martes, 7 de enero de 2020

Santiago Ramón y Cajal: un cerebro brillante


«Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro» 
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934).

El protagonista de hoy fue un hombre excepcional, una de esas mentes maravillosas que se dan muy de tarde en tarde. De las muchas particularidades que lo hacen excepcional hay dos que destacan entre todas: fue un científico español reconocido mundialmente y ganó un premio Nobel. Estas dos cualidades son extraordinarias por separado, pero lo son mucho más cuando van juntas.
Si bien es cierto que un científico de nuestro suelo patrio sea reconocido en el exterior ya empieza a ser algo más común (en la actualidad hay varios investigadores españoles cuyo trabajo se valora muy bien por esos laboratorios de dios), lo de que ganemos un premio Nobel… eso ya es otro cantar.
Tan solo ocho españoles pueden presumir de haber conseguido tan excelso premio y si nos centramos en la materia científica el número se reduce a dos: Severo Ochoa más Ramón y Cajal. Si a algún despistado, después de leer estos nombres, le salen tres es que ha contado mal porque Ramón y Cajal es un señor solo, aunque valiera por varios en cuanto a actividad científica y sabiduría.
De los dos únicos premios Nobel en ciencia hoy nos centraremos en el primero en conseguirlo: Santiago Ramón y Cajal.
Santiago nace el primer día de mayo de 1852 en Petilla de Aragón (Navarra). Con la instauración de la Primera República como escenario político se escolariza en Jaca y en Huesca. Estas dos localidades le proporcionan otro tipo de escenario: la montaña. Se aficiona al montañismo y asienta la idea que defenderá durante toda su existencia: la propuesta de una vida sana en contacto con la Naturaleza.
Su padre es médico cirujano, así que Santiago se familiariza con la práctica de la medicina desde chiquitito, pero en un principio se decanta por las artes plásticas como el dibujo y la fotografía, materias que se convertirían en aficiones posteriormente.
Estudia medicina en Zaragoza y recién salido de la facultad es llamado a filas porque a los partidarios del duque Carlos les da por volverse a poner reivindicativos con el trono y reclaman que este señor reine en España liándola parda con la tercera guerra carlista.
Con su título de médico bajo el brazo, Santiago oposita al Cuerpo de Sanidad Militar y obtiene una plaza como teniente en el regimiento de Burgos que está acuartelado en Lérida. Pero permanece poco tiempo en tierras leridanas ya que en aquella época a España en cuestiones bélicas le crecen los enanos con facilidad porque, además de los carlistas, las colonias de ultramar se ponen también en plan reivindicativo (en este caso pidiendo independencia de la madre patria) y nuestro médico protagonista se marcha a Cuba ya con el rango de capitán.
En la isla caribeña se dedica a atender principalmente casos de paludismo y disentería pues el peor enemigo que se encuentran los soldados son los mosquitos que abundan por la zona. Él mismo es infectado y la convalecencia que debe pasar le hace odiar la isla (dicen que los médicos son malos pacientes). Aquejado de caquexia palúdica grave (en castellano llano: adelgazamiento extremo debido al paludismo) obtiene la licencia y regresa a España en muy malas condiciones físicas.
Ya en casa Santiago abandona la vida militar en pos de otra igualmente guerrera pero más productiva: la docencia. Al mismo tiempo decide hacerse doctor ‘de verdad’, es decir, obtener el doctorado. Con veinticinco añitos Santiago es ya un doctor de pleno derecho y la realización de su tesis doctoral le despierta la vocación científica. Inoculado con el virus de la investigación se compra un microscopio y alterna su profesión médica en un hospital con algunos trabajos científicos más la participación en una logia masónica donde se hace llamar Averroes.
Durante unos pocos años se dedica a relacionarse con enfermedades infecciosas. Esta relación es tanto a nivel de investigador (estudia los mecanismos de propagación del cólera en una epidemia desatada en Valencia cuando él es catedrático allí) como a nivel de paciente (se agarra una tuberculosis que a punto está de despacharlo al otro barrio).
Con treinta y cinco años y tras casarse con el amor de su vida, Silveria Fañanás, se va a Barcelona como catedrático de histología. Allí empieza a investigar sobre la morfología y funcionamiento del sistema nervioso cerebroespinal.
En aquella época se creía que el tejido cerebral estaba compuesto de conexiones continuas. La tecnología del siglo XIX no daba para mucho y cuando del sistema nervioso se trataba a lo único que alcanzaba era a visualizar los nervios y poco más.
Santiago Ramón y Cajal empieza a bosquejar una teoría planteando que el sistema nervioso está formado por unidades estructurales independientes (neuronas) que funcionan mediante impulsos nerviosos.
En 1892 hace las maletas y se va a la Universidad Central de Madrid (la actual Universidad Complutense) para ocupar la cátedra de Histología e Histoquímica Normal y Anatomía Patológica. En la capital convence al gobierno para financiar el que se llamaría Laboratorio de Investigaciones Biológicas y donde investigaría hasta su jubilación en el año 1922 con setenta años. Pero que se jubilara no llevaba implícito que abandonara su labor científica pues siguió con sus estudios en el ya fundado Instituto Cajal. En este instituto investigador que lleva su nombre trabajaría hasta su muerte, acaecida en octubre de 1934, cuando una infección intestinal le acabó afectando al corazón. Tenía ochenta y dos años.

