lunes, 18 de mayo de 2020

Epidemias: la amenaza que no cesa


Después de muchas semanas publicando sobre el SARS-Cov-2 he decidido cambiar de tema, aunque lo que viene a continuación, a más de uno, le sonará mucho y creerá identificarlo con lo que nos está pasando ahora.
En este apartado de la Ciencia en la Historia, voy a contar una de las muchas epidemias que asolaron nuestro país (el coronavirus no es el único que nos ha visitado para fastidiarnos), concretamente me refiero a la epidemia de cólera de 1885.
Pero antes de entrar en materia explicaré qué es el cólera y cómo se propaga.
El cólera es una enfermedad infecciosa producida por el bacilo Vibrio cholerae y que se contagia por consumir agua y/o alimentos contaminados. Las malas condiciones higiénicas, donde el lavado de los alimentos no es el adecuado o donde las aguas residuales se vierten a ríos que posteriormente se utilizan para el consumo o para regar huertas ―contaminando verduras y hortalizas―, están detrás de la proliferación de la enfermedad.
Esta enfermedad se caracteriza por diarreas acuosas y alteraciones gastrointestinales que provocan la deshidratación afectando a órganos como el corazón y con resultados muy graves que suelen acabar en muerte. El tratamiento suele consistir en combatir los síntomas donde la principal meta es revertir el estado de deshidratación. También se pueden administrar antibióticos o sustancias antimicrobianas, aunque, una vez desencadenada la enfermedad, el principal objetivo sigue siendo combatir la deshidratación.
A lo largo de la historia han habido muchas epidemias de cólera. En España, solo en el siglo XIX hubo cuatro (en 1834, 1855, 1865 y 1885) con efectos demoledores.  Al cólera también se le han dado diferentes nombres: morbo asiático (por su procedencia de países de Asia), huésped del Ganges (por el mismo motivo que lo de asiático), peste azul (la deshidratación provoca cianosis que da un tinte azul a la piel), etc.
La epidemia de 1885 llegó a España en un vapor mercante que arribó al puerto de Alicante en el otoño de 1884, un año antes. Se empezó a propagar por la zona de Levante para llegar a todo el país en cuestión de meses. A Madrid, dicen que lo llevaron los segadores valencianos que finalizando las tareas agrícolas en su zona se fueron a otras comarcas a seguir segando.
Sea como fuere, el primer caso de cólera se da en Madrid el 20 de mayo, pero oficialmente se declara la epidemia el 16 de junio, casi un mes después. Por aquel entonces no existían las comunidades autónomas y la gestión de la sanidad corría a cargo de los órganos provinciales junto con los ayuntamientos por lo que la declaración de epidemia se publica en La Gaceta de Madrid ―el germen de lo que sería el Boletín Oficial del Estado décadas más tarde―. El caso es que al declarar en Madrid la epidemia, los comerciantes ponen el grito en el cielo y dicen que por qué en Madrid y no en otros sitios, que en Valencia también hay casos y ahí no han declarado nada.
Es tal el cabreo que se agarran que montan una huelga porque esa declaración va a asustar al personal y hará que se recluyan en casa abandonando la vida social ―recordemos que la población ya había sufrido otras tres epidemias de cólera en el espacio de treinta años―. Total, que los comerciantes e industriales se manifiestan en la calle para protestar provocando altercados públicos que obligan a las fuerzas de seguridad a poner orden y a repartir mamporros junto algún que otro tiro.
Algunos llegan a acusar al gobierno de «terrorismo epidémico» por alarmar injustificadamente a la población. A todo esto, el pueblo llano y pobre ―precisamente el más afectado por la epidemia pues las condiciones insalubres y el hacinamiento en el que viven les hacen ser la población más vulnerable― también protesta y sale a la calle, añadiendo más follón al asunto.
Mientras que la gente se enfada, el cólera va a lo suyo y se carga a gente a tutiplén, pero todos están enfrascados en sus quejas y mirando sus bolsillos.
