viernes, 5 de junio de 2020

Covid-19: antología de disparates


El virus de la Covid-19 tiene múltiples maneras de hacer daño en el organismo, y también son muchos los síntomas que manifiesta. De todas formas, hay un síntoma, o quizás un daño orgánico (no lo tengo claro), que no se está valorando en el estudio de este coronavirus tan puñetero, y es que no he oído a nadie entendido en el tema afirmando que el virus ataca el entendimiento y el sentido común, y algo debe de hacer a ese nivel porque todo lo que viene a continuación no tendría explicación en una mente sana.
Son muchos los disparates que se han dicho a cuenta del coronavirus, sería imposible ponerlos todos, así que he hecho una pequeña selección.
Muchos de esos dislates han venido de los políticos, pero en esos casos puede que no todo sea culpa del virus porque la mayoría de esos tipos ya eran unos tarados antes de la pandemia.
Trump es uno de esos políticos. Este señor es un crack lanzando perlas de todo tipo y sobre cualquier tema y, claro, con el coronavirus pues no iba a ser menos. Cuando los científicos aún no lo tenían muy claro y estaban evaluando la eficacia de la cloroquina en el tratamiento de la Covid-19, él se lanzó a la piscina y proclamó a los cuatro vientos que era el fármaco milagroso que curaba la infección. El efecto inmediato fue que la medicina, que se dispensaba en las farmacias para tratar enfermedades de tipo reumatoide, se acabó en cuestión de horas y quienes se quedaron sin sus comprimidos de cloroquina acudieron a otros productos donde aparecían derivados de esta sustancia, como un líquido para desinfectar piscinas que un matrimonio decidió beberse como si de un jarabe se tratara (uno de ellos falleció y el otro ingresó en la UCI con lesiones graves).
Pero lo mejor estaba por llegar. El día que, en una rueda de prensa, sugirió inyectar desinfectante a los enfermos o introducir en su interior luz ya que la radiación ultravioleta servía para acabar con el virus… aquello fue la repanocha. Recuerdo la cara de una de sus asesoras científicas que estaba con él en aquella rueda de prensa y a la que miró buscando aprobación a su genial idea. La pobre mujer no sabía dónde meterse. De aquella ocurrencia hubo que lamentar más de doscientos estadounidenses intoxicados por ingerir lejía en sus casas.
En nuestro suelo patrio también tenemos unos cuantos dirigentes que se han cubierto de gloria opinando con este virus. La presidenta de la Comunidad de Madrid llegó a decir que la enfermedad apareció en diciembre (cosa que es cierta) porque la ‘d’ de Covid-19 es por ‘diciembre’ (cosa que no es cierta porque esa ‘d’ es por ‘disease’, enfermedad en inglés). Otra de las perlas de esta señora fue cuando dijo que se veía venir lo que iba a pasar porque el virus venía de China y, cito textualmente, «no tenemos una sola goma del pelo que no sea Made in China». Desde que dijo eso, no he vuelto a hacerme una coleta no vaya a ser que me contagie por peinarme así.
Pero dejemos a los políticos porque, como ya he comentado, que digan tonterías es algo habitual y en este caso no iba a ser diferente, así que no tiene mérito.
Al inicio de la pandemia, y cuando todos estábamos más perdidos que un pulpo en un garaje, empezaron a circular consejos por las redes sociales para afrontar lo que se nos venía encima. Ante la duda que se nos planteó a todos de si estaríamos infectados o no, y ante la escasez de pruebas para diagnosticarnos, hubo gente (no sé si con buena o mala intención) que nos sugirió algunos métodos de andar por casa.
Uno de ellos consistía en aguantar la respiración diez segundos: si lo hacías sin problemas no tenías el virus, si no conseguías estar ese tiempo sin respirar, entonces sí. Cuando me enteré de este método tan simple para detectar neumonías yo me dije: «Y los idiotas que gestionan los hospitales gastándose fortunas en espirómetros y aparatos de rayos X para ver los pulmones. Qué despilfarro más tonto».
De todas formas, y sin dar ningún tipo de validez a este método, hay que puntualizar que una de las pruebas que hacían los chinos cuando seguían la evolución de los dados de alta tras pasar la enfermedad y estaban bajo observación en los lugares donde estaban confinados, consistía en obligarles a hacer una especie de aerobic muy flojito para, después de esos minutos de baile-ejercicio, preguntarles si habían conseguido ejecutar el ejercicio por completo o habían tenido que abandonar por quedarse sin resuello. A los que decían que no habían podido terminar el ejercicio, se los llevaban de nuevo al hospital (supongo que ahí ya les harían la placa de tórax pertinente).
