martes, 25 de junio de 2024

Transgénicos: que viene el Coco

 


Parece que debemos rendirnos a la evidencia de que un sector de la población está más receptivo a aceptar la cantinela de cualquier cantamañanas que se suba a un púlpito en lugar de seguir los consejos de quienes están capacitados para hablar sobre ciertos temas.

Sin ánimo de considerarme entre estos últimos no renuncio a aportar mi granito de arena en algunos terrenos donde veo que el personal se dispersa y se deja llevar por informaciones que no son rigurosas.

Hoy me voy a centrar en un tema polémico (aunque, bien mirado, polémica no tiene mucha porque la evidencia científica canta y ahí está): los alimentos transgénicos.

Quien más, quien menos, ha oído hablar de los transgénicos, pero ¿sabemos realmente qué son?

Hace unos años, hice un máster sobre Ciencias Farmacéuticas, en la asignatura «Nuevos alimentos» realicé una exposición sobre el riesgo percibido ante los transgénicos. En dicho trabajo evalué, mediante unas encuestas, qué conocimiento tenía la población sobre los transgénicos. Para no aburrir al personal resumiré que la mayoría percibía los alimentos transgénicos como poco recomendables, aunque, cuando se les preguntaba por qué, no sabían dar razones.

Vamos a definir primero qué es un transgénico o, lo que es lo mismo, un organismo modificado genéticamente.

Según la directiva de 2001 de la Comunidad Europea, un Organismo Modificado Genéticamente, OMG para abreviar, es un organismo cuyo material genético ha sido modificado mediante biotecnología, de una manera que no se produce naturalmente en el apareamiento ni en la recombinación natural.

Si nos fijamos en esta definición hay varios conceptos interesantes: «naturalmente», «apareamiento» y «recombinación natural».  Esto nos viene a decir que en la naturaleza y en la reproducción «ordinaria» pueden darse modificaciones genéticas. Porque un organismo puede tener material genético de otra especie de MANERA NATURAL, o de manera ARTIFICIAL, pero sin utilizar ingeniería genética, aunque en estos casos ya no se trataría de un OMG sino de un híbrido.

Desde antes incluso de conocer la existencia de los genes, los agricultores y los ganaderos «mezclaban» especies entre sí para obtener mejoras en el resultado. A veces, esas «mezclas» eran espontáneas, no dirigidas por la mano del hombre. En cualquier caso, si el resultado era un trigo más nutritivo o resistente a la meteorología o una oveja que producía más leche, el agricultor o el ganadero, se quedaba con esa «nueva» especie porque le rentaba más. Pura lógica.

Es decir, la modificación genética se lleva utilizando desde hace siglos y nadie ha cuestionado la idoneidad del producto resultante, sin embargo, cuando esa modificación se hace en un laboratorio a algunos se les encienden las alarmas y se echan a temblar. ¿Por qué?

Ciertos sectores son anti-transgénicos por ideología o por postureo, una servidora no lo tiene muy claro (y algunos anti-transgénicos, me temo, tampoco). Los argumentos para oponerse a este tipo de alimentos son de lo más variado y hasta peregrinos.

Los ecologistas aducen que los transgénicos atentan contra la biodiversidad, sin embargo, desde el Neolítico, cuando el ser humano comenzó a desarrollar la agricultura y la ganadería, se han estado seleccionando las especies que eran más rentables, apartando o descartando las que no convenían. Es ley de supervivencia y sentido común. Por muy ecológico que pueda resultar nadie va a cultivar un centeno que se malogra ante la falta de lluvia mientras que hay otro que resiste mejor la sequía. Igual se ha hecho con los animales, se seleccionan los mejores ejemplares y se emplean para aparearlos asegurando que su descendencia sea la que prevalezca. En estas técnicas se fundamenta el éxito de la agricultura y de la ganadería y en estas, a su vez, se basa el florecimiento de la civilización.

Abandonando las objeciones de algunos ecologistas por falta de fundamento vamos a hablar de seguridad.

Como ya se ha visto, las modificaciones genéticas en los alimentos (vegetales y animales) fuera del laboratorio se dan desde hace milenios, bien espontáneamente, bien a propósito. Nadie teme comerse un limón común cuando este fruto es el resultado del cruce entre un limonero francés y un naranjo amargo. La cosa se tuerce cuando nos dicen que ese cambio genético se da en un laboratorio, ahí el personal recela.

La diferencia entre conseguir una modificación genética en un «tubo de ensayo» o de manera «natural» estriba en el tiempo que se invierte para que dicho cambie se dé. El resultado es el mismo: una mejora en el producto final tanto a nivel de calidad como de productividad.

