viernes, 1 de diciembre de 2023

La suerte y la Ciencia

 


Retomo la actividad en el blog con una entrada de la sección «Cagadas de la Ciencia» aunque lo que viene a continuación son en realidad grandes descubrimientos. Si los pongo en esta sección es porque lo que se inventó no se buscaba y fue fruto del azar… y de algo más.

 

Vamos a hablar de la serendipia en la Ciencia.

 

Para los que el término «serendipia» no les suene, aquí viene la definición de la R.A.E.: «Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. El descubrimiento de la penicilina fue una serendipia.»

 

Al hilo de lo que nos dice la R.A.E. cabría pensar que ese hallazgo, al ser fruto de la casualidad, se consiguió de pura chiripa. Pero no es así.

La casualidad favorable, que sería la definición de «chiripa» no es serendipia. Cuando nos suena la flauta, y lo hace de manera armoniosa, uno se congratula y se felicita por la suerte que ha tenido. En cambio, la serendipia requiere algo más que suerte, necesita sagacidad, es decir, algo sale de manera fortuita, pero hay que saber aprovechar esa fortuna y obtener conclusiones yendo más allá del hecho fortuito. En Ciencia se sabe bastante al respecto y como muestra los ejemplos que vienen a continuación.

 

Empecemos por la serendipia más famosa, y a la que alude precisamente la R.A.E.: el descubrimiento de la PENICILINA.

Alexander Fleming era un científico británico que buscaba sustancias que se cargaran a las bacterias y no dañaran los tejidos. Esto último, lo de no dañar los tejidos, le traía de cabeza, porque sustancias que mataran bacterias había muchas, la mayoría de los ácidos sin ir más lejos, pero también se cargaban al hospedador de las bacterias, es decir al paciente (si alguno tiene dudas al respecto que mire en la hemeroteca lo que les pasó a los que pusieron en práctica la idea de Donald Trump de tomar lejía para acabar con el coronavirus).

Unos días antes de irse de vacaciones, allá por el mes de julio de 1928, Fleming dejó listas unas cincuenta placas de cultivo en las que había inoculado varias cepas de estafilococos patógenos. El buen hombre se marchó de descanso estival y cuando regresó en septiembre se encontró que una de las placas se había contaminado con moho y alrededor de este había una zona sin colonias bacterianas, mientras que en las zonas más alejadas donde no había moho las bacterias habían colonizado la superficie.

«¡Vaya por Dios!» se podría haber dicho Fleming (puede que lo dijera, aunque no había nadie presente ese día), «Pues a la basura esta placa que se ha estropeado» también podría haber dicho; pero eso no lo dijo porque lo que la mayoría de los mortales habría hecho ante una situación así no fue lo que hizo Fleming (y aquí radica la diferencia entre chiripa y serendipia). La sagacidad de este genio consistió en sentir curiosidad y mirar qué había pasado. «¿Por qué alrededor del moho no han aparecido las bacterias?» se podría haber dicho también. Miró la placa al microscopio y observó que las bacterias sí habían aparecido, pero estaban muertas y las colonias no habían proliferado.

El moho había liberado una sustancia que se había cargado a las bacterias. El moho se llamaba Penicilliun notatum y la sustancia liberada se llamó penicilina. Con esta serendipia se descubrieron los antibióticos. ¡Eureka!

Este es, de lejos, el descubrimiento científico más conocido como fruto del azar (y de la sagacidad). Pero no es el único.

 

Otra serendipia, o una chiripa unida a la sagacidad, fue lo que le pasó al ingeniero estadounidense Percy Spencer en 1945. Este señor experimentaba con el magnetrón, un aparato que produce señales de radio. Un día que manejaba ese aparato de ondas, la barra de turrón de cacahuete que llevaba en el bolsillo se derritió. En lugar de maldecir por la mancha (puede que lo hiciera su señora esposa o quien se encargara de limpiarle la ropa) supuso que las ondas eran las responsables de ese fenómeno por lo que decidió probar de nuevo, pero con un huevo crudo y granos de maíz. Con esos dos ingredientes le dio al magnetrón y el resultado fue que el huevo le explotó en la cara y el maíz se convirtió en palomitas. Con restos de huevo en la barba, Percy acababa de inventar el MICROONDAS.