Otra idea de bombero que circuló por algunos sitios fue la de darle la vuelta a la mascarilla quirúrgica para así convertirla en protectora para el que la lleva y no para proteger al prójimo. El razonamiento se basaba en que si ese tipo de mascarillas evita que nuestra saliva y otras secreciones naso-bucales puedan infectar al vecino de al lado, pero no impide que las del vecino nos infecten a nosotros, si le damos la vuelta, será al revés. El razonamiento es totalmente erróneo porque el entramado del material de esas mascarillas no evita que pase el virus (muchísimo más pequeño y que puede filtrarse entre los huecos de la tela), ni en un sentido ni en otro. Lo que evita es que nuestras gotas de saliva (donde «viaja» el virus) no lleguen tan lejos como lo harían si no lleváramos nada, algo que protege al posible receptor de nuestras secreciones. Si queremos estar protegidos es necesario que el vecino se ponga su propia mascarilla y ya está, todos felices y contentos.
Entre las barbaridades que se están difundiendo a cuenta de la pandemia, hay algunas que pueden ser muy peligrosas (y si no que se lo pregunten a los que se metieron un lingotazo de lejía en EEUU). En algunos locales, y para dar una sensación de seguridad a los clientes, se han instalado en las entradas unos arcos que liberan al paso de la persona que va a acceder al establecimiento, ozono y radiación ultravioleta.
Vamos a ver, bajo ningún concepto se puede fumigar a las personas. El ozono es un potente oxidante que se carga, entre otras cosas, las membranas de las células; en el caso de los virus, rompe esa cubierta lipídica que lo recubre y así el virus queda inactivo. Algo parecido pasa con la luz ultravioleta. El problema es que ni el ozono ni la luz ultravioleta saben distinguir si las membranas pertenecen a virus o a las células de las personas, con lo que esos productos son súper peligrosos y pueden provocar graves daños.
En otros casos, los remedios disparatados solo buscan timar al consumidor, algo que está muy feo, aunque no sea peligroso para la salud. Cierta empresa española está publicitando unos colchones que eliminan el coronavirus en cuestión de horas. Para impactar más, añaden que sus fibras contienen nanopartículas de plata y que su eficacia está certificada por el Instituto Europeo de Calidad del Sueño. Con estos datos cualquiera daría una pequeña fortuna, que es lo que cuestan, por hacerse con uno de esos colchones. Cuando yo me enteré de esto me dije «Caray, pues en los hospitales se van a ahorrar un tiempo precioso en desinfectar habitaciones. Además, que de ahora en adelante hagan todos los EPIs con nanopartículas de plata y se soluciona el problema de reemplazar los equipos.»
Pero, si uno rasca un poco, se encuentra con la dura realidad. Para empezar, el instituto que certifica el colchón resulta que se montó con el capital de un grupo dedicado a fabricar colchones y no tiene ninguna acreditación oficial. De hecho, no hay un solo estudio científico que avale la supuesta acción antivírica del colchón de marras. O sea, que el certificado que acompaña al colchón vale lo mismo que un billete de dos euros, y eso de que elimina el virus en unas horas… nasti de plasti.
Otro de los remedios milagrosos que circulan por ahí es una sustancia que si se extiende por una superficie supuestamente contaminada, al pasar un haz de luz emite un color que avisa de la presencia del Covid-19. Algo así como lo que estamos acostumbrados a ver en las películas policíacas para ver rastros de sangre o restos biológicos: se pasa una torunda con luminol y luego una lámpara de luz ultravioleta nos avisa si hay o no sangre. En medios serios dicen que la cosa es verdad, pero a mí no me cuadran los datos porque aún se sigue empleando la PCR incluso para detectar presencia del virus en superficies, así que creo que esto está (puede que de momento) en el apartado de la ciencia ficción, aunque en ciencia, la palabra imposible se utiliza más bien poco.
En fin, olvidemos a tanto iluminado, famoso o desconocido, porque con este tipo de ocurrencias está claro que si no tenemos cuidado y nos dejamos llevar por las recomendaciones de estos cantamañanas, es peor el remedio que la enfermedad.



