jueves, 5 de noviembre de 2020

Vacunación, un ejercicio de responsabilidad social


Ahora que la pandemia de Covid-19 nos ha vuelto del revés, ahora que nuestra forma de vivir se ha visto trastocada, ahora es cuando ha salido a relucir lo mejor y lo peor de cada uno.

No soy psicóloga ni socióloga, pero intuyo que esos especialistas deben de estar fascinados con los comportamientos que están saliendo a la luz. Desde los derrotistas que, en una psicosis paranoica por enfermar, creen que esto es el fin del mundo, hasta los negacionistas que, en una actitud infantil, rechazan la evidencia de una realidad que no les gusta; en esta pandemia cada uno muestra de qué pasta está hecho.

Mucho se habla de solidaridad, de responsabilidad ciudadana y de otros valores humanos y excelsos, pero realmente lo que impera es el desconcierto por culpa de los vaivenes en las decisiones de las autoridades sanitarias («donde dije digo, digo Diego») y por culpa de la ineptitud de los gobernantes que solo saben criticar lo que hace el del otro partido («tú lo estás haciendo fatal», «pues anda que tú»). Con este panorama tan desolador, lo que predomina es la idea de «sálvese quien pueda y tonto el último». La cosa no está para solidaridades ni empatías con el prójimo.

Uno de los principales problemas de la extensión de la enfermedad ha sido lo altamente contagiosa que es y, al pillarnos a todos vírgenes de defensas contra el virus nuevo, se ha liado parda. Muchos han dicho que esto es cuestión de paciencia, que poco a poco, todos iremos tomando contacto con el virus y desarrollaremos protección, de manera que al contagiarnos entre nosotros el problema remitirá cuando tengamos la llamada inmunidad de grupo o colectiva.

En principio este razonamiento tiene su lógica, pero esperar a que esto ocurra de manera natural es echarle muchos años y… esperar en vano. La inmunidad colectiva no se obtiene naturalmente, NINGUNA enfermedad infecciosa ha sido erradicada, ni siquiera atenuada, mediante esta inmunidad de grupo o colectiva obtenida de manera natural.

Ya hablé en su momento de los mecanismos de las vacunas, y mucho antes de que apareciera este maldito virus del demonio (Vacunarse o no vacunarse ¿es esa la cuestión?), pero, dada la estulticia de algunos con estos temas, tengo que volver a insistir porque para que la inmunidad de grupo aparezca es necesaria la vacunación. Lo siento por los antivacunas, pero es lo que hay. Y no es que lo diga yo; lo dicen los datos, además, unos datos que no son fruto de la rapidez y cierta improvisación como los que ahora escuchamos a cuenta de la pandemia, son cifras obtenidas a lo largo de muchos años y de estudios más que contrastados

La viruela se ha erradicado del planeta tras campañas y campañas de vacunación; tres cuartos de lo mismo pasa con la polio que se considera erradicada casi de facto (tan solo hay casos en Afganistán y Pakistán). Hay otras enfermedades que se consideran eliminadas en vastos territorios, por ejemplo, el sarampión está erradicado en España. Algo parecido ocurre con la difteria o la tos ferina, enfermedades gravísimas, que no tienen incidencia en países desarrollados gracias a la vacuna triple bacteriana (VTB). En el caso de la difteria (y el tétanos), conviene aclarar para los puristas que la erradicación nunca será posible porque el tipo de vacuna no evita la infección, lo que provoca es que no aparezcan los síntomas y por tanto no se produce enfermedad, pero la bacteria sigue existiendo entre nosotros e incluso, dentro de nosotros.

En estos casos donde la erradicación es parcial, si viene alguien contagiado de un país donde no se vacuna contra estas enfermedades, podría darse la situación de que infectara a alguien a quien la vacuna no ha protegido completamente (hay individuos que no responden al cien por cien con las vacunas, bien por su endeble sistema inmune que no reacciona o porque simplemente se desaconseja la vacunación), pero es difícil, porque la mayoría de la población está protegida y sirve de escudo ante ese pequeño porcentaje que no tiene defensas. En cualquier caso, si aun así esto ocurriera, no aparecen brotes que haga mayor la probabilidad de que más población frágil enferme y, por tanto, la enfermedad NO SE EXTIENDE.

Y aquí viene lo más importante de la inmunidad colectiva: evita que una enfermedad se extienda y así es como protege a los vulnerables porque la probabilidad de que llegue el agente infeccioso a quien está desprotegido es muy pequeña.

