Retomo la
actividad en el blog con una entrada de la sección «Cagadas de la Ciencia»
aunque lo que viene a continuación son en realidad grandes descubrimientos. Si
los pongo en esta sección es porque lo que se inventó no se buscaba y fue fruto
del azar… y de algo más.
Vamos a hablar
de la serendipia en la Ciencia.
Para los que el
término «serendipia» no les suene, aquí viene la definición de la R.A.E.: «Hallazgo
valioso que se produce de manera accidental o casual. El descubrimiento de la
penicilina fue una serendipia.»
Al hilo de lo
que nos dice la R.A.E. cabría pensar que ese hallazgo, al ser fruto de la
casualidad, se consiguió de pura chiripa. Pero no es así.
La casualidad
favorable, que sería la definición de «chiripa» no es serendipia. Cuando nos
suena la flauta, y lo hace de manera armoniosa, uno se congratula y se felicita
por la suerte que ha tenido. En cambio, la serendipia requiere algo más que
suerte, necesita sagacidad, es decir, algo sale de manera fortuita, pero hay
que saber aprovechar esa fortuna y obtener conclusiones yendo más allá del
hecho fortuito. En Ciencia se sabe bastante al respecto y como muestra los ejemplos
que vienen a continuación.
Empecemos por la
serendipia más famosa, y a la que alude precisamente la R.A.E.: el
descubrimiento de la PENICILINA.
Alexander
Fleming era un científico británico que buscaba sustancias que se cargaran
a las bacterias y no dañaran los tejidos. Esto último, lo de no dañar los
tejidos, le traía de cabeza, porque sustancias que mataran bacterias había
muchas, la mayoría de los ácidos sin ir más lejos, pero también se cargaban al
hospedador de las bacterias, es decir al paciente (si alguno tiene dudas al
respecto que mire en la hemeroteca lo que les pasó a los que pusieron en
práctica la idea de Donald Trump de tomar lejía para acabar con el
coronavirus).
Unos días antes
de irse de vacaciones, allá por el mes de julio de 1928, Fleming dejó listas
unas cincuenta placas de cultivo en las que había inoculado varias cepas de
estafilococos patógenos. El buen hombre se marchó de descanso estival y cuando
regresó en septiembre se encontró que una de las placas se había contaminado
con moho y alrededor de este había una zona sin colonias bacterianas, mientras
que en las zonas más alejadas donde no había moho las bacterias habían
colonizado la superficie.
«¡Vaya por
Dios!» se podría haber dicho Fleming (puede que lo dijera, aunque no había
nadie presente ese día), «Pues a la basura esta placa que se ha estropeado»
también podría haber dicho; pero eso no lo dijo porque lo que la mayoría de los
mortales habría hecho ante una situación así no fue lo que hizo Fleming (y aquí
radica la diferencia entre chiripa y serendipia). La sagacidad de este genio
consistió en sentir curiosidad y mirar qué había pasado. «¿Por qué alrededor
del moho no han aparecido las bacterias?» se podría haber dicho también. Miró
la placa al microscopio y observó que las bacterias sí habían aparecido, pero
estaban muertas y las colonias no habían proliferado.
El moho había
liberado una sustancia que se había cargado a las bacterias. El moho se llamaba
Penicilliun notatum y la sustancia liberada se llamó penicilina. Con
esta serendipia se descubrieron los antibióticos. ¡Eureka!
Este es, de
lejos, el descubrimiento científico más conocido como fruto del azar (y de la
sagacidad). Pero no es el único.
Otra serendipia,
o una chiripa unida a la sagacidad, fue lo que le pasó al ingeniero
estadounidense Percy Spencer en 1945. Este señor experimentaba con el
magnetrón, un aparato que produce señales de radio. Un día que manejaba ese
aparato de ondas, la barra de turrón de cacahuete que llevaba en el bolsillo se
derritió. En lugar de maldecir por la mancha (puede que lo hiciera su señora
esposa o quien se encargara de limpiarle la ropa) supuso que las ondas eran las
responsables de ese fenómeno por lo que decidió probar de nuevo, pero con un
huevo crudo y granos de maíz. Con esos dos ingredientes le dio al magnetrón y
el resultado fue que el huevo le explotó en la cara y el maíz se convirtió en
palomitas. Con restos de huevo en la barba, Percy acababa de inventar el MICROONDAS.
