La tuberculosis
es una enfermedad causada por una bacteria descubierta por Robert Koch a
finales del siglo XIX; este descubrimiento y los posteriores estudios se vieron
recompensados al otorgarle el Premio Nobel de Medicina en 1905.
La bacteria que
causa la tuberculosis se llama Micobacterium tuberculosis, pero al tener
forma de barra o vara se la llama también bacilo, y como el primero en verla se
llamaba Koch es también conocida como bacilo de Koch. Este nombre muy
original no es, pero tiene su lógica.
La enfermedad
que causa el bacilo de Koch ataca los pulmones principalmente, aunque hay otras
partes del cuerpo que pueden verse afectadas, como los huesos. Este bacilo
ingresa a través del aire en los pulmones, allí intentan “comérselo” los
macrófagos (células de defensa que fagocitan agentes extraños y posiblemente
patógenos) de los alveolos (cavidades de los bronquios donde se da el
intercambio de oxígeno). Si los macrófagos funcionan como se espera, el bacilo
es destruido y aquí no ha pasado nada, pero si no consiguen cargarse al invasor,
este se extiende y la lía parda.
Cuando el
bacilo de Koch infecta el pulmón se dedica a socavar el tejido pulmonar
generando síntomas relacionados con el mal funcionamiento de este órgano: tos,
esputos sanguinolentos y dificultad para respirar. En los casos más graves el
bacilo se va de los pulmones a otros órganos liándola aún más; por ejemplo, si se
va al sistema nervioso, origina meningitis.
Como ya se ha
comentado, el bacilo ingresa en los pulmones a través del aire y ¿por qué hay
bacilos así en el aire? Pues porque los ha expulsado un contagiado de
tuberculosis al toser o simplemente al hablar. Es decir, se transmite de una
persona enferma a otra sana muy fácilmente. En muchas ocasiones hay personas
que tienen el bacilo en su organismo pero no generan enfermedad, a esta gente
se les llama individuos con tuberculosis latente, pueden contagiar pero no
presentan síntomas, algo que puede cambiar con el tiempo y al final padecer la
enfermedad en toda su crudeza… o no. Depende del estado del sistema inmune de
cada cual.
Puede que a
muchos esto les suene de algo y se crean que en lugar de la tuberculosis estoy
hablando del coronavirus. No, no me he liado y me he confundido. La microbiología
es así y aunque el actual coronavirus pueda parecer nuevo para la mayoría de
las cosas es igual que muchos otros agentes infecciosos que llevan atacando a los
seres vivos desde que el mundo existe.
La tuberculosis
causaba gran mortandad en Europa en siglos pasados, antes de que se
descubrieran los antibióticos (aunque no se supiera qué bacteria era la
responsable, la enfermedad ya era conocida desde los tiempos de Hipócrates). En
el siglo XIX era un recurso muy habitual para cargarse a los personajes de las
novelas: la dama de las camelias de Alejandro Dumas la espicha entre toses y
pañuelos manchados de sangre, la joven prostituta de Los miserables de Víctor
Hugo ídem de ídem.
Pero no solo
los personajes de ficción sufrían esa enfermedad, fueron muchos los escritores
que la padecieron: Poe, Balzac, Bécquer, Chéjov son unos pocos ejemplos (los
dos últimos no sobrevivieron a la infección) aunque para ejemplo desolador el
de las tres hermanas Brontë que murieron todas de tuberculosis en un lapso de
unos pocos años.
En aquel siglo
XIX tan romántico se llegó a considerar la tuberculosis como un signo de distinción
y una manera de morirse muy glamurosa aunque la verdad es que morir entre
estertores y ahogándose por falta de aire en los pulmones tiene muy poco encanto
y mucha agonía. En realidad la tuberculosis, una vez conocido el bacilo de
Koch, se asocia con pobreza y falta de salubridad.
Volviendo a la
actualidad, la OMS estima que hay cerca de dos mil millones de infectados
(incluyendo a los latentes) y que todos los años se contagian nueve millones
más. La tuberculosis provoca la muerte de dos millones de personas al año. Ahí
es nada. Pero como el 90% de esos dos millones de muertos por tuberculosis se
da en zonas deprimidas del planeta a la mayoría estos datos nos traen al pairo.
La incidencia
de esta enfermedad varía según la zona del planeta. En la Unión Europea no se
llega a los 9 casos por 100.000 habitantes al año, mientras que en algunos
países de África superan los 500. En muchos de estos países tan afectados se da
el problema añadido de que el VIH (el virus que provoca el SIDA) también está
muy extendido y como su principal efecto consiste en cargarse el sistema
inmune, el personal no tiene defensas para frenar el bacilo.