La inmunidad colectiva protege a la sociedad, incluyendo a los más débiles; si alguien es vulnerable o susceptible de enfermar, la sociedad lo evita, lo protege. O lo que es lo mismo: YO ME VACUNO Y TÚ NO ENFERMAS.

Este es un concepto difícil de entender. Aún hay gente que se pone la mascarilla higiénica solo porque cree que se protege a sí misma, pero no, con esa mascarilla uno está protegiendo a los demás. Son los demás, al ponerse la mascarilla ellos, cuando le protegen a uno. Y en este intercambio de protección, en este especial «no eres tú, soy yo» debemos estar todos a una, de lo contrario la cosa no funciona.

Con la vacunación pasa algo parecido a lo de las mascarillas. Si yo me vacuno no solo evito que yo pueda tener una enfermedad, aunque pasar esa enfermedad no suponga un peligro especial para mí, porque estoy fuerte, porque tengo una buena constitución física, o por lo que sea (aunque con este coronavirus, que tire la primera piedra quien se vea libre de complicaciones). Si yo me vacuno, evito enfermar y, a la vez, reducir o evitar (este matiz ya depende del tipo de vacuna) el contagio a otros que sí pueden pasarlo mal, bien porque la vacuna en ellos no es totalmente efectiva (por los motivos enumerados más arriba), bien porque enfermedades previas los ponen en la diana a pesar de todo.

Este ejercicio de solidaridad colectiva es difícil de entender por algunos que no saben ver más allá de su propio ombligo. Estos meses estamos viendo comportamientos vergonzosos donde gente sin escrúpulos ni vergüenza torera acude a fiestas multitudinarias porque no son capaces de renunciar a su propio bienestar (un bienestar superfluo como es el de tomarse unas copas y bailar, algo que muestra qué escala de valores tiene esta gentuza). Pero, quizás a estos insolidarios egoístas habría que recordarles que si el género Homo, al que pertenecen ellos también, aunque no lo parezca, sobrevivió en sus orígenes a pesar de estar rodeado de especies mucho más agresivas y fuertes, lo hizo gracias a una peculiaridad que lo ayudó a superar o a contrarrestar sus muchas carencias: vivir en sociedad.

Gracias a la cooperación social, nuestros ancestros sobrevivieron. Mientras unos se dedicaban a cazar para suministrar alimento a la tribu, otros se centraban en recolectar plantas útiles para curar dolencias y otros, que no podían ni cazar ni andar grandes distancias para la recolección silvestre, se ocupaban de cuidar las crías, los retoños de los demás y así asegurar la propagación de la prole, ser más numerosos y estar mejor preparados para enfrentarse a un potencial enemigo.

Pero esto con el tiempo ha ido desvirtuándose, a medida que la supervivencia se ha ido asegurando nos hemos olvidado de la base de nuestra conservación como especie, hasta el punto de creer que nos bastamos solos, que no necesitamos de los demás, e incluso que solos nos irá mejor, pero no es así.

 Vivimos tiempos convulsos que ponen de manifiesto cuán frágiles somos y retomar el viejo axioma de que el grupo unido tiene más posibilidad de sobrevivir es difícil de entender. Quizás los derrotistas tengan algo de razón y no seamos capaces de salir de esta, en cuyo caso la culpa no será de un virus sino de nuestro propio egoísmo o simplemente de nuestra propia estupidez, en cuyo caso, desaparecer es lo que nos merecemos.





16 comentarios:

  1. La sociedad se ha vuelto insolidaria. La propia palabra "solidaridad" resulta muchas veces difícil de pronunciar, no sé si porque la mente nos juega una mala pasada. Resulta ya cansino decirlo, pero este comportamiento insolidario y egoista es el resultado de una mala educación, debiéndose atajar yay jóvenes en la escuela primaria, enseñando a los niños a pensar en los demás como grupo. Y hablando de enseñanza, todavía me llama muchísimo la atención que se tenga que culturalizar a la gente, incluso a los más jóvenes, de para qué sirven las vacunas y qué diferencia hay entre un virus y una bacteria, y por qué los antibióticos no sirven para tratar una infección vírica. El nivel cultural y comportamiento social de nuestros conciudadanos está bajo mínimos. Y así nos va.
    Como siempre, lo has expuesto con una claridad meridiana y has tocado un tema que sigue siendo, por desgracia, muy candente.
    Un beso.

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    1. Hace años dando clase y hablando de medicamentos, antibióticos, aspirinas... en fin todos esos conceptos, vi que me hacían preguntas muy raras hasta que descubrí que para algunos todo eran antibióticos, para el dolor, para la fiebre, para cada cosa todo antibióticos. Confundían el concepto de antibiótico con medicamento. Otros decían que había aspirinas para cada cosa. Estos creían que aspirina era sinónimo de medicina. Y lo peor es que eran de Primero de Bachillerato. Así está el nivel cultural de nuestros conciudadanos.
      Un beso.