Los estudios histológicos de Ramón y Cajal permitieron conocer mejor el tejido nervioso. Aquellos nervios que se entendían como una unidad uniforme resultaron estar constituidos por pequeñas unidades autónomas, las neuronas. Estas células podían ‘tocarse’ entre sí y pasar el impulso nervioso de una a otra mediante el proceso denominado sinapsis. Pero en algunos tejidos Cajal observó que las neuronas estaban separadas entre ellas por un espacio que él llamó hendidura sináptica. Esta separación entre células nerviosas dificultaba entender cómo se podía dar la transmisión de los impulsos nerviosos: si las células estaban separadas esa transmisión se vería interrumpida. Ramón y Cajal propuso la existencia de unos ‘mensajeros químicos’ (neurotransmisores) encargados de llevar esa señal de una neurona a otra.
Esta explicación del funcionamiento del sistema nervioso se vería sustentada varias años después cuando un colega suyo, Henry Hallet Dale, descubrió el primer neurotransmisor, la acetilcolina. Para corroborar el modelo morfológico propuesto por don Santiago hubo que esperar hasta la segunda década del siglo XX cuando las imágenes proporcionadas por los microscopios electrónicos demostraron que Cajal no se había equivocado en su apreciación.
La teoría de la neurotransmisión o transmisión sináptica fue el detonante para comprender cómo funciona el sistema nervioso y como actúan muchas de las drogas que intervienen en él. La teoría de los neurotransmisores supuso el inicio de un campo fascinante de la farmacología.
Fueron muchos los reconocimientos internacionales que tuvo nuestro investigador. Son muchas las universidades que lo nombraron doctor honoris causa (Boston, la Sorbona, Cambridge, etc.). Los premios que recibió en vida (como debe ser) se cuentan por docenas, a destacar la Gran Cruz de Isabel la Católica, la Medalla Plus Ultra o la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa (con lo remisos que son los franceses para premiar a un no-gabacho en general y sobre todo a un español en particular).
Pero de todo este reconocimiento la palma se la llevó cuando le dieron el Premio Nobel en medicina. En 1906 la academia sueca concedió este galardón a Ramón y Cajal por su contribución a la recién descubierta neurociencia y a otro investigador, Camillo Golgi, por contribuir a los descubrimientos de Cajal aportando un novedoso método de tinción celular que permitió al español estudiar mejor las muestras.
Que un español consiguiera la máxima distinción a la que puede aspirar un científico ha sido, y sigue siendo, un orgullo para España pues nuestro país no se prodiga mucho en este tipo de talentos. Quizás, bien mirado, habría que reflexionar y llegar a la misma conclusión que Ortega y Gasset, el cual dijo que en lugar de un orgullo era una vergüenza porque la trayectoria científica de Ramón y Cajal era la excepción y no la norma.
Este científico no solo dio muestras de ser un investigador excepcional, también demostró ser una persona honesta en sus cargos públicos, algo casi tan raro en España como tener un premio Nobel. Le propusieron ser ministro de Salud e Instrucción Pública pero lo rechazó aunque sí aceptó ser senador vitalicio porque el cargo era gratuito; cuando envió a su hijo a estudiar al extranjero él era presidente de una institución que patrocinaba estudios de investigación, pero los gastos derivados de esa estancia los pagó de su bolsillo en lugar de concederle una beca como todos esperaban y cuando le nombraron director del Laboratorio de Investigaciones Biológicas pidió que le rebajaran el sueldo por considerarlo demasiado elevado.
Como investigador y como persona, Ramón y Cajal fue un referente. Nuestro segundo y último premio Nobel en medicina, Severo Ochoa, reconoció que la investigación en España era muy pobre, pero sin Cajal habría sido nula.
Ojalá nos lleguen más premios Nobel en ciencia y superemos ese paupérrimo número dos. Ojalá las palabras de Ramón y Cajal dejen de ser ciertas algún día: «Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia».