Llega el verano y el tema en todos los corrillos es el cólera y las medidas que se están tomando. Los periódicos se venden como rosquillas porque el pueblo quiere saber algo más de una enfermedad de la que se conoce muy poco ―la microbiología en el siglo XIX aún estaba en mantillas y Koch, el verdadero entendido sobre este bacilo, lo había descubierto solo dos años antes―. En este aspecto se da una peculiaridad (o quizás no tanta): los rotativos afines al gobierno apenas hablan de la epidemia, mientras que los de la oposición empiezan a dar caña a base de bien.
Cuando aparecen los primeros casos en Madrid, las clases pudientes se piran a sus residencias de verano en la costa o en la sierra. Pero precisamente en Madrid es donde la epidemia tiene menor incidencia respecto al resto de España, y mucha gente de la zona de Levante (lugar donde se inició) se desplaza a la capital porque ven que ahí es más seguro.
¿Y qué medidas se toman para atajar la epidemia? Pues las autoridades provinciales de Madrid dan protagonismo a un recién estrenado laboratorio municipal que se encarga de establecer unas normas de desinfección. Reclutan a barrenderos, mangueros y otros operarios del servicio de limpieza para que fumiguen todos los rincones.
Esta medida tampoco es bien acogida por los madrileños que se sublevan, no porque no quieran acabar con el mal, es que el material para fumigar consiste en utilizar bicloruro de mercurio un compuesto muy tóxico que se carga al bacilo pero que provoca diarreas, vómitos y sangrado estomacal…  más o menos como tener el cólera. De hecho, algunos médicos no están de acuerdo con estas medidas y argumentan que «es peor el remedio que la enfermedad».
Sin embargo, ya hay científicos que se ponen a la tarea. Entre estos está un médico, Jaime Ferrán, que dice tener una vacuna. Tan seguro está de su efectividad que se inocula con ella y lo hace también con otras personas, pero el problema es que algunas de esas personas ya están infectadas cuando se vacunan, y en estos casos no suelen ser efectivas estas herramientas pues se trata de “prevenir” y no de “curar”. El caso es que algunos vacunados fallecen y los enemigos del buen doctor Ferrán se le echan encima diciendo que ha sido por la vacuna.
Tiene que intervenir el gobierno e intenta contentar a todos, así que da una de cal y otra de arena. Dictamina que la vacuna no hace daño, pero que, por si acaso, solo la ponga el propio doctor para estar seguros de que está bien elaborada. Ferrán dice que eso es mucho curro y decide dejarlo para otra ocasión.
Antes se ha comentado que en Madrid la mortalidad fue menor que en otras zonas de España, se cree que fue debido a que en las otras tres epidemias anteriores (1834, 1855 y 1865) causaron mucho más daño, pero, a cambio, confirió a la población cierta inmunidad que les hizo ser más resistentes en esta cuarta oleada. Aun así, la epidemia de 1885 provocó solo en Madrid 1.366 muertes (340 por cada 100.000 habitantes) y duró 133 días. Aunque estas cifras nos puedan parecer bajas, en aquella época supuso un grave problema, de hecho, los cementerios se quedaron literalmente sin sitio y se tuvo que abrir apresuradamente la Necrópolis del Este que estaba en construcción (hoy es el llamado cementerio de la Almudena).
En el siglo XIX, España no volvió a sufrir ninguna otra epidemia de cólera, pero cinco años después otra infección vino a visitarnos, en esta ocasión fue un virus, el de la gripe, que también la lio parda.
No sé si a más de uno muchas de las cosas que he contado le suenan como algo más reciente, o si, incluso han tenido una especie de “déjà vu”. Las epidemias han sido, y serán, el pan nuestro de cada día, y se repiten cada cierto tiempo. Pero no hay nada más repetitivo que el ser humano. Su comportamiento es tan previsible que, a veces, me gustaría que fuésemos un virus para poder mutar más fácilmente, a ver si así salía otra especie mejorada, con cualquier cambio, por mínimo que sea, sale algo mejor, seguro.




