miércoles, 30 de octubre de 2019

Blossom, la vaca que salvó vidas


Solemos asociar la figura del héroe con algunos nombres. Suelen ser personajes, masculinos o femeninos, que por la actividad de toda una vida o por un hecho puntual, salvaron muchas vidas. Invariablemente, estos nombres son de hombres o de mujeres, pero eso es injusto porque fuera de nuestra especie también hay figuras que supusieron un punto de inflexión, como el personaje que hoy traigo: una vaca.
En el siglo XVIII la esperanza de vida para los humanos no era muy esperanzadora, valga la redundancia. Entre las enfermedades, las condiciones higiénicas y la poca preparación de los médicos, la cosa no pintaba nada bien en cuestión de salud.
Entre los males que asolaban a la población dieciochesca se encontraba la viruela. Esta enfermedad la causaba un virus, Variola virus, y se caracterizaba por la aparición de abultamientos y ampollas por todo el cuerpo acompañados de fiebre muy alta que si era además hemorrágica mandaba al infectado al otro barrio en un plis plas. En cualquier caso, con hemorragia o sin ella, el índice de mortalidad era muy elevado. Tenía otra característica este virus, y es que solo infectaba una vez en la vida; si el paciente la palmaba evidentemente el virus ya no podía volver a darle por saco, pero si sobrevivía, tampoco, pues el afectado quedaba protegido de posteriores ataques.
Nunca hubo un tratamiento para la viruela, la única posibilidad de sobrevivir a la infección era aguantar el embate del virus, cruzar los dedos y esperar a que el organismo hiciera frente y venciera al agente invasor. No obstante, en el siglo XVIII se utilizaba una técnica con resultados diversos: la variolización. Este procedimiento se basaba en infectar a personas sanas con el virus de la viruela de otra persona enferma. Puede parecer una barbaridad, ¿verdad? Sin embargo, a veces funcionaba… pero solo a veces.
Esta técnica se aplicaba en Turquía desde mucho tiempo atrás y a Europa llegó de la mano de una mujer, Lady Montagu, tras su estancia en tierras otomanas. Básicamente consistía en tomar muestras de costras de viruela de un paciente infectado para posteriormente introducir el polvo resultante, mediante una incisión en la piel, en un individuo sano. Tras la inoculación el individuo sano dejaba de estarlo pues comenzaba a padecer fiebre acompañada de síntomas de viruela; después de pasar varios días podían ocurrir dos cosas: una, superaba el proceso febril y quedaba protegido contra la enfermedad (en realidad la había pasado, aunque menos agresivamente); dos, no lo superaba… y cascaba.
Así que esta técnica no era plenamente efectiva, hacía aguas. Pero es lo que había.
Hasta que llegó Edward Jenner, un científico británico.
Se da la curiosidad de que este hombre tuvo su propia experiencia con la viruela siendo un niño. Cuando tenía ocho años hubo un brote de viruela en su localidad y él fue inoculado con el virus de un enfermo, junto a un montón de niños de la zona. Como se sabía que los inoculados podían enfermar y contagiar a su vez, la metodología de prevención en aquella época consistía en aislar a los infectados en un establo sin contacto exterior, lo que se traducía en no poder salir durante cuarenta días ―el tiempo estimado para saber si sobrevivían o si palmaban― teniendo que comer, dormir y realizar las funciones fisiológicas (léase defecar y orinar) en el mismo sitio. Jenner, salió airoso de la prueba, pero esos cuarenta días encerrado lo dejaron marcado para siempre.
