jueves, 28 de mayo de 2020

Expedición Balmis: cuando la filantropía salva vidas


Quizás lo que voy a contar a continuación les suene a muchos porque hay varias novelas y películas sobre el tema, pero una servidora fue conocedora de los detalles hace bien poco (consecuencias de no estar al tanto de todo lo que se publica en España y de ser una inculta en materia cinematográfica). No obstante, se conozca o no lo que voy a contar, creo que es preceptivo recordar y/o volver a saber sobre el doctor Balmis y su expedición porque lo que hizo (él y sus colaboradores) es una de esas cosas que nos reconcilian con el género humano.
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna o Expedición Balmis (en honor a su director) tuvo lugar entre 1803 y 1806; su objetivo era llevar la vacuna de la viruela hasta el último rincón de lo que por aquella época era el imperio español. Se la considera la primera expedición sanitaria internacional de la historia.
Antes de contar las peculiaridades de esta expedición y su periplo, pongámonos en contexto.
La enfermedad de la viruela causaba alta mortandad entre la población. Cada cierto tiempo se desataba una epidemia y se llevaba por delante a un montón de gente. A finales del siglo XVIII, un tal Edward Jenner vino a aliviar el asunto cuando descubrió la vacuna. Ya hablé de este hito histórico en el blog con la entrada “Blossom, la vaca que salvó vidas” (si queréis recordar pinchad AQUÍ): esta vacuna consistía, a grandes rasgos, en obtener el virus de la viruela de las vacas (menos dañino que el que afectaba a los humanos) e inocularlo en las personas; estas desarrollaban la enfermedad con síntomas muy leves y obtenían además inmunidad para el virus de los humanos que era el chungo y el que se cargaba a la población.
Cuando el descubrimiento de Jenner se hizo público y trascendió, el rey de las Españas, Carlos IV, decidió repartir la vacuna a todo el reino (que incluía mogollón de territorio porque América era casi enterita parte de ese reino). Dicen que este rey estaba muy sensibilizado con el tema de la viruela porque él mismo perdió a una hija, de tres añitos, por esta enfermedad, otros dicen que la sensibilización le venía de ver perder demasiados súbditos por culpa de la viruela y que, al espicharla, dejaban de colaborar en forma de trabajo y de impuestos para el glorioso imperio.
Sea como fuere, este señor decidió organizar una expedición con el fin de llevar la vacuna. En realidad, la idea se la dio su médico personal, Francisco Javier de Balmis y Berenguer, un alicantino nacido en 1753 y que se hizo militar y cirujano para ir primero a ultramar (Cuba y México) a ejercer la profesión de médico curando enfermedades venéreas y luego regresar a la madre patria para convertirse en médico de la corte.
Carlos IV se deja convencer por Balmis y paga con fondos públicos la expedición para vacunar a la población infantil principalmente por ser la más propicia a no haber pasado la enfermedad (aún no se conocían los test serológicos, de hecho, ni se sabía que existían los anticuerpos) y por tanto la más necesitada de la profilaxis. Yo tenía a Carlos IV por un idiota nefasto (por largarse en cuanto le vio las orejas a Napoleón y por engendrar a Fernando VII), pero se ve que todos tenemos nuestra redención de una manera u otra y esta expedición fue la de aquel rey.
El objetivo de la expedición ya es algo peculiar, no era habitual gastar dinero en prevenir enfermedades entre toda la población (aunque fuera para evitar otros males de tipo tributario), pero esta, además, tuvo otra particularidad.
Por los inicios del siglo XIX no existían las neveras, cuando uno quería conservar algo se dedicaba a meterlo en algo frío, o sea, nieve y conseguirla no era fácil a no ser que se viviera en Groenlandia o en las cercanías. Además, esta nieve tenía una caducidad más o menos breve dependiendo del clima (en los veranos de Madrid, unos segundos). Así que conservar muestras vivas, o parecidas como son los virus de la viruela vacuna, era complicado. Si el virus se metía en una rama de algodón, se guardaba en una placa de vidrio y se sellaba con cera, parece que aguantaba activo unos diez días. Este era el método para llevar la vacuna (recordad, el virus vacuno) de una ciudad a otra si la distancia a recorrer no llevaba más tiempo de esos diez días.
Pero ya se ha comentado que el imperio español tenía un vasto territorio y llegar hasta algunos sitios llevaba mucho más de diez días. De hecho, ir de España a América se tardaba unos dos o tres meses (dependiendo de las borrascas, las olas y demás problemillas que uno se puede encontrar en alta mar). Así que lo de sellar un tubo con cera pues como que no iba a servir de nada.
Balmis ideó otra forma de transportar el virus: dentro de un ser vivo, concretamente un niño, o sería más correcto decir, varios niños. La idea consistía en inocular el virus de la vaca en dos niños para luego aislarlos, cuando a los diez días, aproximadamente, desarrollaran la enfermedad (recordad, atenuada) y tuvieran las pústulas características se les extraería de ahí el líquido que se inocularía a los dos niños siguientes y así sucesivamente hasta que llegaran a costas americanas donde los siguientes a inocular serían los propios habitantes de la zona.