14 comentarios:

  1. A río revuelto, ganancia de pescadores, o de timadores, mejor dicho. Si a la ignorancia se le añade el oportunismo, estamos perdidos. Entre toda esa gente que dice tener la respuesta adecuada, hay que distinguir los que quizá actúan de buena fe, pero que mo tienen ni idea de lo que hablan; los que actúan de mala fe, para desprestigiar a su oponente político; y los que se aprovechan del temor del ciudadano para sacarle los cuartos sin piedad. Bueno, y luego está Trump y Bolsonaro, y ahora un movimiento italiano llamado algo así como los "chalecos naranaja" que niegan la existencia del virus y que todo es una invención de los gobiernos para tenernos acojonados y encerrados en casa. A estos no sabría muy bien como calificarlos. A los dos dirigentes más bien como h.d.p., y a estos últimos como imbéciles con atrofia cerebral. Bueno, y luego los conspiracionistas visionarios con las teorías más estrambóticas. Hace unos días, un cliente de la farmacia donde trabaja mi mujer dijo haber visto clarísimamente como unos aviones echaban algo al aire y que seguramente era el coronavirus. A estos tipos, con llamarlos locos o desquiciados sería suficiente.
    Cuando todo esta locura termine, alguien deberia hacer un recopilatorio de las estupideces que se han dicho y hecho. A ver si te animas, je,je.
    Un beso, Paloma.

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    1. No tenía ni idea de esos chalecos naranjas, el caso es que hace poco, cuando me dirigía a hacer la compra, vi a un tipo que iba diciendo a voces a todo el mundo que se quitara la mascarilla porque lo del virus era mentira del gobierno para tenernos asustados, creí que era un pirado, pero lo mismo pertenecía a ese grupo del que hablas (no recuerdo que llevara ningún chaleco naranja, ja, ja, ja).
      Creo que negacionistas los ha habido siempre, de hecho, en psicología tiene un nombre esa forma de actuar, pero yo lo llamo el síndrome del avestruz, que esconde la cabeza debajo del ala para no reconocer un problema. Eso en el caso de que sea una manifestación psicológica, aunque creo que en el caso que nos ocupa, más se trata de manipulación política pura y dura (por lo de echarle la culpa al gobierno de todo lo que pasa y de lo que no pasa).
      Al igual que hay negacionistas para todo, también hay paranoicos que ven conspiraciones en todas partes. Lo de los aviones es muy fuerte, no lo había oído. ¿Puede que ese cliente de tu mujer estuviera en la farmacia para recoger su suministro de antipsicóticos? Eso explicaría muchas cosas.
      La verdad es que se podría hacer una enciclopedia con las estupideces de todo tipo a cuenta del coronavirus. Yo me he dejado unas cuantas en el tintero por no extenderme demasiado con esta publicación. No te digo yo que, algún día, haga algo más extenso para otro medio ;)
      Un besote, Josep Mª.