20 comentarios:

  1. Interesante información la que das en esta entrada, Paloma. El ser humano es el mismo en todos los tiempos: incrédulo al principio, sopesando siempre riesgo vs confort económico, y, finalmente, saliendo para adelante pero dejando detrás un reguero de fallecimientos. Nos olvidamos de que somos seres vivos y como tales estamos expuestos siempre al riesgo de muerte.
    Un beso

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    1. Según yo lo veo, detrás de estos comportamientos tan egoístas no está nada más y nada menos que el instinto de supervivencia. Bien es cierto que el género humano progresó como lo hizo porque vive en sociedad, es el grupo el que ayuda a esa supervivencia, pero en ocasiones puntuales de riesgo como estas, a veces, el egoísmo es lo que asegura salir adelante.
      Lo del amor al prójimo y la solidaridad son inventos que nada, o muy poco tienen que ver con la biología, aunque, insisto, el ser humano es un animal grupal y en el grupo radica mucha de su fuerza.
      Expuestos a la muerte estaremos siempre, como decía mi abuela: no hay nada más arriesgado que vivir.
      Un besote.

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  2. Yo no he vivido ninguna epidemia importante, salvo la que estamos pasando, que es para que forme parte de la historia, pero si recuerdo que siendo muy jovencita ( serían los años 70) se dieron en el país algunos casos de cólera,un pequeño brote, y mucha gente corrió a ponerse la vacuna, por si las moscas, entre ellas yo. La cosa terminó en nada y se controló bien, no tuvo ni mucho menos la trascendencia de lo de ahora.
    Muchas veces pensamos que lo tenemos todo controlado en materia de salud, que la medicina de hoy está muy avanzada, pero los riesgos siguen ahí, y a la vista está lo que estamos padeciendo ahora.
    Un abrazo

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    1. El ser humano es vulnerable, y el que no quiera verlo tiene un problema. Por mucha tecnología, por mucho progreso, siempre estaremos expuestos a algo que nos ponga en jaque, y a veces, como ocurre ahora, es un agente pequeñito, pequeñito, pero muy dañino.
      Al menos, ahora tenemos más medios tecnológicos para investigar y dar con un remedio en menor tiempo que antes, pero el riesgo siempre estará ahí. Cuando dominemos a este virus, saldrá otro, o una bacteria resistente a antibióticos o vete tú a saber. Pero esto es lo que hay.
      Un abrazo.

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  3. Efectivamnete, podemos afirmar que la historia se repite. La pandemia de ahora parece un "remake" de lo que describes en lo concerniente al comportamiento humano, y no solo del pueblo llano sino de las autoridades. En este caso hablas de una epidemia del siglo XIX, así que parecería lógico que la gente no hubiera aprendido nada de esa experiencia. Pero es que hace tan solo unos años tuvimos varias epidemias que, aunque no resultaron tan mortales y no llegaron a ser pandémicas, sí deberían haber "entrenado" a los epidemiólogos y a las autoridades sanitarias a actuar/reaccionar rápida y eficazmente. Ahora se acaba de hacer público que expertos de la OMS se tomaron, allá por el mes de febrero, al coronavirus actual como algo mucho más banal de lo que ha resultado ser. Hemos llegado a un punto que hasta ya no me fío de esos proclamados expertos, que ni siquiera se ponen de acuerdo en el uso de la mascarilla y que ahora dicen que no saben si el virus se puede contagiar a través de materiales inertes.
    Muy buena lección de historia y ciencia, Paloma.
    Un beso.

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    1. Yo no tengo muy buena opinión de los "expertos" que trabajan para la OMS. Creo que en varias ocasiones he dejado constancia de mis reticencias con estos señores, de hecho, con motivo del informe más que cuestionable sobre la carne roja que emitió la OMS, publiqué un artículo en una revista científica y, viendo la buena aceptación que tuvo en el sector, me di cuenta que mis impresiones las comparte bastante gente del mundo de la investigación.
      La OMS ha perdido mucho crédito, no sé si por mala praxis o porque esos expertos no lo son tanto, o por las dos cosas. Desde aquella gripe A en la que nos dijeron que iban a morir unos dos millones de personas y luego resultó, afortunadamente, que no era para tanto, creo que muchos no nos fiamos ya de lo que dicen. Después de aquella metedura de pata, hubo más, por ejemplo la gestión que hicieron del penúltimo brote de Ébola (cuando vino aquí un misionero infectado que a su vez contagió a una auxiliar de enfermería), fue francamente mejorable, no supieron ver que había brotes masivos en lugares donde antes el Ébola no había aparecido y anduvieron como pollo descabezado.
      En fin, que no saben muy bien lo que se hacen, y eso provoca en la población cierta inseguridad. No seré yo quien le dé la razón a un tipo como Trump, pero lo cierto es que con esta pandemia la OMS, una vez más, no está dando la talla ni de lejos.
      Un besote.