18 comentarios:

  1. ¡Qué bonito homenaje a este gran hombre y científico! La verdad es que desconocía muchas cosas sobre su biografía y ha sido para mí muy satisfactorio leerlas.Podemos estar orgullosos, aunque coincido contigo en que son demasiado pocos los científicos que llegan a su altura, en realidad solo uno más. ¡Lástima! Espero que alguna vez los de arriba tomen conciencia de ello y decidan invertir más dinero en ciencia e investigación, ¡que falta nos hace!. Un placer leerte, Kirke. Un abrazo.

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    1. Ojalá, Rita, tus deseos se vean cumplidos y el apoyo a la Ciencia en este país dé frutos en forma de más premios Nobel. Aunque yo no soy muy optimista porque la investigación científica en España siempre ha sido la hija repudiada de los presupuestos estatales.
      Gracias por tu visita y tu comentario tan entusiasta.
      Un beso grande.

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  2. Más de la biografía de este científico, sin el no habría descubrimientos básicos. Hoy en día hay muy buenos científicos que podrían hacer su trabajo con más medios.Un abrazo.

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    1. La falta de medios en España para investigar es una constante desde hace siglos, aunque eso, a veces, obliga a despertar el ingenio.
      De todas formas, un poquito más de presupuesto para investigación no vendría mal, en lugar de subvencionar escuelas donde se enseña a matar toros, más valdría apoyar otro tipo de enseñanzas más ejemplares.
      Un besote, Mamen.

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  3. Hace unos años estuve en la casa natal de Ramón y Cajal. Habíamos ido a Huesca con un grupo de alumnos durante una semana en una iniciativa llamada Rutas Científicas. Me impresionaron sobre todo sus dibujos, algunos de los cuales tenían allí. había visto muchos de sus dibujos de neuronas en libros, pero verlos al natural me encantó porque es que son preciosos. Siempre me gustó mucho explicarles a los alumnos que Ramón y Cajal completó la teoría celular al demostrar que hasta el sistema nervioso, en contra de lo que se creía, estaba formado por células individuales.
    Una gran entrada, amiga.
    Un beso.

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    1. Yo creo que hasta que llegó Ramón y Cajal y realizó sus estudios histológicos, todos creían que los nervios eran una especie de cables que transmitían los impulsos nerviosos, y como tales cables eran una unidad completa. El hallazgo y las teorías de este genio fueron un hito en su época y más teniendo en cuenta la poca definición y alcance de los microscopios del siglo XIX.
      Yo también tuve ocasión de ver algunos dibujos de Ramón y Cajal y, al igual que tú, flipé en colores por lo bien hechos que estaban, no en vano, de joven parecía que se decantaba por las bellas artes y el dibujo fue una disciplina que siempre cultivó.
      Un besote, Rosa, y gracias por tu comentario.