Antes de salir ya hubo que bregar con el primer problema: reclutar a los niños. Se ofreció darles manutención (faltaría más) y formación para que pudieran ejercer un oficio cualificado. Pero los padres de las criaturitas no las tenían todas consigo, porque el viaje en sí ya era arriesgado, pero si encima les pinchan algo que provoca una enfermedad… pues como que no. Ante la reticencia paternal de la población infantil, se tomó una decisión firme: reclutar niños de los orfanatos, ahí no habría padres que protestaran ni dudaran. Entre los 22 niños elegidos se encontraban huérfanos de Madrid, La Coruña y Santiago. Entre el personal sanitario se encontraba el propio Balmis, dos médicos ayudantes, dos practicantes, tres enfermeras y la directora (y también enfermera) de uno de los orfanatos donantes de niños, Isabel Zendal Gómez, de la que volveré a hablar más adelante.
La expedición zarpó del puerto de La Coruña en noviembre de 1803 a bordo del navío María Pita. La primera parada fue en las islas Canarias, allí se hicieron las primeras vacunaciones masivas. La siguiente parada fue en Puerto Rico, y allí los expedicionarios se llevaron una buena sorpresa pues comprobaron que la vacuna ya era conocida, la habían obtenido de la vecina colonia danesa de Santo Tomás y mediante contrabando (estaba prohibido mercadear con los extranjeros que puteaban al imperio español). Algo parecido les pasó cuando llegaron a La Habana, allí había sido otro médico, Tomás Romay, un criollo nacido en Cuba, el encargado de conseguir la vacuna por medios poco claros. Esto se repitió en otros destinos de la ruta expedicionaria, y creo necesario puntualizar que la obtención de la vacuna extraoficial (de contrabando, de extranjis, o como se le quiera llamar) conllevaba que aquello no era legal y eso implicaba que se aplicaban precios abusivos y solo asequibles para las clases altas. Además, y esto es otra particularidad de la expedición, entre los objetivos no estaba solo vacunar a la población sino asegurar la conservación de la vacuna en cada zona para que se difundiera por más territorios de a los que llegaron los expedicionarios, esto se consiguió con la implementación de las Juntas de Vacuna, organismos encargados de mantener el virus vacuno fresco y disponible.
Cuando Balmis y compañía llegaron a Venezuela, la expedición se dividió en dos grupos; un grupo dirigido por el doctor José Salvany, se dirigió a América del Sur, el otro grupo dirigido por el propio Balmis se fue a la zona del Caribe, hacia el norte del continente y luego tomó rumbo a las Filipinas, que no estaban en América pero también formaban parte del vasto territorio español.
Cada grupo tuvo resultados algo diferentes. El de Salvany se caracterizó principalmente porque lo pasó fatal. Tuvieron un naufragio en la desembocadura del río Magdalena donde la mayoría de los miembros murió. El buen doctor Salvany perdió primero un ojo y luego la vida en Bolivia, varios años después. Evidentemente, no regresó a España nunca.
El grupo de Balmis también pasó lo suyo, porque viajar en aquella época y más por algunos sitios, como selvas y lugares llenos de peligros, era una temeridad. A los trances propios de la situación, hubo que añadir un problema más, y es que casi nadie se quería vacunar voluntariamente en los sitios donde no estaban al tanto de los avances con la enfermedad, lo que era decir en casi todos los lugares. Con no pocos esfuerzos estableció, por donde fue pasando, las ya citadas Juntas de Vacuna. Llegó a vacunar a los habitantes de Nuevo México, California, Texas y Arizona, que ahora son muy estadounidenses, pero en aquellos años eran muy españoles (lo mismo ahora, con lo del coronavirus, les gustaría seguir siéndolo, quién sabe).
Cuando acabó con América (me refiero a vacunar), Balmis se fue a Filipinas, allí siguió con su labor profiláctica y, ya puestos, se fue a China a hacer lo mismo. Ni en aquella época, ni en ninguna otra China formó parte del imperio español porque ellos ya tenían el suyo propio, pero se ve que el bueno de Balmis se vino arriba y se fue a hacerles un favor a algunos chinos (‘solo’ estuvo por Cantón). En este punto debo volver a citar a Isabel Zendal Gómez, la directora de uno de los orfanatos de donde salieron los primeros niños. Esta mujer, con su dedicación personal y sus cuidados fue clave para que la expedición fuera un éxito. El personal sanitario tuvo un papel relevante, claro que sí, pero la implicación de Isabel para velar por los niños ayudó a que todos sobrevivieran (salvo uno que murió en el viaje a América). Ella misma enfermó gravemente y a punto estuvo de no contarlo. Por cierto, ni ella, ni ninguno de los niños, regresaron a España, todos se fueron asentando, de una manera u otra (algunos eran “reemplazados” por niños nuevos, en los diferentes países por los que recalaron. Isabel, en concreto, y finalizada la misión, cuando la expedición llegó a Acapulco, de vuelta de los mares chinos, se instaló en México para siempre.
Balmis sí decidió volver a España, pero como se quedó sin dinero (tanto viajar, tanto viajar, no sale barato) tuvo que pedir un préstamo. Llegó a Lisboa en febrero de 1806, pero antes se paró en la isla británica de Santa Helena a vacunar al personal. Se ve que le había cogido el gusto.
Una vez en la corte de Madrid, y cosa rara, fue recibido con todos los honores y el rey le felicitó, cosa rara también porque nuestros monarcas son de mucho pedir y luego, cuando lo consiguen, si te he visto, no me acuerdo.