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  2. Es increíble la mala idea de la gente que difunde esos embustes, pero es aún más increíble la poca sesera de la gente que se los cree. La ignorancia es un problema grave. Hace mucho que descubrí que crea desconfianza y la desconfianza nos hace malos. Lo curioso es que crea desconfianza en unos aspectos, pero en otros hace que esa gente se lo crea todo. Un ignorante desconfía de las buenas intenciones de los demás y se muestra suspicaz y a la defensiva, pero luego viene un tarado diciendo que si la lejía mata virus hay que beberla o inyectarla y se lanza a tomar un chupito. Lo dicho, muy peligrosa.
    Ayer mi hijo en una cena con una pareja amiga tuvo que morderse la lengua (un poco) cuando le dijeron que esto era una conspiración para matar a los ancianos y poder controlar al resto de la población. Se dio cuenta de que era como discutir con un marciano. País...
    Un beso.

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    1. A mí también me sorprende eso que comentas. Algunos son súper desconfiados con lo que las fuentes oficiales dicen, siempre están pensando en que los quieren engañar, pero luego viene un cantamañanas sin ninguna acreditación y se creen a pies juntillas todos lo que dice aunque no tenga ningún sentido.
      La ignorancia y la predisposición a creer cualquier cosas que venga de fuentes no oficiales es terreno abonado para los oportunistas que aprovechan la estulticia de muchos para obtener beneficios de diferentes maneras, ya sean económicos o políticos.
      Como le comento a Josep Mª, los amigos de las teorías conspirativas abundan y siempre están dispuestos a creer cualquier teoría de la manipulación por absurda que sea, pero no se dan cuenta de que son ellos los que están siendo manipulados por los que difunden esos bulos. Desde luego, algo de razón tienen, porque quien se cree esas cosas es que está siendo controlado, pero no por el gobierno sino por quienes les engañan tan tontamente con esas cosas. Hizo bien tu hijo en no discutir, es perder el tiempo porque quien no tiene cerebro no puede razonar.
      Un besote.

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  3. Totalmente de acuerdo Paloma.que aqun en Argentina tenemos cada espécimen. ...Super compartido.Saludosbuhos.

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    1. Supongo que las estupideces abundan por todo el planeta, por desgracia el género humano es bastante uniforme y previsible.
      Gracias por compartir.
      Un abrazo.

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  4. Tienes toda la razón ¡La de tonterías que se han dicho estos días!Yo no he hecho caso a ninguna, afortunadamente, no me ha dado por seguir los consejos de Trump ¡menudo iluminado! Aunque también de los organismos oficiales ha habido informaciones contradictorias. ¡En fin, que esto se pase pronto para no tener que escuchar tantas tonterías y mentiras!
    Un abrazo

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    1. Esta pandemia nos ha pillado a todos con el pie cambiado. Se han dado situaciones contradictorias (que si mascarilla no, que si mascarilla sí, por ejemplo), pero yo veo eso, hasta cierto punto, lógico, o esperable; la propia OMS decía unas cosas al principio y luego vino a decir la contraria. Quiero creer que todo es fruto de la desinformación y el caos de los primeros momentos. Pero por mucha falta de información que haya, hay cosas que no son lógicas, como recomendar que se inyecte desinfectante, por favor!
      En fin, tendremos que acudir a nuestro propio sentido común y no hacer caso de algunos porque apañados estamos.
      Un abrazo.

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  5. Lo de Trump creo uqe es lo mas fuerte que he oído en todo este tiempo, de verdad, hay mucho iluminado por ahí que mas vale que tuviera la boca callada, porque puede ser peor el remedio que la enfermedad, nunca mejor dicho.
    Lo del arco en el restaurante de Alicante, anda que no podia ser en otro sitio, también me dejo alucinada, en fin hay gente para todo, pero lo que mas rabia me da es que haya gente que se lo crea y haga caso, y luego vienen las consecuencias, y sobre todo que haya gente que se aprovecha de la situación, sobre todo gente mayor que en muchos casos se sienten vulnerables, con miedo y solos, y eso es lo mas triste de todo esto.
    Esperemos que cuando pase todo esto, se evalué cuantas cosas se han dicho, sería interesante, porque nos daríamos cuenta de que habido mucha gente muy mal intencionada, desde lideres políticos hasta fabricantes etc.
    Un besote.