El arroz bomba es un producto transgénico que, al tener menos cantidad de amilopectina y más de amilosa, le da unas características sensoriales y culinarias especiales; el éxito de la cerveza Carlsberg radica en que su fundador desarrolló  una variedad de levadura especial responsable del color dorado característico de esa marca; el «Golden rice» es un arroz enriquecido con betacarotenos (precursores de la vitamina A) en su parte comestible protegiendo de enfermedades oculares a poblaciones orientales donde el arroz es la base de su alimentación.

Trigos modificados genéticamente producen el doble de grano en una misma superficie y necesitan menor aporte de agua consiguiendo que las cosechas sean más productivas y logrando que poblaciones enteras escapen a la hambruna que una temporada con falta de lluvia podría acarrear.

Aun así, sigue habiendo detractores de este tipo de alimentos. La suspicacia de la población ha hecho que los transgénicos sean evaluados de manera más exhaustiva que un alimento «normal» siendo sometidos a muchos más controles por lo que se puede decir que son mucho más seguros.

Otra cuestión, no menos importante, sería la ética profesional y el supuesto abuso con las semillas patentadas por grandes multinacionales. Como quiero centrarme en la seguridad alimentaria no voy a entrar en detalles, pero tan solo apuntaré que las semillas de los alimentos transgénicos, en su mayoría, pueden cultivarse, y que los contratos leoninos que deben firmar los agricultores de países empobrecidos no son tales (aunque hay excepciones).

Entre los sectores remisos no solo está la población, también hay países que, institucionalmente, cuestionan la seguridad de estos alimentos negándose a consumirlos. En la Unión Europea los adalides de esta postura son Austria, Hungría y Francia. En este último país es especialmente llamativa su preocupación por la seguridad de sus habitantes con este tema cuando es un firme defensor de la energía nuclear y de la homeopatía. Mucha preocupación y poca coherencia.

Los alimentos transgénicos no solo son seguros, además se presentan como la alternativa a la deriva de la humanidad. Vivimos en un planeta finito, la superficie no crece (al contrario, gracias al cambio climático cada vez hay menos área cultivable) pero el número de habitantes no para de crecer, ocho mil millones. Si queremos comer todos vamos a tener que ponernos las pilas y en los laboratorios de biotecnología puede hallarse una de las claves para sobrevivir.

 

¿Transgénicos? Sí, gracias.

 

 



10 comentarios:

  1. Pues como suele suceder en estos temas, estoy totalmente de acuerdo contigo. Como les decía a mis alumnos los nucleótidos son básicamente cuatro y cuando digerimos los genes del alimento y los absorbemos el cuerpo no sabe de dónde provienen esos nucleótidos ni si derivan o no de una modificación en laboratorio. Como en todos los temas científicos, y en los de otro tipo también, la gente habla sin saber y se apunta a lo que dice cualquiera. Lo gracioso es que se suelen apuntar más a lo que dicen los alarmistas sin causa que lo que dicen los científicos. Parece que lo primero da más morbo.
    Un beso.

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    1. A mí también me sorprende, y me enfada, que un sector importante de la población prefiere hacer caso a quienes hablan de oídas que a los expertos, siguiendo esa pauta de que hay una conjura mundial para engañarnos desde los estamentos oficiales o algo así. Lamentable.
      Como bien les decías a tus alumnos, cuando nos comemos lo que sea que nos comamos sus genes no se integran con los nuestros ni nada parecido.
      Un beso.

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  2. Hola, Paloma.
    El problema es el creernos informados, a veces escuchamos algo y ya somos más que entendidos en la materia. Y ya si hablamos de moda, ufff, ahí si que no puedo más que darte la razón. No tengo nada en contra de las decisiones personales que tome cada uno, pero cuantas son eso, decisiones y cuantas forman parte de lo que la sociedad en ese momento impone como moda y por lo tanto determina por nosotros.
    Con toda la información que se dispone y tenemos acceso, hay temas que no se deberían dar por sentado.
    Para ponerle humor, yo hambre no paso, vaya que no, ja, ja, ja.
    Besos.

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    1. Hola, Irene.
      Es lamentable que hoy en día con la facilidad que tenemos para acceder a la información haya gente que no se entere de nada y lo poco que indaga lo hace mal, asumiendo teorías falsas y perniciosas.
      Preferimos dejarnos llevar por quien grita y gesticula en lugar de seguir a quien, serenamente y desde el conocimiento nos informa de manera adecuada.
      En fin, es lo que hay.
      Haces bien en comer, y disfrutar, y si entre esa comida hay transgénicos, pues sin miedo, no pasa nada.
      Un beso.