Pero, en realidad, la experiencia fue positiva, al menos para el resto de la Humanidad. Ya de mayor, y sabiendo que la variolización era muy chunga, se puso a investigar. Observó que entre las mujeres que se dedicaban a ordeñar las vacas no había casos de viruela, aunque a veces presentaban unas vesículas en la piel «parecidas» a las de esta enfermedad e idénticas a las que presentaban las ubres de algunas vacas.
Tras esta observación, decidió hacer una variante de la variolización. Un día tomó muestras de unas ampollas que tenía una vaquera en las manos y que se había infectado al ordeñar una vaca llamada Blossom. Las muestras se las inoculó al pequeño James de ocho años, el hijo de su jardinero, y esperó a ver qué pasaba.
El crío tuvo algo de fiebre pero poco más, no sufrió ningún trastorno grave. Pasadas unas semanas, Jenner fue más allá, sometió al niño a una variolización para comprobar posteriormente que la criatura no presentaba ningún síntoma, ni fiebre ni nada. Pero ahí tampoco se detuvo Jenner, siguió repitiendo el procedimiento varias veces. El niño resistió todas las inoculaciones como si tal cosa y entonces Jenner llegó a la conclusión de que estaba plenamente inmunizado y sin pasar ningún sufrimiento.
Como la cosa salió bien, ahora Jenner está en muchos libros de texto con letras de oro, si el resultado hubiera sido negativo ahora se le consideraría un infanticida.
El caso es que el virus de Blossom fue el causante de este éxito, y ¿qué tenía ese virus? Pues que era «parecido» al de la viruela humana pero no igual, y ahí radicaba la diferencia precisamente.
La viruela de las vacas, viruela vacuna o bovina, la causa el Cowpox virus*, un agente infeccioso que en los humanos no produce síntomas tan graves como el Variola virus, el de la viruela humana, pero que sí crea anticuerpos en el organismo de un ser humano y, además, esos anticuerpos son útiles para combatir la infección grave, la de la viruela humana.
Así que el bueno de Jenner y gracias a la contribución desinteresada de Blossom, la vaca lechera más famosa de la Historia, creó la primera vacuna. Luego vendrían Pasteur y Koch para profundizar más en la forma de actuar de los microorganismos (bacterias y virus principalmente), pero a Jenner se le considera el padre de la inmunología, pues empíricamente, sin tener ni siquiera un microscopio, abrió un nuevo campo que reportó grandes beneficios a la salud: el de las vacunas.
La vacunación sistemática contra la viruela consiguió que se erradicara (la viruela, junto a la peste bovina, son las dos únicas enfermedades que el hombre ha conseguido eliminar de la naturaleza). Hasta hace menos de un siglo era una enfermedad altamente letal ya que el único tratamiento posible, en caso de infección, era el sintomático, es decir, combatir la fiebre, evitar la deshidratación y que las pústulas y/o vesículas cutáneas no se infectaran, mientras se esperaba que el organismo venciera al virus por sí mismo.
Afortunadamente esto es cosa del pasado. Al menos, de momento, porque hay muestras «guardadas» en dos laboratorios, uno ruso y otro estadounidense ―qué miedito da― desobedeciendo el mandato de la OMS que en 1993 ordenó destruir todas las muestras. Estos laboratorios siguen empeñados en quedarse con unos cuantos viales del virus «por si acaso». El armamento biológico es un arma muy poderosa, valga la redundancia. Pero ese ya es otro tema.
Dejemos el chantaje biológico y quedémonos con Jenner, su incansable curiosidad, y recordemos también la generosidad de James ―supongo que completamente involuntaria― y la aportación vírica de Blossom.
Un aplauso para los tres.



