martes, 10 de junio de 2025

Henri Nestlé: el boticario del nido.

 

De vez en cuando, el mundo alberga héroes anónimos que mejoran la vida de los demás. Esto se podría decir del protagonista de esta publicación en «Demencia, la madre de la Ciencia». Quizás muy anónimo no fue porque su apellido es bastante famoso, aunque los motivos reales de esa fama quizás no sean tan conocidos por la población.

Henri nace en 1814 en Alemania. Es el catorceavo hijo de una familia luterana de origen suizo dedicada a la fabricación de piezas de vidrio. Su apellido Nestle (sin tilde en la segunda e) en un dialecto alemán quiere decir «pequeño nido de pájaro», un detalle que será significativo cuando Henri destaque por méritos propios y se dedique a una actividad que nada tiene que ver con el negocio familiar.

Tras pasar por la escuela se convierte en boticario.

En la primera mitad del siglo XIX aún no se había reglamentado la profesión de farmacéutico con estudios universitarios. Para convertirse en boticario en aquella época era necesario aprender en una botica las propiedades saludables de las plantas y de compuestos químicos, así como el manejo de las materias primas para obtener los diferentes preparados en la forma adecuada para que la administración sea idónea y el principio activo efectivo. Tras este aprendizaje el aspirante a boticario debía examinarse ante un tribunal que diera fe de su capacidad.

Es en Lausana (Suiza) donde Henri supera el examen para ayudante de boticario cuando tiene unos veinticinco años. Se va a vivir a Vevey, otra ciudad suiza donde el idioma oficial es el francés. Ahí decide afrancesar su apellido añadiéndole una tilde a la segunda e, Nestlé, quedando así para la posteridad.

Henri dedica su tiempo a fabricar diferentes compuestos: aceite de nueces (por lo de los omega-3, aunque aún no se conocieran químicamente), aceite de colza (por lo de los omega-6 aunque tampoco se conocieran como tales), polvo de hueso (por lo del calcio) o mostaza en polvo (por lo de los isotiocianatos, compuestos azufrados con propiedades antiinflamatorias). 

Henri es curioso y emprendedor. Su iniciativa abarca diferentes campos porque no solo se dedica a los preparados farmacéuticos. Instala una pequeña fábrica de gas que suministra luz al alumbrado público de su ciudad. Este negocio se le hunde cuando el ayuntamiento decide construir su propia fábrica.

Este varapalo empresarial sirvió para que Henri empleara su tesón y sabiduría en otras áreas. Gracias al egoísmo municipal de Vevey, hoy le deben la vida millones de niños porque nuestro boticario decide elaborar un producto que pueda alimentar a los bebés y así evitar la alta mortalidad que había entre la población infantil menor de un año.

Antes de seguir con este nuevo proyecto de Henri hay que hacer un paréntesis para ponernos en situación.

Durante los primeros meses de un recién nacido el único alimento que puede tomar es la leche, materna a ser posible porque es la idónea para el tubo digestivo de un neonato. Por eso, cuando un niño perdía la posibilidad de amamantarse de su madre, mayormente por la muerte de esta durante el parto, era preciso recurrir a una nodriza, es decir, otra mujer que tuviera un lactante y cuya leche serviría para alimentar a otro niño. Si esto no era posible, lo más probable es que el niño acompañara a su madre a la tumba a los pocos días.

Lo de conseguir nodrizas ni era tan sencillo ni tan barato. Asimismo, para que una mujer pueda alimentar a dos niños (o más) debe estar muy bien alimentada a su vez y en condiciones de salud que no abundaban precisamente entre la población más pobre.

Por otra parte, conseguir leche fresca en las zonas urbanas era bastante complicado, solo apto para los bolsillos más pudientes. La industrialización trajo grandes avances, pero la vida en la ciudad tenía sus inconvenientes. Con este panorama la mortalidad infantil en el primer año de vida era elevadísima.

Bueno, pues nuestro Henri decidió cambiar esto. En 1866 elabora una pasta compuesta por leche de vaca condensada, azúcar y harina de trigo. Deja reposar la mezcla y le añade bicarbonato potásico. A este producto lo llama farine lactée, harina láctea. Parece ser que el tratamiento físico al que es sometido el producto de Nestlé permite que sea más digerible para un bebé (hidroliza parcialmente el almidón y las proteínas).

No obstante, y para asegurarse, prueba su fórmula con un recién nacido prematuro (pretérmino lo llaman ahora) cuya madre está muy enferma y no le puede amamantar. El pretérmino sale adelante a pesar de no tener a su madre para que lo alimente.