La empresa para la que investigaba este ingeniero patentó el uso del magnetrón para cocinar, aunque aquel microondas inicial no se parecía mucho a los de ahora: pesaba 340 kilos, tenía el tamaño de una nevera de las grandes, y tardaba más de veinte minutos en calentarse y ponerse a funcionar (además costaba unos 50 mil dólares al cambio actual). Con esas características es comprensible que no tuviera mucho éxito, pero luego se cambiaron algunos aspectos técnicos y la cosa mejoró hasta conseguir, veinte años después, una apariencia similar a la de hoy en día.

 

Sigamos con más serendipias científicas.

 

Si a Fleming se le cayó un hongo encima de la placa de un experimento, a Charles Goodyear lo que se le cayó fue azufre sobre caucho en una estufa. Este señor con apellido de marca de neumático vivía en Connecticut y buscaba conseguir un caucho de buena calidad, es decir, que con el calor no se ablandara y con el frío no se agrietara que es lo que le pasa al caucho natural. Empezó añadiendo cinc a esta goma producto del árbol Ficus elástica, pero la cosa no funcionaba. Sin embargo, un día se le cayó una poco de azufre en una muestra de caucho que estaba en una estufa, cuando la mezcla se enfrió dio un producto duro, resistente y maleable a la vez, acaba de inventar el proceso llamado VULCANIZACIÓN que aplicado en los neumáticos hace que estos sean más resistentes. El nombre del proceso es un homenaje a Vulcano, dios romano del fuego y los volcanes (lugares con una buena cantidad de azufre precisamente). A propósito de nombres, antes he mencionado que este inventor tenía nombre de marca de neumático, en realidad es al revés, la famosa marca de ruedas debe su nombre a este señor porque al fundarse la empresa se quiso homenajear así al inventor de un proceso que revolucionó la fabricación de neumáticos.

 

Una serendipia en toda regla también fue lo que le ocurrió a Roy Plunkett en 1938. Este químico norteamericano andaba investigando gases refrigerantes. Un día obtuvo una muestra congelada con tetrafluoretileno y comprobó que esa muestra se había polimerizado dando una cosa sólida y cerosa que resultó ser politetrafluoretileno (PTFE) que, dicho así, además de ser un trabalenguas, a muchos no les sonará de nada, pero que luego fue bautizado con un nombre más corto y fácil de pronunciar: TEFLÓN.

Además, resultó que ese PTFE, teflón para los amigos, no se alteraba con ningún producto químico y era antiadherente: en su superficies resbalaba todo. Entonces Plunkett se dijo «A mí esto no me sirve para hacer refrigerantes, pero… ¿y si lo pongo en una sartén?» Acababa de inventar uno de los productos más útiles para cocinar.

 

Hubo muchas más serendipias constatadas en la Ciencia; el velcro, la dinamita… y quién sabe cuántas más que no fructificaron porque al científico de turno le faltó sagacidad para obtener rédito de ellas.

La suerte se nos puede presentar a todos, pero no todos sabemos aprovecharla.

 

 


NOTA: Me gustaría pedir disculpas por el abandono del blog durante tanto tiempo. Quehaceres de diversa índole me apartaron de este espacio que adoro pero que me pide un tiempo que muchas veces no me sobra.

 


 


6 comentarios:

  1. Hola, Paloma. Qué bien que hayas retomado esta grata actividad de aleccionarnos con tu sapienza y sagacidad, je, je. Echaba en falta más entradas de este tipo, pues no solo son ilustrativas (lo más importante, sin duda) sino también muy entretenidas. Esa sería la mejor forma de educar a nuestros niños y jóvenes. Si los profesores, por ejemplo, de historia, la supieran contar como tú lo haces, no solo la clase resultaría muchísimo mas amena sino, además, más inteligible. Enhorabuena por tu gran capacidad divulgativa.
    Un beso.

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    1. Gracias, Josep María, por tu fidelidad con este blog y por las palabras que me dedicas.
      Yo también disfruto mucho preparando las entradas porque, aunque tenga una idea más o menos aproximada sobre lo que quiero contar, al documentarme me entero de muchas cosas interesantes y aprendo mucho.
      Me alegra saber que además de enseñar cosas sea de manera entretenida, algo fundamental cuando de "docencia" se trata porque hay que aprender pero también pasárselo bien que si no no se aprende igual.
      Intentaré ser más disciplinada con este blog y no abandonarlo durante tanto tiempo.
      Un beso grande, amigo.