*No confundir con Vaccinia virus o "virus vacuna", un virus primo hermano del Cowpox virus pero que no procede de las vacas precisamente, sino de los caballos y que ha dado lugar a cierto lío a la hora de nombrar a estos agentes infecciosos.



24 comentarios:

  1. Ahora me explico por que se llaman vacunas...
    Un artículo por demás interesante!
    Lo del niño... es lamentable. Salió bien pero podría no haber sido así.
    Un abrazo

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    1. Gracias, Mirna.
      Siempre me resultó curioso el origen de la palabra 'vacuna' y me pareció oportuno compartirlo con vosotros en este espacio.
      Un beso.

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  2. Como dice Mirna, lo del niño es para hacérselo mirar. Supongo que el pobre jardinero no sabría nada de las oscuras maniobras de su amo, porque, de haberlo sabido, habría acabado por podarle algo más que los setos al capullo de su jefe. ; )

    Interesante artículo, por cierto.

    Un abrazo, Kirke.

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    1. Gracias, Pedro.
      Me imagino que el jardinero no sabía muy bien el riesgo que corría su hijo, ni por supuesto, firmaría ningún tipo de consentimiento sobre la investigación. Eran otros tiempos y, para bien o para mal, la ciencia se aprovechó del vacío legal.
      Desde luego, la pobre criaturita tuvo bastante suerte porque cayó en manos de alguien que más o menos sabía lo que hacía (o se lo figuraba).
      Un abrazo.

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  3. Me ha parecido un artículo de lo más interesante, Paloma. La verdad es que en aquellos tiempos los métodos no eran nada ortodoxos, lo del niño, bueno, salió bien pero pudo no haber sido así, la cuestión es que imagino que a lo largo de la historia se deben haber producido hechos parecidos o peores en los que la muerte de personas habrá sido un número importante hasta llegar a esta era donde la ciencia avanza a pasos agigantados, es muy manido esto, pero es así.
    Me ha encantado leerte, me ha parecido muy instructivo.
    Un abrazo, guapísima.

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    1. Hola, Marina.
      Cuando escribía este artículo me pregunté cuántos James habrá en la Historia que sucumbieron a los experimentos porque algo falló y no salió como se esperaba; seguro que fueron bastantes.
      Gracias por la visita y me alegra mucho que esta publicación te haya resultado interesante.
      Un beso enorme.

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  4. Muy interesante todo lo que has explicado. Yo siempre pensé que el padre de las vacunas había sido Pasteur. Nunca es tarde para aprender cosas nuevas. Un abrazo.

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    1. Hola, Rita.
      Está bastante extendida la creencia de que Pasteur creó la primera vacuna, pero ya ves que no es así. El francés fue el que creó la primera vacuna contra la rabia y con sus estudios sobre microbiología abrió una nueva era de conocimientos sobre las enfermedades infecciosas. Este señor tendrá su momento de protagonismo en el blog cuando cuente su biografía.
      Un beso grande.

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  5. Me encanta tu forma tan pedagógica de enseñar al que no sabe, je,je.
    Estos temas suelen ser complicados a la hora de informar y de entender por parte de quien es un profamo en la materia.
    Tu método me recuerda a aquel programa de televisión que se titulaba "Érase una vez el cuerpo humano", prolongación de "Érase una vez el hombre", que ilustraba a los niños sobre muchos aspectos de la ciencia.
    Con Jenner se demuestra una vez más la importancia de la obervación y de la deducción. En aquella época se corrían muchos más riesgos que ahora, pues eran muchos menos los conocimientos y la experimentación sobrevolaba un terreno muy incierto y peligroso. No sé si el empleo del niño para ensayar la eficacia de su sistema experimental de inmunización lo hizo con el consentimiento del padre. Supongo que sí, aunque no le hiciera firmar ningún documento que le eximiera de toda responsabilidad, je,je.
    La ciencia está repleta de casos asombrosos y fue en los siglos XVIII y XIX cuando se hicieron los decubrimientos más espectaculares, pues se partía de una completa ignorancia sobre los procesos biológicos y todavía se creía en la generación espontánea.
    Te animo a seguir con este espacio tan interesante.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª
      Como le he comentado a Pedro, no creo que el pobre jardinero firmara nada para dar su consentimiento, y mucho me temo que ni siquiera sabía el riesgo en el que ponía a su hijo. Pero el caso es que salió bien y el crío sobrevivió.
      Del siglo XVIII y el XIX me fascinan muchas cosas, y una de ellas es la aventura que impregnaba casi todo. Desde los exploradores que se internaban en tierras (o mares) completamente desconocidas y con unos mapas que poco tenían que ver con la realidad, hasta los científicos que se internaban en sus remedos de laboratorio para experimentar sin saber muy bien qué estaban haciendo.
      Pero la base teórica tan rudimentaria se compensaba con una curiosidad infinita y una ilusión que ya quisieran algunos científicos actuales. La verdad es que algunos experimentos eran de lo más peregrinos por esa falta de conocimientos teóricos (algún día publicaré un recopilatorio de 'cagadas' científicas), pero para que algo se descubra primero hay que equivocarse varias veces antes.
      Gracias, Josep Mª, por esos ánimos que tanto me alientan.
      Un beso grande y pasa buen sábado.