En algunos sectores se considera que esta expedición llevó por primera vez la vacuna a América, pero esto ya se ha visto que no fue exactamente así pues en algunos lugares ya se conocía antes de llegar Balmis. Lo que sí es verdad es que esta expedición se encargó de la difusión masiva de la vacuna, pues en los sitios donde ya se conocía solo la podían obtener los privilegiados que, con precios abusivos propios del contrabando, conseguían acceder a sus beneficios.
Se estima que más de un cuarto de millón de personas fueron vacunadas; el efecto preventivo, es decir, cuánta gente se salvó de morir por viruela, es difícil de cuantificar pues esas personas inmunes evitaron, a su vez, ser personal de riesgo y contagiar a otras.
El propio descubridor de la vacuna, Edward Jenner, alabó la iniciativa:
«No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este.»
Como comento al principio de la publicación, se han escrito varias novelas sobre el tema (yo no había leído ni una, algo a lo que pondré remedio enseguida) y también se han rodado películas. Hay diferentes versiones con pequeñas variantes (o eso me han dicho), pero en lo fundamental, el mensaje es el mismo: cuando algo nos ataca a todos, léase una enfermedad, lo mejor es cuidar de todos, y eso solo se hace con medidas colectivas y organizadas desde las instituciones, que para eso están.
Por cierto, el Ministerio de Defensa español ha llamado «Operación Balmis» al dispositivo militar creado para luchar contra la pandemia de coronavirus en España. Buen nombre, sí señor. Aunque yo hubiera preferido que se llamara así a la vacunación masiva para la Covid-19 por lo que llevaría implícito, pero cuando eso llegue (que llegará) podemos repetir nombre o ya buscaremos otro, porque filántropos científicos hemos tenido unos cuantos.