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  4. Me has hecho reír con eso de los dos nombres. También le pasaba a Ortega y Gasset, ja,ja,ja.
    La figura de Ramón y Cajal siempre me ha atraído, no solo por sus estudios sobre el sistema nervioso, sino también por ser uno de esos investigadores que se entregaba tanto al estudio que hasta se olvidaba de comer. Todavía recuerdo una serie de televisión, allá por los años setenta u ochenta, dedicada a su figura y que protagonizó Adolfo Marsillach, que resaltaba su vida privada al lado de una paciente y comprensiva mujer, pues, como decía, cuando se encerraba en su estudio-laboratorio, era qomo si no existiera.
    Desconocía muchas de las cosas que cuentas de su vida anterior a su fama y reconocimiento. Mira que hasta creía que era aragonés y no navarro de nacimiento. Y tanpoco sabía de su pepel médico-militar.
    Por cierto, no ha estado nada mal lo de diferenciar entre un "doctor" licenciado en medicina y un doctor de verdad, el que ha cursado un doctorado y obtenido el título de doctor. Tal es la confusión entre la población que a unos doctores en química y en psicología (dos compañeros míos) el personal de la empresa estaba convencido que eran médicos e iban a consultarles sus dolencias, je,je.,
    Volviendo al tema, en segundo de biológicas fueron muchos los dibujos y fotografías de las neuronas de la época de Cajal que tuve que ver y disfrutar. Incluso los laboratorios en los que hice las prácticas de histología recordaban a su época, je,je, compartiendo un microscopio entre diez estudiantes. Hasta en eso nos diferenciábamos de otros países en los que la investigación biológica se mimaba.
    Como siempre, me ha encantado leer su "demencial" entrada.
    Un beso, Paloma.

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    1. Lo de creer que Ramón y Cajal eran dos señores aunque suene a chiste es verídico. En el hospital que lleva su nombre en Madrid hay una escultura dedicada a él, es una representación de solo la cabeza. Pues bien, un día que acudí al centro hospitalario, al pasar al lado de dicha escultura oí a una pareja de ancianos preguntarse que ese quién sería, si Ramón o Cajal y por qué no habían puesto a los 'dos'. Por el tono serio en que hablaban yo creo que lo decían en serio.
      La serie que comentas la recuerdo vagamente, y tan solo permanece muy bien el estupendo papel que hizo Adolfo Marsillach que daba la fisonomía del médico sin necesidad apenas de maquillaje.
      Yo también creía que Ramón y Cajal era aragonés hasta que me documenté para escribir esta publicación, pero no. El caso es que lo de ser navarro casi casi es un tecnicismo, y que me perdonen los de Petilla de Aragón, porque esa población está en una 'isla de territorio navarro' enclavada en Aragón. Yo no lo entiendo muy bien, pero tampoco entiendo que el condado de Treviño sea burgalés y esté en Vitoria.
      Tampoco entiendo por qué a los médicos se les llama doctores sin necesidad de realizar el doctorado, algo que me parece muy injusto y que da lugar a confusión como es el caso de tus antiguos compañeros, ja, ja, ja.
      Lo de compartir un microscopio entre varios estudiantes es una muestra más de la poca inversión e importancia que se le da a la ciencia en este país. En honor a la verdad, ahora la cosa ha mejorado un poco, al menos en algunas universidades, y el ratio para compartir los aparatos es mucho mejor.
      Gracias, Josep Mª, por seguir esta demencia mía de hablar sobre ciencia.
      Un besote muy grande, colega.

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  5. Como pasa con tanta frecuencia un genio bastante desconocido, aunque como ha dicho Josep Ma yo también vi esa serie de televisión que me permitió conocer un poquito más a este gran maestro.