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    2. Me encantaba esa serie, me parecía que era ideal para aprender sobre el cuerpo humano.
      Besos

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    3. A mí también me gustaba, era divulgativa pero a la vez rigurosa con lo que contaba, algo que no siempre se da en este tipo de comunicaciones. Besos.

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  6. Cuando les explico esto a mis alumnos siempre hay alguno que dice que vaya morro, infectar al hijo del jardinero, que si no tenía hijos propios. La verdad es que no sé si los tenía o no, pero un poco osado sí que me parece eso de jugar con los hijos ajenos. Menos mal que salió bien. El que debería ser famoso es el niño. Además de Jener, claro.
    Nunca lo he sabido, pero imagino que el hecho de que la varicela inmunice frente a la viruela será algo similar a lo de la viruela vacuna.
    Cómo siempre, felicidades por tu post. Interesante y muy ameno.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Según la wikipedia, Jenner tuvo tres hijos, por lo que he visto por ahí uno de ellos nació después del experimento, pero los otros dos eran unos niños que quizás sí podrían haber servido de experimentación, al menos el mayor que tendría siete años cuando el pobre James fue inoculado.
      Supongo que Jenner no lo tendría muy claro y prefirió arriesgar con el hijo de otro.
      El nombre del niño si se busca anda por ahí registrado, pero la que sí se hizo famosa fue la vaca porque su piel está expuesta en una especie de museo.
      Un besote y gracias por pasarte por aquí a pesar de estar por tierras italianas.

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  7. En esto, como en tantas cosas, hay que analizar los hechos bajo la mentalidad de la época y no la actual, porque si no Jenner en lugar de un héroe sería un auténtico desalmado por las pruebas que hizo con el pequeño James y este post sería muy diferente, ji, ji. Bueno, el caso es que todo salió bien y que tenemos mucho que agradecer a este científico. Esperemos que esos viales del virus que andan "por ahí" no salgan nunca de los laboratorios que las custodian. Como tú dices, qué miedito da.

    Un post súper ameno e interesante, Paloma. Así es un gusto aprender :))

    ¡Un beso de Halloween!

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    1. Hola, Julia.
      Que los dos laboratorios esos no hayan obedecido la orden de la OMS es más que mosqueante, está claro que si se los guardan es porque hay una posibilidad de utilizarlos y, de ser así, con fines perversos.
      La guerra biológica es una amenaza de la que apenas somos conscientes y más peligrosa que la nuclear porque tiene una característica que la distingue mucho: ¡es súper barata!
      Puede que algún día escriba sobre el tema pero tampoco quiero alarmar en exceso al personal.
      Un besote y buen día de los difuntos.

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  8. Desconocía lo de la vacuna, gracias Paloma por proporcionarnos esta información.
    Se me han puesto los pelos de punta con el USO del niño, salió bien pero ¿Y si hubiera salido mal? ¡Cuántas veces se han usado este tipo de malas prácticas! Sé que algunos pueden decir que gracias a eso tenemos vacunas pero ¿por qué no probó con él mismo? Creo que no todo vale y también me ha parecido de lo más alarmante que se mantengan esos virus en manos de rusos y estadounidenses, no da mucha tranquilidad.
    Besos

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    1. Hola, Conxita.
      En honor a la verdad, él no podía experimentar consigo mismo porque ya había sido inmunizado con la varilización, pero es cierto que tenía sus propios hijos, criaturitas, por otra parte, igual de inocentes que el hijo del jardinero.
      Yo estoy segura que la experimentación con niños pobres y/o desamparados se daba más de lo que ha llegado a trascender. En el siglo XIX no se andaban con rodeos y muchos científicos, amparados en el ideal de la ciencia para toda la humanidad, hacían auténticas barbaridades con los más indefensos.
      Lo del virus de la viruela guardado a mí no me deja nada tranquila tampoco, pero es lo que hay.
      Un besote, guapa.

