para dirigirse de
nuevo a tierra, ¡bien!, pero… hubo un “pequeño problemilla”, y es que al
acercarse al suelo se desequilibró y se estrelló estallando con gran profusión
de llamas y cascotes varios que salieron despedidos. Afortunadamente, el
prototipo ensayado no llevaba tripulación (ni viajeros, claro) y no hubo que
lamentar desgracias personales. También fue de agradecer que entre tanto
ingeniero y físico sesudo estuviera una buena dotación de bomberos porque
fueron los que realmente dieron el callo y se ganaron el sueldo.
Tras el fiasco de la prueba que, evidentemente, salió bastante mal, los
dirigentes de la empresa no se cortaron un pelo y en un alarde de optimismo sin
parangón dijeron que la prueba había sido un triunfo, aunque sin los resultados
esperados. Con un par, sí señor.
El propio Elon Musk antes de la prueba había avisado a sus seguidores
por Twitter que era probable que hubiera algún percance. Todo un profeta este
Musk. Aun así, después del tremendo tortazo de la nave, el impulsor del
proyecto interplanetario estaba encantado y llegó a decir: «La misión no ha
salido perfecta, pero ha sido un éxito». Esto es tener una actitud positiva y
más moral que el Alcoyano.
Después matizó sus declaraciones argumentando que el éxito se basaba en
que habían aprendido mucho, especialmente en el tema del aterrizaje/amartizaje,
algo que también le honra en honestidad y clarividencia porque hasta yo, que no
tengo ni idea de física aeronáutica, me di cuenta de que, tal cual está la nave,
lo de posarse en tierra (o en Marte) no lo hace bien.
Musk y sus colegas deberán ponerse las pilas y los ingenieros espabilar
un poco porque con el espectáculo que se dio en Boca Chica, a ver quién es el
guapo que convence a los posibles clientes de que viajen con ellos. No creo que
haya ningún chalado (millonario) que ahora mismo quiera gastarse una pasta
gansa en un viaje del que sabes no vas a llegar a destino.
Esperaremos a ver si mejoran las condiciones y en qué acaba este proyecto
de mandar a gente a Marte en plan turista. No sé si habrá lista de espera y la
oferta no pueda satisfacer la demanda. En cualquier caso, yo estoy por proponer
que todos los alcaldes y mandamases que se apuntaron a vacunarse contra la
Covid saltándose el turno lo hagan ahora para irse a Marte ―o a Júpiter que
está más lejos―. Es más, yo propongo que se monten en la nave en la próxima
prueba, a ver qué pasa.