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    2. Hola, Josep Mª.
      A mí también me parece increíble que a estas alturas se tenga que explicar para qué sirve una vacuna y por qué es conveniente vacunarse. Ahora se le presta atención, y se le hace más caso, a cualquier descerebrado con miles de seguidores en internet y al que creen cualquier imbecilidad que se le ocurra, que al profesorado o a quienes saben del tema en cuestión. Es una especie de alienación virtual.
      Creo que en algunas cosas hemos retrocedido, la involución en la educación (académica y conductual) es deprimente.
      Los valores que tanto ponderaban nuestros abuelos, o nuestros padres, ahora se toman como estigmas del pasado, lo guay es negar la mayor y ponerse "rebelde", una rebeldía que no es más que egoísmo encubierto. Se confunden los términos y luego pasa lo que pasa.
      Ese altruismo que, se supone, debe imperar precisamente en la juventud, ahora es una característica que raramente adorna a los más jóvenes. Hace poco salió en portada que unos chavales salieron a limpiar las calles tras los disturbios de otros jóvenes, una acción que los engrandecería siempre pero que, ahora, se tiene como algo inaudito.
      Respecto al batiburrillo que tienen muchos, y aquí contesto también a Rosa, es alucinante. Muchos de mis alumnos, que están en tercero y cuarto de sus carreras, tienen cierta empanada mental con algunos conceptos, algo que a mí me saca de quicio, porque son capaces de decir de memoria fórmulas complejas, pero luego no entienden lo que significan. En el ansia de hacer al alumnado más técnico y "especializado", se nos ha olvidado que lo que permanece es la base, los conceptos de los que parten los datos más complejos.
      Esto en cuanto a terminología científica (Rosa, tengo alumnos de ciencias que no tienen muy claro qué es un mol), pero en conceptos sociales... ahí creo que es aún peor. Ayer, sin ir más lejos, y al hilo de una serie de TV que estamos viendo, mi marido y yo le tuvimos que explicar a nuestra hija qué era ETA, qué hizo, cómo se acabó con ella y por qué, etc, etc. No tenía ni idea!!! Y eso forma parte de nuestra historia súper reciente. Ni os cuento cuando le hablamos de Franco...
      Un beso para los dos

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  2. Caray, Paloma, has dado a diestro y a siniestro. Se puede decir más alto, pero no más claro. No me gusta lo de "ya lo dije yo", pero cuando al principio de la pandemia se hablaba tanto de que de esa experiencia saldríamos más solidarios, yo me preguntaba si realmente alguien se lo creía. Si por algo se caracteriza el ser humano es por su egoísmo en cualquier situación de crisis. Mientras las cosas van bien, se permite algún tipo de altruismo, pero en cuanto vienen mal dadas, como tú dices, "tonto el último". Si a eso añadimos la ignorancia y el miedo, el cóctel está servido.
    La vacunación debería ser obligatoria, pero menudos gritos darían los salvajes pidiendo libertad, esa libertad que para ellos supone saquear la propiedad ajena. Para esos bestias me viene a la cabeza la frase de "Los odiosos ocho" de Tarantino: "Solo hay que ahorcar a los cabrones infames, pero a los cabrones infames hay que ahorcarlos". Eso son, cabrones infames.
    Un beso.

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    1. A la insolidaridad de muchos, que siempre ha existido, ahora se le suma el borreguismo, que también ha existido siempre, pero que hoy, con las redes sociales, es más fácil de sacar a la luz. La predisposición de tantos a creerse cualquier idiotez a mí me alucina sobremanera, y la facilidad con la que siguen las consignas de los que los jalean me dejan impresionada y deprimida. Pero es mucho más fácil obedecer ciegamente a un gurú que ponerse a pensar y sacar conclusiones propias.
      A mi modo de ver, esta falta de "valores" tiene mucho que ver con la educación, y no solo con la que se da en los centros académicos, sino también con la que se recibe en los hogares.
      Y sí, a los cabrones infames hay que ahorcarlos (y qué a gusto nos íbamos a quedar).
      Un besote.