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  4. Buen apunte histórico. No se aplicó la vacuna del doctor Ferrán (al que podrías dedicarle un especial, ahí lo dejo) por una mezcla de corrupción, ignorancia y luchas de poder (incluso en el seno de la comunidad científica de entonces, porque Ferrán era un "don nadie"). En los libros de Historia de Bachillerato apenas se menciona de pasada, pero mató a más de 100.000 personas e hizo que los cementerios pasara a ubicarse, por ley, fuera del casco urbano.
    Leyéndote queda claro que el ser humano es predecible, parece mentira que nos la demos una y otra vez.
    Un abrazo.

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    1. Te confieso, Gerardo, que supe del buen doctor Ferrán por casualidad. Me estaba documentando sobre la epidemia de 1885 para una especie de novela que estoy escribiendo y di con una ponencia de una catedrática valenciana que hablaba sobre él. Me quedé asombrada, y como bien dices tuvo muchos enemigos que le estuvieron tocando las narices con argumentos nada científicos. El suceso que relato brevemente sobre sujetos a los que inoculó la vacuna pero que ya estaban infectados (fueron un grupo de monjitas) lo utilizaron para darle caña de la buena, argumentando que la vacuna era poco menos que veneno. En fin, tengo por ahí el pdf de esa ponencia y puede que te haga caso e indague algo más sobre este hombre para publicarlo por aquí.
      La epidemia de cólera de 1885 fue terrible en algunas zonas, aunque en Madrid precisamente no fue la peor de las cuatro que se dieron en España en el siglo XIX, pero, según todos los datos que recabé al respecto, fue porque la población ya empezaba a tener inmunidad grupal y eso les ayudó.
      Lo que comentas de los cementerios, en Madrid se dio la orden con la anterior epidemia, ya llevaban tres y lo habían pasado francamente mal. Precisamente, en esta cuarta epidemia, y con la orden municipal de hacer los cementerios fuera del núcleo urbano, se estaba ya construyendo lo que hoy es el cementerio de la Almudena.
      Y, sí, somos predecibles y muy repetitivos, no es que tropecemos dos veces en la misma piedra, es que somos capaces de romperla de tantos golpes como somos capaces de darnos con ella.
      Un abrazo.

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  5. No sabía yo de esas epidemias de cólera en España. Sabía que en el siglo XIX era una enfermedad que se padecía en casos de falta de higiene o en guerras en las que no da tiempo a enterrar a los cadáveres y se contaminan las aguas, pero no sabía de esas epidemias claras con catalogadas con fecha y todo.
    Evidentemente, no llegaban a pandemias porque la población no era aún tan numerosa y porque la movilidad estaba muy reducida.
    Ahora estamos condenados a pandemias causadas por virus porque a las bacterias las tenemos más o menos controladas con los antibióticos (al menos mientras las cepas resistentes no nos controlen a nosotros).
    De todas formas no hay que olvidar que en toda población animal una de las formas en que se controla el excesivo número de individuos es con las epidemias. Me estoy haciendo nihilista... no sé en qué voy a terminar 😂😜.
    Muy interesante tu entrada me ha dado a conocer cosas que ignoraba totalmente.
    Un beso.

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    1. No te fíes demasiado de las bacterias resistentes a los antibióticos porque, según los expertos, en treinta años, las infecciones resistentes a antibióticos serán la primera causa de muerte en el mundo, superando al cáncer y a los accidentes cardiovasculares, de hecho ya ha desbancado al cáncer en algunas zonas del planeta. La cosa está chunga.
      Lo que comentas de evitar la "proliferación" de especies mediante virus o infecciones varias no es ninguna herejía, ni nada parecido. En los documentos que leí, se vio que el hacinamiento y sobrepoblación mejoraron con estas cuatro epidemias de cólera en el siglo XIX, así que la naturaleza, mal que nos pese, sigue su curso y esto, como bien comentas, las epidemias son herramientas de equilibrio natural.
      Un besote.