    Me ha gustado mucho conocer más de nuestro grandísimo premio Nobel y ojalá se dedicara mucho más tiempo, esfuerzos y recursos a nuestros científicos, por desgracia muchos de ellos tienen que estar trabajando en otros países que sí les dan las oportunidades que en este país de sol y pandereta parece que nos empeñamos en negar. Menos programas rosas y más programas divulgativos, se tiene que invertir muchísimo más en ciencia entre nuestros chicos para despertar vocaciones y en los investigadores que tenemos para que no sigan dependiendo de becas con 40 años, a ver si se aplica el nuevo gobierno y pone remedio al tema.
    Desde luego la investigación está muy ligada a la pasión porque en lugar de optar por vidas más confortables se dedican a investigar corriendo hasta peligro ellos mismos y eso los honra, igual que el hecho de no usar sus privilegios.

    También me ha gustado esa diferenciación entre los doctores y los doctores y me gustaría saber de dónde viene esa costumbre de llamar doctores a los médicos que con frecuencia son los que menos doctorados tienen.
    Un beso enorme

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    1. No dar importancia o el valor merecido a la ciencia es un mal endémico de este país. No sé yo si el nuevo gobierno se pondrá las pilas, pero con la cantidad de cosas pendientes seguro que la ciencia está en los puestos de cola. Siguiendo con el gobierno, a mí me gustaba mucho el anterior ministro de educación e investigación, Duque, un señor familiarizado con el mundo universitario y defensor de la investigación. A ver qué hacen ahora, pero como te digo no soy yo muy optimista.Ojalá me equivoque.
      Yo creo que la pasión por la ciencia se podría incentivar a poco que, desde las instancias superiores, se lo propongan. No hay más que ver cómo la serie de TV Big Bang Theory ha sido un éxito y ha acercado al mundo de la física a mucha gente que ha sentido curiosidad solo porque unos actores (y unos buenos guionistas) hablaban de esos temas.
      Lo de por qué se llama doctores a los médicos sin serlo realmente no tengo ni idea de donde viene. Algunos (médicos, claro) argumentan que la RAE en la definición de 'doctor' pone que es el médico, pero a mí esa explicación no me sirve porque ya sabemos que la RAE acepta expresiones porque se usan mucho, no porque estén bien dichas. En fin, chica, que no lo sé.
      Me alegra saber que con esta publicación has aprendido un poquito más de este científico nuestro.
      Un besote grande, grarnde.

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  6. Muy interesante, la figura de Santiago Ramón y Cajal es excepcional. Fíjate que mis hijos lo conocen por una serie de dibujos (Los Lunis), donde le dedican un capítulo. Allí dicen que también fue uno de los primeros culturistas de España y era aficionado al gimnasio. Por intuición o dedución, ya sabía de la importancia del ejercicio físico para la salud cerebral.
    Aprovecho para felicitarte este año que ha comenzado tan tumultuoso.
    Un abrazo.

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    1. Pues no sabía yo que Ramón y Cajal era culturista, sí que era un apasionado de la montaña y un gran caminante, pero lo del gimnasio lo ignoraba.
      Lo de los Lunis tampoco lo sabía y eso sí que me ha dejado con la boca abierta, pero es un signo evidente de que este científico ha calado y al menos se le recuerda. Que, además, los niños sepan de él, me parece estupendo. Es bueno que se familiaricen con la ciencia y con los buenos ejemplos que tenemos aquí y que yo, en mi modesto blog, intentaré dar difusión porque en la actualidad hay algunos investigadores que están desarrollando una labor puntera en campos muy interesantes, como María Blasco y sus telómeros.
      Un abrazo, Gerardo, un placer leerte por aquí.

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  7. ¡Hola, Paloma! Vaya cuatro personajes, Ramón y Cajal por un lado y Ortega y Gasset, por otro, je, je, je... Bueno, ahora en serio. Una figura de primerísimo orden, honrado y honorable, además de un grandísimo científico en este país tan dado a aquello de que inventen otros. Al margen del asombro que provoca comprobar cuántas experiencias podían vivir nuestros antecesores; A los 25 años, dos guerras y un doctorado, también me llamado la atención la curiosa coincidencia, lo he pensado sobre la marcha y seguro que es un disparate, que por la misma época en la que Ramón y Cajal descubría las neuronas, Max Planck hacía lo propio con los quarks. Es curioso como cada época parece centrarse en según qué aspectos, sin que los propios científicos tengan ninguna conexión y en campos tan diferentes. Y sobre la marcha también me viene Tesla, es como si a principios del s. XX el ser humano ya estuviera preparado para descubrir las conexiones de lo más pequeño, tanto en el cuerpo humano como en el electromagnetismo. Bueno, lo dicho no sé si es un disparate. Fantástica oportunidad para recuperar a uno de nuestros grandes de verdad. Un fuerte abrazo, Paloma!!