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  2. Hay mucha confusión con el concepto de serendipia. He visto novelas que llaman serendipia al hecho de encontrar a alguien casualmente en la calle. En fin. Yo me enteré de lo que significaba el término (que conocía levemente) preparando las clases de una asignatura que instauró el gobierno de Zapatero. Se llamaba Ciencia del Mundo Contemporáneo y era obligatoria para todos los alumnos de Primero de Bachillerato. Era un intento para que todo el mundo, de ciencias o de letras, tuviera un conocimiento básico de temas que son de uso diario: ingeniería genética, medio ambiente y sostenibilidad, salud y tratamientos médicos... En fin, un intento por mentalizar a la gente de que la Cultura, con mayúsculas, también incluye la ciencia. Por supuesto la "maravillosa" Ley Wert, se cargó la asignatura.
    Vaya rollo te he metido. En fin, que allí me enteré d elo que era esta palabreja, pero yo no conocía tantos casos como los que nos has traído.
    No dejes tanto tiempo este blog porque me encanta. Aunque entiendo que, entre el trabajo y otras vicisitudes personales, la cosa se pone muy difícil a veces. Yo estoy haciendo un esfuerzo por mantener el blog, aunque he disminuido mucho las lecturas que reseño y la frecuencia de las publicaciones. Tengo tentaciones de abandonar, pero sé que luego me iba a arrepentir.
    Un beso.

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    1. Ay, Rosa, no me digas que piensas abandonar tu maravilloso blog porque si tú, una curranta con todas las de la ley en la blogosfera, flaqueas los demás no tenemos salvación posible.
      La verdad es que no era consciente del abandono en que estaba este blog hasta que me fijé en la fecha de la última publicación: ¡más de un año! El tiempo pasa cada vez más rápido.
      Intentaré ponerme las pilas y no dejarme llevar por la turbulencia del día a día y serenarme para reflexionar sobre estos temas científicos que nos afectan a todos.
      Desconocía esa asignatura de la que hablas, aunque no me extraña que se la cargara Wert, porque tenía muy buena intención (la asignatura, no el ministro).
      La serendipia es un factor presente en muchos campos, pero la sagacidad necesaria para que sea posible es bastante rara y creo que más descubrimientos habrían sido posibles si los genios fueran más abundantes, algo cada vez más complicado porque el atocinamiento mental es cada vez más generalizado.
      Un besote.

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  3. ¡Hola, Paloma! Estupendo que reactives este blog de ciencia, y muy de agradecer. Creo que otro ejemplo es la radiación de fondo de microondas que confirmó el Big Bang, primero pensaron que era cosa de palomas posadas en la antena, hasta que alguien desarrolló la teoría y entonces ese azar tuvo sentido.
    Tengo la idea de que en realidad el azar lo es todo. Cada día recibimos millones de datos, inasumibles para nuestro cerebro. Pero este es tan sabio que sabe filtrar esa información y hacernos ver la que nos interesa en cada momento. Si yo ahora viera un bocadillo con hongos, lo tiraría a la basura sin darle más vueltas. Pero Fleming estaba focalizado en su investigación y eso le llevó a "ver" lo que el azar puso ante sus ojos. Es un poco cuando esperas un bebé y de repente ves las calles llenas de carritos de bebés o los informativos se llenan de noticias sobre la muerte súbita, etc... El cerebro es como un foco que alumbra lo que en cada momento te preocupa. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Tienes razón en cómo nuestro cerebro nos predispone para lo que nos importa en ese momento y así filtrar tanta información como nos llega. No obstante, hay que tener perspicacia e inteligencia para obtener de un hecho fortuito conclusiones útiles y genuinas.
      La ciencia, al fin y al cabo, busca explicación a lo que sucede a nuestro alrededor, y los hechos fruto del azar también son fenómenos a explicarse por lo que todas esas casualidades son terreno abonado para los científicos.
      Espero ser más disciplinada y constante con este blog que adoro pero que me exige mucho tiempo.
      Gracias por formar parte de ese selecto grupo de fieles que me siguen a pesar de mi inconstancia.
      Un abrazo.

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