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  3. ¡Hola, Paloma! Quien ponga en duda las vacunas desde luego que es bobo de capirote y bien merecido tendría no tener acceso a ellas. Pero me temo que la vacuna de la COVID19 será cuestión aparte. En un tema con tan oscuro desde su propio origen, con esta carrera farmacéutica por conseguirla en tan poco tiempo, con tantos proyectos, con tantas incógnitas e intereses creados... Creo que mucha población será reacia a ponérsela, y no solo los antivacunas. Quizá, como hiciera Fraga en su día en aquel baño, lo mejor sería que nuestros amados lideres políticos que tanto se desviven por nosotros fueran los primeros en recibirla para demostrar su eficacia. Bromas aparte, ojalá aparezcan pronto y sean eficaces para volver a vivir como se debe. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Sé que la elaboración de la(s) vacunas(s) contra el Covid suscita recelo entre muchos, y no me extraña porque hay un bombardeo de información que está provocando cierto aturdimiento y poca claridad. Precisamente por eso, este tema lo trataré en la próxima publicación, pero te avanzo algunas cosas aquí.
      Ahora mismo las diferentes vacunas que se están desarrollando y que están a punto de salir, se basan en otras ya existentes con ligeras, o profundas, modificaciones; es posible (yo lo doy por seguro) que no sean todo lo eficaces que se espera de una vacuna "aceptable", es decir, puede que no procure la protección deseada y esperada en una vacuna, pero eso no quiere decir que no sea segura. Seguridad y eficacia no es lo mismo. Que estas vacunas a punto de ser comercializadas no sean perfectas(se ha bajado mucho el listón en este aspecto por la situación tan grave que estamos viviendo) no quiere decir que no sean seguras. Es decir, puede que la vacuna no dé una protección completa pero tampoco va a provocar daño. Esto, al menos en "el mundo científico occidental" está asegurado (de las vacunas rusas y chinas, yo ahí ya no opino).
      Yo me pondría cualquiera de las vacunas que están a punto de salir (en EEUU o en la UE), te lo digo en serio.
      Como te comento, este tema lo trataré en la próxima publicación.
      Yo estoy convencida de que al final aparecerá la guay, la que nos quite de en medio esta pesadilla, pero para esa habrá que esperar algo más y puede que esa vacuna "perfecta" sea española (al loro con el trabajo del equipo de Luis Enjuanes del CSIC, tiene muy buena pinta).
      Un abrazo, David.

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  4. Nunca he entendido a la gente que es reacia a vacunarse, nunca, porque se supone o así me lo han enseñado a mi que previene de contraer enfermedades y de contagiar a otros por supuesto, de modo que no lo consigo entender.
    Todavía me acuerdo en mi colegio las colas que hacíamos para vacunarnos todos los cursos, de lo que tocara según la edad, y no recuerdo que nadie no quisiera ponérsela, de modo que yo me he vacunado desde bien pequeña y por supuesto a mi hijo también.
    La ignorancia de la juventud es por la falta de valores que no se inculcan muchas veces desde los propios padres pero también desde los medios de comunicación que tampoco ayudan y ya ni te cuento las redes sociales, uf, madre mía.
    Y no me choca que tuvierais que explicarle quien fue ETA y lo que significo a tu hija, porque Jorge con muchos temas, incluido ese, hemos tenido también que explicarle a Jorge, de modo que no me extraña. La serie imagino que es PATRIA, ya me dirás que tal para ver si la puedo ver.
    Un besote. Y por supuesto estaré muy atenta a tu próximo post sobre la vacuna del Covid que tengo mucho interés.

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    1. A mí también me vacunaban en el colegio, y recuerdo esas filas de las que hablas, esperando el pinchazo temible que luego resultaba que no dolía nada, salvo la de la polia que me acuerdo consistía en unas gotas que te ponían en la lengua, esa molaba.
      Eran otros tiempos y la vacunación creo que era obligatoria, en cualquier caso nos ahorró muchos disgustos aunque el calendario de vacunación dejaba bastante que desear porque, según mi madre que yo no me acuerdo, pasé el sarampión (sin consecuencias graves, afortunadamente), y ya de muy mayor me tocó pasar las paperas porque de pequeña no fui vacunada, y aunque tampoco tuve complicaciones ahí sí recuerdo que lo pasé fatal, qué dolor y qué malestar.
      Efectivamente la serie a la que me refería era Patria, aunque si te soy sincera yo la he abandonado, me despierta recuerdos muy amargos y me pone de muy mala leche (al padre de una compañera de estudios que era militar lo mató ETA). Lo que sí he visto ha sido el documental El desafío de ETA, y creo que debería ser de obligada visualización para nuestros jóvenes, para que se enteren y sepan qué paso aquí hace no tanto tiempo.
      Un besote.