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  6. La historia de la humanidad se puede sintetizar en olas, olas económicas, olas pandémicas... El problema ya no es ese en sí, el problema es que la humanidad olvida y nunca está preparada.
    SAludos.

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    1. Tenemos muy mala memoria para algunas cosas,. El ser humano, además de predecible es olvidadizo y eso le impide aprender de los errores pasados.
      Ahora lamentamos mucho los recortes en sanidad, ya verás como, una vez superado este brote, no se invierte en el sector.
      Un abrazo, Manuela.

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  7. ¡Hola, Paloma! De la gripe española, manda narices que se llame así porque fuimos el único país que se la tomó en serio, había leído algo en el confinamiento. Pero la verdad es que de las que mencionas en la entrada no. Me parece que el guion siempre será el mismo. Desatada la pandemia, el miedo se instala en la sociedad, y esa emoción desata nuestro instinto de supervivencia, creo que eso no cambiará nunca.
    También es verdad que estas situaciones siempre las valoramos cuando se producen, no cuando se evitan. Como indicas en un comentario, la OMS alertó de la gripe A, España se gastó no sé cuántos millones de euros en vacunas que después tiró a la basura. No sé, pienso que lo raro sería que cada tres generaciones no se produzca la aparición de un virus. Y es que la primera causa de mortalidad es la vida. Estupendo artículo!!

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    1. Lo de la gripe española tiene mucha miga, además el virus llegó de EEUU, unos soldados americanos lo llevaron a Europa en la Primera Guerra Mundial, pero España fue la única que registró el problema o se atrevió a hablar de la epidemia. Por cierto, la pandemia de gripe que asoló España (y, evidentemente a todo el mundo) en 1890, y que cito al final de la entrada, se llamó gripe rusa; como ves tenemos tendencia desde siempre a darle nacionalidad a los males y eso de echarle la culpa a los de fuera viene de antiguo.
      La gripe A y la OMS es un caso digno de novela negra, hubo un médico que estuvo en el comité de "expertos" que se encargó de analizar los riesgos, que parece ser tenía acciones en el laboratorio farmacéutico encargado de fabricar el Tamiflu, un antiviral para el virus de esa gripe. Ahí lo dejo.
      Completamente de acuerdo en que la vida no se entiende sin la muerte. Como le comento a Juan Carlos, no hay nada más arriesgado que vivir.
      Un abrazo.

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  8. Toda la razón en el artículo y en los comentarios. Cambias la fecha y cambias el nombre de la enfermedad y es un reflejo exacto de lo que hoy vivimos. Tengo la misma pobre opinión sobre la torpeza de la OMS a la que se alude también en algunos comentarios, y creo que debería afrontar cambios sustanciales, no por las arengas del papanatas de Trump (a ver si tras atiborrarse de colroquina se atrevo con el tarro de lejía y nos deja en paz), sino porque la cadena de negligencias cometida no puede ser más alarmante. Excelente artículo.

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    1. Creo que de la OMS no se fía ya casi nadie, y no sé qué cambios se pueden esperar de esa organización tan poco creíble. Ojalá sea así, a lo mejor, ahora que tienen la amenaza de perder dinerito de EEUU se ponen firmes, pero si lo que van a hacer es bailarle el agua a Trump, vamos a salir de Guatemala para entrar en Guatepeor.
      Yo creo que deberíamos dejar a Trump que se tome toda la cloroquina del mundo, incluso yo le aconsejaría que se doblara la dosis, con un poco de suerte no puede presentarse a las próximas elecciones, aunque, entre tú y yo, no creo que se la esté tomando en realidad, no es tan tonto como parece.
      Un abrazo, Jesús.