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  9. He llegado un poco tarde pero ha merecido la pena, como se aprende contigo.
    Desde luego arriesgo mucho al utilizar al niño, menos mal que salió bien, si no madre mía, pero bueno al menos tuvo un final feliz para él y para el niño, lo mas importante.
    Gracias por enseñarnos de forma tan amena.
    U/n besote.

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    1. Hola, Tere.
      Gracias a ti por buscar un hueco y pasarte por este blog.
      Me alegra saber que aprendes cosas leyendo lo que escribo por aquí, me da mucho ánimo.
      Un besote, preciosa.

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  10. ¡Hola, Paloma! Bueno, esta historia la he disfrutado muchísimo dado que la desconocía, tanto a la vaca, como al hijo del jardinero... Sí sabía lo de que se conserva el virus, creo que dicen que es por si se produce un nuevo brote, pero quién sabe.
    Siendo deliciosa, trae un tema que es un tanto controvertido. ¿Hasta dónde podían llegar los investigadores para probar sus teorías o tratamientos? Nada es gratis, ni conseguir salvar millones de vidas con la vacuna. En su momento había tráfico de cadáveres y desde luego, se experimentaba en seres humanos, sin ninguna garantía. Pero visto desde hoy ¿y si no hubiera utilizado a ese pequeño? ¿Cuánto más hubiéramos tardado en conseguir vacunas para salvar millones de vidas? Un tema que desde luego es polémico.
    Lo que no lo es es tu fantástico blog de ciencia. ¡Grandísimo trabajo de divulgación, Paloma! Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Si alguna vez se produce un nuevo brote de viruela será porque alguno de esos dos laboratorios lo ha dejado escapar. Si los destruyeran sería mucho más seguro. En cualquier caso, de aparecer de nuevo la enfermedad poco puede aportar tener una cepa guardada porque en caso de emergencia se pueden tomar muestras de los infectados.
      La experimentación humana es un tema delicado, y en aquellos inicios de la ciencia se hacía sin ningún tipo de reparo pues todo se hacía en aras de un bien mayor, aunque quienes se exponían a los riesgos siempre eran los más desfavorecidos. Incluso hoy, muchos se cuestionan la experimentación con animales y eso que hay protocolos muy rigurosos para que no sufran y se les trate "con dignidad". En un mundo ideal donde no habría enfermedad ni sufrimiento, algunas cuestiones pueden plantearse, pero el mundo real que nos toca vivir las cosas son más complejas, y para curar primero hay que experimentar. De momento no hay otra vía.
      Quizás en un futuro, que yo veo muy lejano, se pueda experimentar con recreaciones informáticas que eviten el uso de seres vivos. No obstante, en la universidad donde yo doy clase hay un hospital virtual veterinario que es una maravilla y que evita hacer necropsias a los animales para que los estudiantes aprendan.
      Un abrazo y gracias por la visita.

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  11. Hola, Paloma.
    Pobre niño, por suerte salió bien, pero no quiero imaginar otra posibilidad más negativa, lo que hubiera sufrido.
    Genial entrada, en el que no solo nos ilustras e informas, sino que lo haces de una manera tan entretenida que uno se queda aprendiendo sin pestañear si quiera.
    Un beso.

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    1. Hola, Irene.
      Es una gozada saber que mi intención de divulgar ciencia se está haciendo realidad. Intento explicar algunos conceptos científicos para los profanos en la materia, pero sin desviarme del tema a tratar aunque pueda ser complejo.
      Gracias por tus ánimos y por la visita. Es un placer tenerte por aquí.
      Un besote.

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