La harina para bebés de Nestlé revoluciona el mundo de la nutrición infantil sobre todo en las zonas urbanas en pleno auge de la industrialización. Tanto es así que el señor Nestlé se monta un emporio de tomo y lomo.                                                


        A los tres años de comercializar la leche para bebés tiene que ampliar la fábrica, abre una oficina en Londres y su producto llega a lugares remotos, muy alejados de Suiza, como Australia y Sudamérica. Ha nacido la gran empresa Nestlé que tiene su propio logotipo basado en el escudo heráldico de su creador. Recordemos que nestle significa en suabo «pequeño nido de pájaro» y, casualidades de la vida, la representación gráfica es un nido con unos pajaritos dentro. Un símbolo cargado de simbolismo, valga la redundancia, pues ese nido representa también la protección que proporciona a las aves recién nacidas.

El nombre de Nestlé está hasta en la sopa, o sería mejor decir, hasta en la papilla. Gana dinero a espuertas.

Pero Henri cumple sesenta años y quiere jubilarse. Vende la compañía a otros empresarios de su ciudad y solo pone una condición: que su nombre se conserve.

Nuestro boticario se retira con todas las de la ley y no mantiene ningún contacto con el imperio que creó. Vive retirado del mundanal ruido hasta que la parca le viene a visitar el 7 de julio de 1890. Tiene 75 años.

Y hasta aquí el relato del protagonista de esta publicación. Sin embargo, como en toda historia donde se manejan millonadas de dinero, hay un lado oscuro. Una cara B que Henri, afortunadamente, nunca llegó a conocer porque se fue de este mundo antes.




Porque el imperio Nestlé tiene claroscuros.

En la Primera Guerra Mundial la leche en polvo alimentó a soldados y a refugiados donde el suministro de alimentos era deficitario. Esta socorrida ayuda se mantuvo igualmente en la Segunda Guerra Mundial, favoreciendo que la empresa obtuviera pingües beneficios. El negocio de la guerra no solo enriquece a la industria armamentística.

La multinacional estuvo involucrada en un turbio asunto cuando comercializó agua embotellada procedente de acuíferos situados en zonas pobres del planeta dejándolas así desabastecidas. Siguiendo con el tema del agua, hace unos meses Nestlé se vio envuelta en un supuesto fraude al potabilizar aguas que posteriormente embotellaba y comercializaba con una de sus marcas insignia en Francia: Perrier. Parece ser que empleó técnicas no permitidas por la legislación francesa, así como el uso de agua procedente de pozos insalubres.

Actualmente Nestlé es la empresa de alimentos más potente del mundo. El año pasado facturó 11.534 millones de euros. Da empleo a 330.000 personas y posee más de 400 fábricas distribuidas por 84 países del planeta.

Sin embargo, su fundador, un farmacéutico nacido en Alemania y afincado en Suiza, vivió toda su existencia de manera modesta. Nunca patentó la fórmula original que él mismo ideó porque tenía la firme creencia de que el conocimiento debía compartirse para ayudar a la humanidad.

De vez en cuando, el mundo alberga héroes que mejoran la vida de los demás.





6 comentarios:

  1. Desconocía por completo este origen de la marca y la contribución del boticario a la crianza infantil y a la liberación de la mujer cuando dar el pecho impide a ésta desarrollar facetas de su vida tan importantes para ella como ser madre.
    Un beso

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    1. Hola, Juan Carlos.
      Hay personajes que nos dejan creaciones muy útiles y pasan desapercibidos. Parece una bobada a priori, pero el tema de la leche adaptada para bebés tuvo detrás una contribución más allá de la nutrición como la que comentas: menor dependencia de la madre. Aunque, siempre es mucho mejor la leche materna que la de fórmula, eso sí.
      Un beso.

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  2. Historias como esta, que sin duda deben abundar, deberían hacerse públicas como reconocimieto al estudio y tesón de los que inventaron o pusieron en manos de la sociedad avances tanto técnicos como médicos y sanitarios.
    Henri Nestlé es, sin duda, uno de esos héroes que no han recibido ese merecido reconocimiento.
    Una entrada muy interesante e ilustrativa.
    Un beso.

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    1. Además, en el caso de este hombre, cabría uno pensar del fundador de esa multinacional que fue un ricachón podrido de pasta, y la verdad es que no fue así. Los que vinieron detrás, esos sí que se lo montaron en el dólar, pero él no.
      Un beso.

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  3. No tenía ni idea de la vida de este hombre y su importancia. es curioso, pero jamás me he preguntado a qué se debía el nombre de Nestlé que, para mí, está indisolublemente ligado al chocolate. En casa, toda la vida, vi un álbum de cromos que había hecho de niño uno de mis progenitores, imagino que mi padre. Era de Nestlé y consistía en pájaros con sus nidos y sus huevos. Ahora entiendo por qué. El álbum lo tiene mi hermana y aunque está un poco deteriorado (jugábamos con él de niñas y lo pintamos y más tropelías), lo guardamos como un tesoro.
    Un beso.

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    1. Ese tipo de recuerdos es entrañable.
      Yo tampoco sabía la relación del símbolo de Nestlé con el nombre en sí, lo averigüé cuando indagué sobre este farmacéutico tan peculiar.
      Un besote.

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