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  9. Algo sobre las epidemias si que sabía ya que durante estos días mi marido me ha hablado e ilustrado mucho sobre ello, y sobre todo porque tenemos diferente opinión respecto a esta epidemia y nos pasamos casi todo el tiempo discutiendo, uf, me tiene agotadita, no creo que llegue la sangre al rio, o sea en divorcio pero me agota uf.
    Respeto a la OMS yo tampoco tengo mucha confianza, pero una pregunta por curiosidad ¿que opinión te merece el Sr. Simón? ¿Tenemos que fiarnos de él? porque vamos yo ya no se a quien creer ni que pensar con todo lo que esta pasando, ahora mascarilla si, ahora no, en fin me vuelvo loca, de verdad.
    Un besote y espero que sea cierto eso que he leído, de lo mucho que leo que ya te digo que me voy a volver loca y que es posible que este coronavirus muera de forma natural por la temperaturas altas y que en otoño vuelva pero con menos virulencia que la actual, ¿puede ser eso cierto? ¿cabe esa posibilidad, aunque sea remota? Muchas gracias por las respuestas.

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    1. Fernando Simón despierta pasiones, en un sentido y en otro, o le odian o le aman. Yo creo que es uno de los técnicos que hay en el Ministerio de Sanidad y que ejerce su función como puede dentro de lo complicado que es estar expuesto a las cámaras. Desde luego su currículum es muy bueno, algo que no pueden decir la mayoría de los políticos que tanto le critican. La preparación académica y profesional es impresionante y, hasta donde yo sé, su puesto en el ministerio es por oposición, no por designación a dedo por el político de turno. Así que, desde ese punto de vista, creo que es un tío preparado, otra cosa es que se haya equivocado en algunas cosas, no todo lo ha hecho bien, pero viendo lo que ha pasado en otros países que tanto admiramos, lo mismo es que nadie estaba preparado en realidad para afrontar todo esto.
      Lo de las mascarillas no lo tiene claro ni la OMS. Yo creo que al principio, al no haber suministro, no quisieron agobiar diciendo que eran adecuadas, ahora que sí hay abastecimiento ya son obligatorias. De todas formas, si fuéramos más limpios y educados no serían necesarias, es de primer curso de urbanidad que no se debe toser encima del prójimo, ni escupir, ni cosas así, pero como somos como somos...
      Este coronavirus es nuevo, pero es primo de otros que sí se conocen por lo que se espera que tenga comportamientos similares. Cuando hace calor, muchos virus pierden capacidad de contagio, pero no desaparecen. Hay gente que coge la gripe en agosto, son pocos, pero haberlos, haylos, lo que pasa es que no salen en los telediarios. Para mí, lo principal es que nosostros, cuando hace calor estamos más fuertes para defendernos de los virus porque las mucosas de la nariz y de la boca, vía de acceso de estos virus, están en mejores cndiciones que cuando hace frío, y eso impide que el virus acceda a nuestro interior, léase bronquios y pulmones.
      Está claro que la temperatura algo tiene que ver en la transmisibilidad porque en Brasil, que ahora está en otoño, está cogiendo impulso la enfermedad, aunque en este caso en concreto, la estupidez de su presidente algo tiene que ver también.
      Espero que te haya aclarado algo y si no, ya sabes dónde estoy para seguir preguntándome ;)
      Un besote, Tere.

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  10. Muy interesante Paloma, y sí he tenido un dejà vu que me ha entristecido, no aprendemos nada de nada y prima el gen egoista. No sabía de esta pandemia, sí que como comenta David con motivo del covid19 me enteré que la gripe española no era de origen español ni surgió aquí y que su nombre se debía a razones políticas y de nuevo la política y sus extrañas motivaciones que con frecuencia se alejan de las necesidades reales. Todos tenemos muy mala memoria y la historia si se quiere entender nos da muchas lecciones.
    Y si ¿para cuándo el Dr Ferran?
    Besotes

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    1. Lo de la gripe española ya empieza a trascender el porqué de ese nombre, porque en realidad salió de EEUU, mira tú por dónde.
      No sé qué escritor dijo que el pueblo que no recuerda su historia está condenado a repetirla, y es cierto.
      En deferencia a Gerardo y a ti, me pondré a investigar sobre la vida del doctor Ferrán y escribiré una publicación. Prometido.
      Un besote.

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