Encima, y para
más inri, ahora con la pandemia los casos empiezan a aumentar dado que el
coronavirus deja los pulmones muy tocados y el sistema inmune hecho trizas por
lo que el bacilo de Koch encuentra allanado el camino. Vamos, que llueve sobre
mojado.
Esta enfermedad
con ser grave se puede curar fácilmente si se tienen los medios necesarios,
claro. Los fármacos empleados para cargarse al bacilo puñetero suelen ser
antibióticos y/o medicamentos antimicrobianos (isoniazida, rifampicina, etambutol,
pirazinamida). Estos medicamentos se consiguen fácilmente en hospitales bien
abastecidos, algo que no se puede decir de los que están en zonas deprimidas
del planeta (cuando digo deprimidas me refiero a una situación económica
lamentable, aunque la otra acepción, la de tristeza, también valdría porque
menudo panorama tienen en esos sitios).
Otra forma de combatir la enfermedad son las vacunas, de hecho, hasta la aparición del SIDA en muchos países, incluido el nuestro, se estaba empezando a considerarla casi erradicada gracias a la magnífica campaña de vacunación contra la tuberculosis. Si bien ahora no está erradicada, como se ha visto, los números son muy reducidos donde se ha vacunado previamente, algo que, por supuesto, no ocurre en las zonas de mayor incidencia, porque si allí no llegan los fármacos tampoco las vacunas.
En esos lugares
es muy complicado no solo tratar la enfermedad sino, incluso, diagnosticarla,
por lo que la transmisión es también muy elevada (recordad la que se está
liando ahora mismo con el coronavirus a causa de las personas asintomáticas). Al
problema de no poder conseguir el tratamiento necesario se añade otra
dificultad más y es que hay que estar medicándose durante mucho tiempo (entre
seis meses y dos años). El bacilo fastidia los pulmones y resiste el
tratamiento aunque al final la medicación es efectiva pero se tarda mucho en
acabar con él.
Este tratamiento
tan largo hace que muchos de los pacientes que han tenido la suerte de acceder
al mismo no terminen la pauta completa y no se curen de verdad. Esto también es
la causa de que se den resistencias a los antibióticos de la tuberculosis (para
más información sobre el tema pinchar AQUÍ).
Mientras en
Europa los casos de tuberculosis se dan con cuentagotas (y eso que, repito, el
coronavirus los ha hecho aumentar), en África y Asia la gente cae como moscas
por culpa de ella. No debemos olvidarnos de esto: que no veamos algo o que no
nos lo cuenten en las noticias no quiere decir que no exista y la tuberculosis
es una buena muestra de ello.
Espero que con
esta entrada si hay alguien que estaba en la inopia ahora se encuentre más
informado.
Termino esta
entrada con el cuento que Médicos Sin Fronteras ha editado para no olvidarnos
de esta enfermedad, se llama Las hojitas en la pared y se desarrolla en
Armenia. Espero que os guste
Se conocen los casos de gente famosa que murió de o padeció tuberculosis. Suelen ser personas sin demasiados problemas económicos, pero teniendo en cuenta que en la enfermedad influyen condiciones de mala alimentación, falta de higiene e insalubridad general, no quiero imaginar la cantidad de personas pobres y desconocidas que morirían.
ResponderEliminarLa verdad es que los antibióticos supusieron un avance del que no sé si somos conscientes. Y las vacunas claro, para que haya ahora tanto memo en contra que no saben por dónde les da el aire.
Muy interesante, Paloma.
Un beso.
Eso mismo pienso yo, Rosa. Si personajes famosos con un (supuesto) buen nivel de vida padecieron la enfermedad, en los estamentos más desfavorecidos la tuberculosis se debía de cebar a base de bien.
EliminarQue ahora salgan antivacunas, anti lo que sea, no sé a qué se debe porque no soy ni psiquiatra ni socióloga, pero me parece que es una manera de dar el cante como otra cualquiera. Algunos con tal de llevar la contraria porque sí, se oponen a avances que han supuesto la supervivencia de muchísima gente. A curar enfermos a un país sin recursos los mandaba yo a esos.
Un besote, guapa.
Es que a veces se romantizan determinadas cosas que no deberían. Como dices, la tuberculosis es una de ellas. Siempre pienso que tenemos que dar gracias por vivir en la época y lugar que nos ha tocado, que tendrá sus taras, pero al menos estamos más avanzados en sanidad y salubridad.