15 comentarios:

  1. Pues ha sido muy bonita la historia de Balmis, y además con final feliz.No la conocía, asi que me ha parecido muy interesante. Se ve que gente buena hay en todas partes y en todas épocas. A ver si ahora encuentran la que necesitamos y podemos vivir tranquilos.
    Un abrazo, Kirke

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    1. Siempre hay gente que piensa más en los demás que en sí mismos, y esa gente es la que interesa conocer. Los demás son lo que hacen más ruido y tapan a estos, pero hay que dar visibilidad a los buenos.
      Gracias, Rita, por tu visita.
      Un abrazo.

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  2. Una historia alucinante, Paloma, y hasta cierto punto nos lleva a una reflexión ética y moral. Si hoy se usaran niños huérfanos para transportar un virus... bueno, como se dice, ¡arderían las redes! De hecho seguro que alguno puede indignarse hoy al conocer esta historia de hace dos siglos. Lo cierto, en este caso, es que esa fue la única manera de salvar, seguramente, varios cientos de miles de vidas de un virus de alta letalidad. Una historia que demuestra que los problemas que nos trae la vida pueden llevar a soluciones complejas desde un punto de vista ético que debemos plantearnos con la mente más abierta posible. Aunque no tenga nada que ver, pienso en los países del tercer mundo. Todos estaríamos de acuerdo en que ojalá tuvieran la calidad de vida de occidente, pero para ello las necesidades energéticas tendrían que duplicarse o triplicarse. Somos 7 mil millones de personas y si todas tuvieran aire acondicionado y los mil aparatejos más de nuestros hogares el planeta no los soportaría. Así que la pregunta sería ¿a qué está dispuesto a renunciar occidente para que esos países puedan aumentar su calidad de vida? Planteado así, me temo que desgraciadamente no habría tanto consenso. En fin, tribulaciones que me ha provocado esta estupenda entrada. Un abrazo!!

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    1. Interesante lo que planteas, David. Si todos los países del mundo se viviera al nivel de España (no ya de Estados Unidos) se necesitarían varias Tierras para soportarlo. Yo les decía a mis alumnos que literalmente, nos estamos comiendo al tercer mundo. Por supuesto, llegábamos a la conclusión de que nadie está dispuesto a renunciar a nada, pero lo más interesante es que ellos nunca se la habían planteado así y verse frente a la hipocresía y la contradicción les resultaba muy impactante.
      Pero sí, los mismos que no están dispuestos a renunciar a nada, pondrían el grito en el cielo ante el uso de niños huérfanos para esta misión.

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    2. Estoy contigo que hoy, la solución de Balmis al problema de mantener la vacuna activa sería cuestionada. Pero hay que saber que él inoculaba un virus que no era tan maligno como el de la viruela humana. De hecho, solo un niño murió y no fue por la inoculación sino por una peritonitis (en otros medios hablan de gastroenteritis, en cualquier caso nada que ver con la viruela).
      En cuanto al dilema moral que muestras yo también soy muy crítica. Se nos llena la boca con soflamas ecológicas pero cambiamos el móvil a menudo, tenemos aire acondicionado y todo tipo de aparatos electrónicos que acaban en vertederos contaminando los ríos.
      A mí, de todo esto, lo que me parece hipócrita es que los países desarrollados, ahora que se han desarrollado (valga la redundancia) les digan a los que están intentando alcanzar ese desarrollo que no pueden contaminar porque el planeta está chungo. No se puede tener más morro. Con qué autoridad se le puede exigir a otro país que "ha llegado tarde a esto de industrializarse" que renuncie a su industria porque nosotros ya hemos contaminado todo lo que se podía contaminar.
      Un abrazo.