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    1. La segunda mitad del siglo XIX fue un estallido en materia científica, aparecieron investigadores por todas partes, algunos de ellos sin preparación específica (esto se dio sobre todo en la paleontología donde buscadores de fósiles se convirtieron en estupendos taxonomistas). La curiosidad y el afán frenético por conocer mejor la naturaleza hizo posible que la ciencia 'se disparara' y eso creo que propició que grandes mentes iniciaran un camino que nos ha llevado hasta donde estamos ahora.
      Lo de Tesla es especialmente llamativo porque algunos lo consideran un visionario pero yo 'solo' veo en ese científico una persona con una gran perspectiva que supo ver las posibilidades del electromagnetismo. Este personaje fue ya tratado en la otra etapa de Demencia, cuando era una sección en Leer, el remedio del alma, pero no descarto volver a escribir sobre él porque es uno de los científicos que más ternura me despiertan.
      Un abrazo, David, gracias por tu visita siempre entusiasta.

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  8. Me gusta mucho descubrir y aprender contigo, es todo un placer.
    A quien nos traes hoy, conocía muchísimas cosas, ya que mi abuelo materno, era médico, y me hablo mucho sobre él y sus importantes descubrimientos, y por supuestísimo sabía su Premio Nobel, y creo que todos nso debemos de sentir orgullosos de ello. En cuanto a la medalla por parte de los franceses, ya sabemos como se las gastan jejee, hay un ejemplo no muy lejano, Nadal, en fin.
    Eso si, no sabia su afición a la naturaleza, y que se le daba muy bien dibujar, ojalá tuviera oportunidad de ver esos dibujos, me encantaría.
    Espero con impaciencia ya tu siguiente y siempre interesante aportación.
    Un besote.

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    1. Tere, si buscas en internet puedes ver algunos de los dibujos que hizo Ramón y Cajal de las neuronas. Son espectaculares porque hay que tener en cuenta que disponía de muy pocos medios y la definición y alcance de los microscopios era muy mala, aun así hizo unas reproducciones estupendas.
      Siempre he envidiado a quienes dibujan bien, quizás porque soy una torpe integral para el dibujo, soy incapaz de pintar nada medianamente aceptable.
      Así que eres nieta de médico... vaya, vaya, qué calladito te lo tenías, ja, ja, ja.
      Un besote, guapa, pasa buen finde.

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  9. Hola, Paloma.
    Gracias por traernos a esta notoriedad, y lo digo con letras mayúsculas, no solo por todo lo que consiguió sino por la persona que se desprende de todo ello, a veces uno se sorprende de que lo que resulta que debería ser básico, estar bien, correcto, siempre es todo lo contrario. Así que uno se alegra de encontrar y poder aprender de personas de antes y ahora de este tipo que no se aprovechan de su nombre, de sus logros, todo lo contrario, estos dan ejemplo.
    Así que me quedo con los suyos.
    Un beso enorme, y feliz fin de semana.

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    1. Tienes toda la razón, Irene, es difícil encontrar hoy en día una eminencia que sea honesta y cercana. Normalmente se endiosan, claro que teniendo en cuenta que se pone chulo cualquier instagramer o youtuber que no sabe hacer la 'o' con un canuto... qué menos que los 'listos' se lo crean también.
      Ahora, en serio, creo que ya bastantes genios por ahí que son humildes, de hecho, el verdadero sabio es el que reconoce que aún le falta mucho por saber, y lo demuestran con sus actos todos los días.
      Gracias por tu encantadora visita.
      Un besote.

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