ResponderEliminarSuerte de las vacunas, siempre digo que hasta mi gato tiene todas las vacunas que le tocan. No sé cómo puede haber tanto negacionista. De hecho, algo que aprendí en el parto y los primeros meses de la vida del bebé es que los pediatras preguntan si los padres están de acuerdo con algunas vacunas/tratamientos, porque se ve que hay muchos padres que no quieren vacunar a sus hijos. Y no hablo del Covid solo, sino de las que son necesarias en los humanos y nos ponen de pequeños.
Es alucinante!
Muy buena entrada, siempre se aprende con tus textos!
Un besito!!
Hola, María.
EliminarCuando en una conversación sale el tema de en qué época nos gustaría vivir, yo pienso en muchas (Edad Media, América precolombina, Grecia clásica, etc) pero siempre contesto que en la actual porque recuerdo las condiciones sanitarias y se me quitan las ganas de "viajar" al pasado.
Y volver al pasado, pero al Paleolítico es lo que quieren muchos ignorantes que ahora están en contra de las vacunas porque el gurú de turno les ha comido el tarro.
De todas formas, hay muy poca memoria. Mi madre recordaba que en su pueblo, cuando era pequeña, hubo una epidemia de viruela y murió mucha gente. Eso se le quedó grabado y lo de vacunar lo tenía muy presente. Creo que a más de uno le vendría bien viajar al pasado y vivir en sus carnes lo que conlleva la medicina actual.
Gracias por tu visita, guapa.
Un besote.
Ya echaba en falta una nueva entrada en este blog tan divulgativo. Y la tuberculosis ha sido una buena elección para retomar tu actividad ilustrativa donde la dejaste, pues, como bien señalas, muchos creen que esta enfermedad se extinguió hace un siglo, mientras que sigue presente, sobre todo en países sin un nivel sanitario y preventivo como Dios manda.
ResponderEliminarAun recuerdo como en mi colegio (allá por los años 60) nos hicieron el test de la turberculina (conocida como prueba de Mantoux) y descubrí que tenía anticuerpos, por lo que había estado en contacto con el bacilo de Koch, pero no había desarrollado síntomas. Aun así, tuve que someterme a un tratamiento profiláctico durante meses. Durante un tiempo mis compañeros de clase me miraron como si fuera un apestado, hasta que se cansaron de hacer broma. Lo pasé fatal.
Un beso.
En tu caso posiblemente quisieron evitar que tuvieras la enfermedad en estado latente y que se desarrollara más adelante, aunque lo más seguro es que tus propias defensas habían acabado con ella, pero más vale prevenir.
EliminarA mí también me hicieron la prueba de la tuberculina en el colegio porque nos iban a vacunar y querían saber quién tenía anticuerpos ya (cuando se vacunaba en los colegios y no había AMPAs que se pusieran a tocar las narices).
Era muy pequeña y lo único que recuerdo es que me pincharon dos veces (primero la tuberculina y unos días después la vacuna. La vacuna que molaba era la de la polio que era en gotas y sabía a fresa (creo). Madre mía, parece que estamos hablando de la Prehistoria, pero en realidad fue hace nada, ja, ja, ja.
En unos días me podré con otra enfermedad olvidada, el mal de Chagas.
Un besote.
Y yo que pensaba que era una enfermedad casi erradicada. Alfonso XII fue otra víctima célebre, para disimular sus esputos llevaba un pañuelo o bufanda de color rojo y los cortesanos le copiaron para halagarle. Cela también padeció la enfermedad y escribió un librito muy emotivo sobre la experiencia, "Pabellón de reposo". El cuento que has puesto es entrañable y al menos acaba bien. Ojalá estas enfermedades acaben por ser historia algún día.
ResponderEliminarUn abrazo.
Desconocía los de los pañuelos rojos de Alfonso XII, y me parece un asco, la verdad, pero como no existían los clínex lo dejaremos pasar, ja, ja, ja.
EliminarEs una pena, pero la tuberculosis estuvo a punto de erradicarse en Europa, la aparición del SIDA con afectados con el sistema inmune deficitario hizo que rebrotara.
Pero, lo peor, es que de darse erradicación no se da en todo el planeta y es porque la vacunación no llega a todos. De hecho el sarampión se considera erradicado, al menos en España, pero empieza a cambiar la cosa por niños venidos de otros países donde la vacunación no está extendida. Ahora, además, hay que añadir nuestra propia población antivacunas que viene a dar por saco un poco más. Es increíble.
Me apunto el libro de Cela.
Un abrazo, Gerardo.