La empresa para
la que investigaba este ingeniero patentó el uso del magnetrón para cocinar,
aunque aquel microondas inicial no se parecía mucho a los de ahora: pesaba 340
kilos, tenía el tamaño de una nevera de las grandes, y tardaba más de veinte
minutos en calentarse y ponerse a funcionar (además costaba unos 50 mil dólares
al cambio actual). Con esas características es comprensible que no tuviera
mucho éxito, pero luego se cambiaron algunos aspectos técnicos y la cosa mejoró
hasta conseguir, veinte años después, una apariencia similar a la de hoy en
día.
Sigamos con más
serendipias científicas.
Si a Fleming se
le cayó un hongo encima de la placa de un experimento, a Charles Goodyear
lo que se le cayó fue azufre sobre caucho en una estufa. Este señor con
apellido de marca de neumático vivía en Connecticut y buscaba conseguir un
caucho de buena calidad, es decir, que con el calor no se ablandara y con el
frío no se agrietara que es lo que le pasa al caucho natural. Empezó añadiendo
cinc a esta goma producto del árbol Ficus elástica, pero la cosa no
funcionaba. Sin embargo, un día se le cayó una poco de azufre en una muestra de
caucho que estaba en una estufa, cuando la mezcla se enfrió dio un producto
duro, resistente y maleable a la vez, acaba de inventar el proceso llamado VULCANIZACIÓN
que aplicado en los neumáticos hace que estos sean más resistentes. El nombre
del proceso es un homenaje a Vulcano, dios romano del fuego y los volcanes
(lugares con una buena cantidad de azufre precisamente). A propósito de
nombres, antes he mencionado que este inventor tenía nombre de marca de
neumático, en realidad es al revés, la famosa marca de ruedas debe su nombre a
este señor porque al fundarse la empresa se quiso homenajear así al inventor de
un proceso que revolucionó la fabricación de neumáticos.
Una serendipia
en toda regla también fue lo que le ocurrió a Roy Plunkett en 1938. Este
químico norteamericano andaba investigando gases refrigerantes. Un día obtuvo
una muestra congelada con tetrafluoretileno y comprobó que esa muestra se había
polimerizado dando una cosa sólida y cerosa que resultó ser politetrafluoretileno
(PTFE) que, dicho así, además de ser un trabalenguas, a muchos no les sonará de
nada, pero que luego fue bautizado con un nombre más corto y fácil de
pronunciar: TEFLÓN.
Además, resultó
que ese PTFE, teflón para los amigos, no se alteraba con ningún producto
químico y era antiadherente: en su superficies resbalaba todo. Entonces
Plunkett se dijo «A mí esto no me sirve para hacer refrigerantes, pero… ¿y si
lo pongo en una sartén?» Acababa de inventar uno de los productos más útiles
para cocinar.
Hubo muchas más
serendipias constatadas en la Ciencia; el velcro, la dinamita… y quién sabe
cuántas más que no fructificaron porque al científico de turno le faltó
sagacidad para obtener rédito de ellas.
La suerte se nos
puede presentar a todos, pero no todos sabemos aprovecharla.
NOTA: Me gustaría pedir disculpas por el abandono del blog
durante tanto tiempo. Quehaceres de diversa índole me apartaron de este espacio
que adoro pero que me pide un tiempo que muchas veces no me sobra.
Hola, Paloma. Qué bien que hayas retomado esta grata actividad de aleccionarnos con tu sapienza y sagacidad, je, je. Echaba en falta más entradas de este tipo, pues no solo son ilustrativas (lo más importante, sin duda) sino también muy entretenidas. Esa sería la mejor forma de educar a nuestros niños y jóvenes. Si los profesores, por ejemplo, de historia, la supieran contar como tú lo haces, no solo la clase resultaría muchísimo mas amena sino, además, más inteligible. Enhorabuena por tu gran capacidad divulgativa.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, Josep María, por tu fidelidad con este blog y por las palabras que me dedicas.
EliminarYo también disfruto mucho preparando las entradas porque, aunque tenga una idea más o menos aproximada sobre lo que quiero contar, al documentarme me entero de muchas cosas interesantes y aprendo mucho.
Me alegra saber que además de enseñar cosas sea de manera entretenida, algo fundamental cuando de "docencia" se trata porque hay que aprender pero también pasárselo bien que si no no se aprende igual.