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  5. Recuerdo al principio de la pandemia que los asesores de Boris Johnson defendían a capa y espada la dichosa "inmunidad de rebaño". A tenor de lo que cuentas, me parece increíble que nuestros líderes sigan postulados que son falsos total o parcialmente, ideas que orientan sus decisiones y nos ponen en peligro. Desde luego, en cuanto el "premier" británico le vio las orejas al lobo se lo pensó, hoy la situación del Reino Unido es dramática y con todo, una parte del partido de Johnson anda revuelta por estar en desacuerdo con el confinamiento y las medidas de prevención de la COVID (son negacionistas, vaya).
    Me angustia pensar que a pesar de que contamos con el conocimiento, nos servimos de la ignorancia para tomar decisiones, ¡la que nos espera!
    En fin, un abrazo de codo y a ver si salimos de esta.

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    1. Lo de Johnson fue llamativo. Es cierto que al principio, cuando se creía que esto era una gripe, dijo lo de la inmunidad de rebaño, y yo pensé que para que eso ocurriera había que echarle muchísimos años (ellos creo que decían dos o tres y yo eché cuentas de veinte o treinta) a lo que, viendo cuánta gente tenía complicaciones y cómo lo pasaban de mal, yo pensé que, en el caso de que se diera esa inmunidad colectiva, para cuando llegara nos íbamos a dejar muchos muertos por el camino.
      Vi una webinar de virólogos del CSIC y ahí dieron datos concisos: ninguna enfermedad infecciosa ha sido eliminada o controlada con una inmunidad colectiva obtenida de manera natural. Supongo que en Gran Bretaña también deben de tener virólogos que sepan de estas cosas y que podrían asesorar a sus dirigentes, pero me imagino que hacen como aquí, se ponen a opinar sin saber de la misa la media. Al menos ese señor, al pasar la enfermedad y ver de qué iba, rectificó algo.
      En cambio otros siguen erre que erre, y ahí tenemos a Trump que necesitó UCI y, aunque no lo informaron, por ese ingreso en un hospital militar, debió de pasarlo regular, pero con todo y con eso pasó del tema, encima dijo cosas como que no se ponía la mascarilla porque ya no podía contagiar, algo que aún no está demostrado por la comunidad científica.
      Habrá que tener paciencia y esperar a las vacunas, saldrán varias y a lo largo de estos años veremos cómo van siendo más perfectas. Eso lo contaré otro día.
      Un abrazo virtual, Gerardo. Cuídate mucho.

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  6. Muy interesante reflexión Paloma como nos tienes acostumbrados.
    Lo de los antivacunas hace tiempo que está fuera de control porque su libertad afecta nuestra salud y eso no es negociable. Me preocupa ver que vivimos en un mundo tan egoista, centrado en las necesidades inmediatas y con un vacio de valores que asusta.
    Justo ayer mi hijo menor me enseñó un video que corría por una red social en la que salían dos jóvenes en un programa de buscar pareja, parece que el programa para proporcionar conversación a esos angelitos les preparan preguntas para que se hagan entre ellos y la pregunta difícilisima era ¿A qué personaje histórico admiras? Uno de ellos no entendía ni siquiera la pregunta, desconocía qué era un personaje histórico y el otro acabó diciendo que el personaje histórico al que admiraba era TORRENTE. Con este nivel nos sorprendemos que haya negacionistas, antivacunas, personajes que solo se preocupaban de su salida de ocio sin importar a quién enferman... En fin que el nivel cultural de este país es para llorar.
    Besotes guapa

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    1. Hola, Conxita.
      En el tema de vacunas sí, vacunas no, hay dos conceptos enfrentados: la libertad de cada uno y la salud de todos. ¿Hasta qué punto una libertad individual está por encima del bien común? Yo creo que si "mi" libertad de no vacunarme pone en riesgo la salud de los demás, yo no puedo ejercer esa libertad. Pero luego vienen los puristas, o los tocanarices y empiezan a marear la perdiz.
      Esa falta de valores, o esa distorsión de los mismos, es muy preocupante. Espero que en ese programa del que hablas. eligieran a los más tontos de los concursantes para dar "emoción" a la audiencia, porque elegir a Torrente como personaje histórico y encima al que admirar... aunque yo sé que más de uno habría dicho Belén Esteban (que no es histórica pero, por desgracia, es real).
      En fin, que la educación a todos los niveles (académica y conductual) está por los suelos.
      Un besote y cuídate, que tenemos que aguantar hasta que lleguen las vacunas (ayer dijeron que la de Pfizer es la bomba, ya veremos, en cualquier caso es una buena noticia aunque yo no echaría aún las campanas al vuelo).

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