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  3. Qué entrada más interesante. Yo sí que leí una novela sobre el tema que, por cierto, no me entusiasmó. El caso es que debí olvidar apuntarla porque no encuentro nada sobre ella y no recuerdo título ni autor, pero se lo preguntaré a mi prima que me dejó el libro.
    El tema es muy interesante y las peripecias de aquellas gentes, alucinantes y muy duras, pero la verdad es que la novela tenía sus fallos.
    Sí que es raro en un personaje como Carlos IV una perspicacia y buena voluntad semejantes. Se ve que siempre hay pequeñas luces en medio de las sombras.
    Un beso.

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    1. Yo estoy ahora con "Ángeles custodios" de Almudena de Arteaga y no me está haciendo mucho tilín. Esa autora no es de mis preferidas, me parece un poco empalagosa. Tengo en espera, pero para más adelante, a la de Javier Moro que también va del tema, pero ese señor es un poco pesado con algunas descripciones... en fin, ya veré.
      Carlos IV creo que dejó más cosas malas que buenas, pero quizás por ser hijo de Carlos III, algunas le salieron bien, como esta de la expedición Balmis. Lo malo es que eligiendo consejeros se estrelló con todo el equipo (Floridablanca, Godoy...)
      Un besote.

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  4. Pues no tenía ni idea de la existencia de esa expedición ni, peor aun, de Balmis. Por lo tanto, esta estupenda entrada me ha ilustrado muchísimo y me ha expulsado de la ignorancia más imperdonable, porque un hecho así es digno de ser conocido y admirado por todos.
    Afortunadamente, siempre ha existido, entre tanto egoismo dominante, gente generosa que no ha dudado en arriesgar su vida por hacer el bien.
    Un beso.

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    1. Yo sabía algo sobre Balmis, pero los detalles se me escapaban. Siempre asocié el nombre de Malaspina y Balmis por lo de que los dos dirigieron dos expediciones científicas, pero la verdad es que a Balmis solo lo relacionaba con el tema "vacuna" (sin recordar bien cuál) y poco más. Indagando me encontré con esto que cuento aquí.
      Me alegro de haberte puesto en contacto con este genial doctor ;)
      Un besote.

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  5. Lo has contado divinamente. Hace unos días estuve escuchando un podcast de Documentos RNE sobre la gripe española y en el histórico vi que el 13 de marzo precisamente le habían dedicado un especial a la expedición Balmis. Curiosa la coincidencia.
    La reacción de la Corte de Carlos IV encaja con la línea ilustrada de aquella época, que también financió la Expedición Malaspina, otro hito científico de entonces. Luego llegó Fernando VII y se fue todo al garete. Pero en España ha habido gente valiosa y épocas buenas para la ciencia. Ya no sé si incluir esta o no, jaja.
    Un abrazo.

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    1. No sé si los temas me buscan o soy yo que, influenciada sin ser consciente, los busco sin querer. El caso es que, tanto esta entrada como la anterior, las escribí porque estuve documentándome sobre ciertos temas que necesitaba para una especie de novela que estoy escribiendo. Fue así como supe también del doctor Ferrán y su vacuna contra el cólera.
      Como le comento a Josep Mª, yo sabía de la existencia de Balmis, pero no recordaba los detalles. Cuando me puse a indagar me encontré que en las últimas semanas el tema se había puesto de actualidad por la pandemia de ahora. Mi propia hija, que está asistiendo a cursos on line en su último año de carrera, le han impartido un monográfico sobre la historia de la vacunación donde Balmis y su expedición tienen un papel importante.
      Buena gente hay en todos los sitios y épocas, otra cosa es que las dejen hacer o que salgan a la luz porque los idiotas y los ineptos son los que mejor saben captar la atención de los focos.
      Supongo que en esta pandemia también habrá gente valiosa, de momento solo se hacen notar los que no valen para nada.
      Un abrazo.