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    1. La mala intención de algunos se está viendo desde el primer momento, y en muchos aspectos que nada tienen que ver con la enfermedad. Es indignante que algunso aprovechen la coyuntura para sacar beneficio, pero así es el género humano.
      Poco a poco iremos volviendo a una vida más o menos normal, donde convivir con el riesgo de este virus será una cosa más que asumir.
      Un besote, Tere.

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  6. Hace muy poco oí a un par de chicas hablando de los dos lados de la mascarilla. Yo llevaba la mía y no pudieron ver la cara que puse. ¿Por qué los disparates siempre encuentran tanta y tan gran audiencia?
    Lo del arco de ozono no lo sabía, el viernes fui a cenar con mi familia para celebrar el cumpleaños de mi mujer y nos rociaron con un spray, niños incluidos. La verdad es que con tanto miedo traga uno con cualquier ocurrencia. Ojalá se den protocolos simples, claros y unificados, para que todos hagamos lo mismo. Si no, el caos va a ser (o está siendo) total.
    De nuevo, gracias por tus aclaraciones.
    Un abrazo.

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    1. Yo también creo que se aprovecha el estado de confusión y el temor de la población para recurrir a métodos que, en el mejor de los casos, no hacen nada aunque estafen al personal.
      No sé con qué te rociarían a ti y a tu familia, seguramente sería agua solamente pero eso da una sensación de seguridad (no el agua, sino que te echen algo), porque lo que se está recomendando por ahí es cuando menos absurdo.
      Lo del ozono es de juzgado de guardia. Debería haber protocolos, como tú bien comentas, pero esta pandemia ha desbordado a todas las autoridades sanitarias, no solo las españolas, y aún hay mucho desconcierto "científico" que impide unir criterios.
      Un abrazo. Gerardo.

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  7. Puff, y lo que se dirá. Por supuesto, nadie podrá igualar a Mr. Trump que, por otra parte, nos ha amenizado buena parte del confinamiento. Conforme pase el tiempo, imagino que todo irá volviendo a su cauce. Esperemos que los mecanismos de seguimiento de la pandemia funcionen como se debe y se establezca protocolos eficaces y rápida protección a las personas de riesgo. Lo demás, poco a poco irá volviendo a su cauce. Reconozco que todavía no estoy nada convencido de la utilidad de la mascarilla en la calle cuando paseas, máxime cuando sí se permiten las terrazas de los bares donde ahí las personas están a menos de un metro y hablándose frente a frente. En fin... hoy parece que solo se han producido 45 contagios en toda España. A ver si llegamos a cero antes de que acabe el mes. Excelente entrada, Paloma. Un abrazo!!

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    1. Está claro que las medidas de contención, primero confinamiento (la más útil con diferencia) y el evitar la transmisión de esa saliva contaminada, están evitando la proliferación descontrolada del virus. Algo hay que hacer porque el virus no está, ni mucho menos, eliminado. Es cierto que ir por la calle con mascarilla no debería ser necesario, pero algunas calles tienen mucho tránsito y se puede dar el contagio por la cercanía (y por la poca higiene de quienes tienen la costumbre de estornudar o toser sin ponerse el brazo, o incluso la mano). De todas formas, creo que en espacios abiertos no hay tanto riesgo, pero esto es algo personal. Desde luego en las terrazas no puedes llevar la mascarilla porque entonces no podrías consumir, pero la norma estricta sería quitártela en el momento de llevarte a la boca lo que sea que te estás tomando y volvértela a poner después, pero eso conlleva toquetear la mascarilla además de ser un incordio. Es muy complicado, para empezar algunos no saben que la mascarilla debe tapar la boca y la nariz a juzgar por cómo la llevan.
      De momento, y a pesar de algunos que hacen lo que quieren, no tenemos repuntes (salvo casos aislados en Lérida y País Vasco, pero controlados), así que creo que vamos por el buen camino y es gracias a estas medidas porque, insisto, el virus no se ha marchado.
      Un abrazo.

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