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  3. Hola Paloma. Debo confesar que yo estaba entra aquellas a las que no les sonaba muy bien lo de "alimentos transgénicos", pero después de leerte y sabiendo de sobra que siempre hablas desde el conocimiento, tengo que rendirme a la evidencia de que no solo deben gustarme, sino que más pronto que tarde "tendrán" que gustarnos a todos.
    Mil gracias como siempre por una exposición tan amena y tan bien sustentada en razones que se comprenden fácilmente.
    ¡Un beso!

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    1. Hola, Julia.
      Tener en cuenta el ecologismo está muy bien, pero algunas teorías, además de fundamentarse en premisas erróneas, son del todo irrealizables. Sería muy bonito que la carne que nos comemos proceda de vacas que viven en libertad (las explotaciones extensivas) pero no hay tanta superficie para tanta vaca suelta, hay que sujetarse a la realidad y esa realidad nos dice que la superficie del planeta no crece mientras que su población sí, y todos queremos comer.
      La biotecnología nos puede ayudar a salir del apuro y ponerle palos en las ruedas es un grave error.
      Me alegro que mi humilde contribución haya servido para acercarte un poco a esto de los transgénicos.
      Un beso grande, guapa.

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  4. Una estupenda y certera exposición. Nunca he llegado a entender las razones de algunos ecologistas y detractores de los OMG. La ecología también se sustenta en la ciencia y no debería cuestionar nuevas técnicas de mejora con fines alimenticios, cuando estas están perfectamente estudiadas, tanto en su vertiente de eficacia como de seguridad. Yo me considero ecologista y no entiendo alguna de estas posturas intransigente que parece que su único objetivo es oponerse a lo novedoso, especialmente si se hace en un laboratorio. Entiendo que algo que se produce de foma "artificial" cree recelos, pero si los científicos y las autoridades sanitarias demuestran su bondad y necesidad, no hay motivo de alarma. Lo malo es que esas voces que alertan, por ignorancia, de peligros inexistentes calan más hondo que cualquier explicación seria y rigurosa.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      Fui socia de Greenpeace muchos años hasta que me enteré de que habían elaborado una guía "verde" con un listado de empresas que no utilizaban transgénicos o que si lo hacían era "sensatamente". Dicha guía era un auténtico despropósito y una coacción para aquellas empresas que se negaban a dar información sobre el tema por una cuestión de confidencialidad con sus laboratorios.
      El problema de este tema es que se mezclan churras con merinas, una de las empresas que más críticas ha recibido fue Monsanto, un holding que no destaca por su transparencia fiscal y por sus prácticas empresariales lo que no es sinónimo de que sus productos sean dañinos. No hay que confundir. De hecho, mis únicas reticencias con algunos transgénicos son de tipo ético hacia las empresas que los gestionan, pero nunca hacia la seguridad de esos alimentos.
      Hay sectores ecologistas que militan de forma equivocada y eso hace daño a todos. Yo me considero ecologista porque es de sentido común.
      Un beso.

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  5. ¡Hola, Paloma! Bueno, todo es ideología hoy día y este tema no se escapa a ello. Con la energía nuclear pasa lo mismo, pese a que pienso que es la única fuente, al menos la fusión, que puede sustituir con eficacia a los combustibles fósiles. Como bien dices, somos 8 mil millones de habitantes que alimentar y eso no puede dejarse en manos del azar. Como se suele decir, qué fácil es hablar del hambre con el estómago lleno y creo que esos ecologistas tan naturalistas y veganos ellos con su quinoa y sus aguacates me parece que lo tienen demasiado lleno.
    En realidad, también pienso que todo depende de los intereses económicos que haya detrás. Creo que pronto llegará a las tiendas la carne sintética, algo que seguro tú estás mejor informada, eso puede que cambie la cosa dado que imagino se iniciará una campaña mediática en pro de sus ventajas y demás para que la gente la acepte.
    Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Cuando algunos ecologistas argumentan que la solución a la contaminación en el mundo es el veganismo me tiro de los pelos. Somos omnívoros y debemos consumir carne, por no decir que no hay suficiente superficie en el planeta para cultivar tanta verdura como sería menester si queremos comer todos, además de que no andamos sobrados de agua precisamente, ni de abonos "naturales" que aseguren buenas cosechas.
      Como bien comentas, es muy fácil hablar y ponderar sobre el hambre con el estómago lleno. Tanta tontería vegana solo es posible en una sociedad de abundancia donde los supermercados ofertan alimentos que en algunos países ni saben lo que son.
      Lo de la carne sintética yo aún no lo veo, creo que está aún en el terreno de las quimeras. Me mantengo a la expectativa con este tema, ya veremos si puede ser factible.
      Un abrazo.

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