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  6. Muy interesante tu entrada que por supuesto siendo alicantino conocía como no la historia, pero me ha gustado mucho recordarla. La plaza que lleva su nombre esta muy cerca de casa de mi madre por cierto.
    La verdad es que no se yo si tendremos contrabando con la vacuna del Covid, desde luego va a ver una guerra por ver que laboratorio es el primero el que la lanza, es una carrera imparable y que por lo visto va mas deprisa, o al menos a mi me lo parece de lo que creo que nunca se ha hecho en la historia, y espero que sea pronto porque no pueden tenernos a toda una humanidad desprotegidos de un bicho que ya sabemos como se las gasta.
    Un besote y buen fin de semana.

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    1. Yo no creo que tengamos la vacuna tan pronto como dicen por ahí. Por mucho que se acorten los plazos debido a que estamos en situación de emergencia sanitaria, hay cosas que no se pueden acelerar, y una de ellas es que para saber si una vacuna da inmunidad duradera hay que dejar pasar tiempo, y el tiempo es el que es.
      De momento, la única manera de protegernos de este virus es tomando medidas de higiene y contención social. Ser responsables y sensatos es nuestra única vacuna ahora mismo.
      Un besote y buen finde también para ti.

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  7. Hola Paloma no conocía a Balmis ni su historia ni tampoco que se le había puesto su nombre al dispositivo militar para luchar contra la pandemia.No había leído ni visto ninguna película y ahora ya sé que fue la primera vez que se practicó esa vacunación masiva, genial aprender así.
    Sí que me parece un tanto cuestionable ese utilizar a los "huérfanos" para transportar la vacuna, afortunadamente el virus que se les inoculaba no era de lo más virulento pero era un riesgo que esos pobres niños no habían escogido y ahí entra esa fina línea entre investigación y ética y si el fin justifica los medios. Desde luego si no se arriesga no hay progreso pero como mínimo me ha parecido un tanto injusto para los huérfanos.
    Actualmente con el COVID19 escuché que se estaban haciendo pruebas en humanos pero que eran personas que voluntariamente o cobrando se estaban prestando a esta experimentación. En China ya no lo sé. De hecho con las pruebas de los medicamentos ya se hace.
    Siempre interesantes estas entradas.
    Un besote

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    1. La propia vacuna de la viruela ya tiene detrás una historia "cuestionable", pues Jenner experimentó con un niño, sin saber las consecuencias que le podría acarrear a la pobre criatura. Al menos, Balmis, ya estaba más o menos seguro de que esa viruela vacuna no era dañina si el hospedador estaba sano y fuerte.
      Ahora mismo, y ya que sacas el tema de la experimentación con la posible vacuna para la Covid-19, lo de "voluntarios" es, en algunos casos, un simple eufemismo. No estoy al tanto de los protocolos chinos, así que ahí no sé qué entienden por voluntariedad. En occidente, después de pasar un estricto protocolo de seguridad mediante experimentación animal y que ahora mismo, dada la gravedad y la urgencia, se ha "relajado" por lo que yo ya no estoy tan segura de esa seguridad (valga la redundancia), se pasa a probar en humanos, Para esto se requiere, entre otras cosas que sean voluntarios y, eso ya depende de los países, se "gratifica" económicamente al voluntario. En este apartado, en lo de pagar, reside el eufemismo porque suelen presentarse gente que necesita el dinero y más que voluntarios son gente desesperada, aunque siempre hay personas desinteresadas que acuden por altruismo, pero ya te digo yo que son las menos.
      Los límites de la ética son difusos, y en ciencia aún más.
      Un besote.

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