Intentaré ser más disciplinada con este blog y no abandonarlo durante tanto tiempo.
Un beso grande, amigo.
Hay mucha confusión con el concepto de serendipia. He visto novelas que llaman serendipia al hecho de encontrar a alguien casualmente en la calle. En fin. Yo me enteré de lo que significaba el término (que conocía levemente) preparando las clases de una asignatura que instauró el gobierno de Zapatero. Se llamaba Ciencia del Mundo Contemporáneo y era obligatoria para todos los alumnos de Primero de Bachillerato. Era un intento para que todo el mundo, de ciencias o de letras, tuviera un conocimiento básico de temas que son de uso diario: ingeniería genética, medio ambiente y sostenibilidad, salud y tratamientos médicos... En fin, un intento por mentalizar a la gente de que la Cultura, con mayúsculas, también incluye la ciencia. Por supuesto la "maravillosa" Ley Wert, se cargó la asignatura.
ResponderEliminarVaya rollo te he metido. En fin, que allí me enteré d elo que era esta palabreja, pero yo no conocía tantos casos como los que nos has traído.
No dejes tanto tiempo este blog porque me encanta. Aunque entiendo que, entre el trabajo y otras vicisitudes personales, la cosa se pone muy difícil a veces. Yo estoy haciendo un esfuerzo por mantener el blog, aunque he disminuido mucho las lecturas que reseño y la frecuencia de las publicaciones. Tengo tentaciones de abandonar, pero sé que luego me iba a arrepentir.
Un beso.
Ay, Rosa, no me digas que piensas abandonar tu maravilloso blog porque si tú, una curranta con todas las de la ley en la blogosfera, flaqueas los demás no tenemos salvación posible.
EliminarLa verdad es que no era consciente del abandono en que estaba este blog hasta que me fijé en la fecha de la última publicación: ¡más de un año! El tiempo pasa cada vez más rápido.
Intentaré ponerme las pilas y no dejarme llevar por la turbulencia del día a día y serenarme para reflexionar sobre estos temas científicos que nos afectan a todos.
Desconocía esa asignatura de la que hablas, aunque no me extraña que se la cargara Wert, porque tenía muy buena intención (la asignatura, no el ministro).
La serendipia es un factor presente en muchos campos, pero la sagacidad necesaria para que sea posible es bastante rara y creo que más descubrimientos habrían sido posibles si los genios fueran más abundantes, algo cada vez más complicado porque el atocinamiento mental es cada vez más generalizado.
Un besote.
¡Hola, Paloma! Estupendo que reactives este blog de ciencia, y muy de agradecer. Creo que otro ejemplo es la radiación de fondo de microondas que confirmó el Big Bang, primero pensaron que era cosa de palomas posadas en la antena, hasta que alguien desarrolló la teoría y entonces ese azar tuvo sentido.
ResponderEliminarTengo la idea de que en realidad el azar lo es todo. Cada día recibimos millones de datos, inasumibles para nuestro cerebro. Pero este es tan sabio que sabe filtrar esa información y hacernos ver la que nos interesa en cada momento. Si yo ahora viera un bocadillo con hongos, lo tiraría a la basura sin darle más vueltas. Pero Fleming estaba focalizado en su investigación y eso le llevó a "ver" lo que el azar puso ante sus ojos. Es un poco cuando esperas un bebé y de repente ves las calles llenas de carritos de bebés o los informativos se llenan de noticias sobre la muerte súbita, etc... El cerebro es como un foco que alumbra lo que en cada momento te preocupa. Un abrazo!!
Hola, David.
EliminarTienes razón en cómo nuestro cerebro nos predispone para lo que nos importa en ese momento y así filtrar tanta información como nos llega. No obstante, hay que tener perspicacia e inteligencia para obtener de un hecho fortuito conclusiones útiles y genuinas.
La ciencia, al fin y al cabo, busca explicación a lo que sucede a nuestro alrededor, y los hechos fruto del azar también son fenómenos a explicarse por lo que todas esas casualidades son terreno abonado para los científicos.
Espero ser más disciplinada y constante con este blog que adoro pero que me exige mucho tiempo.
Gracias por formar parte de ese selecto grupo de fieles que me siguen a pesar de mi inconstancia.
Un abrazo.