En
estos tiempos donde ya estamos de vuelta de todo y nos hemos convertido en unos
cínicos de tomo y lomo a golpe de decepción, hay ideas, corrientes de
pensamiento, que quieren dar el contrapunto, llamar la atención oponiéndose al
sistema establecido y que consiguen muchos adeptos.
No
estoy yo en contra de oponerme al “establishment” porque siempre he sido algo
rebelde y también me gusta mucho tocar las narices al personal (al influyente,
me refiero). Sin embargo, no todo es cuestionable, con algunas cosas no se debe
jugar y una de ellas es la salud.
Cuando
de salud se trata, mostrarse en contra de lo establecido ―entendiendo como establecido la experiencia científica― no
solo es inapropiado, sino también peligroso.
Siempre
han existido las llamadas terapias alternativas, pero de unos años a esta parte
están teniendo un auge especialmente preocupante. Estas terapias que, como su
propio nombre indica, se muestran como una opción diferente a las
tradicionales, tienen cierta peligrosidad. Muchas de ellas no son peligrosas en
sí mismas ―afortunadamente la mayoría no hacen nada, ni bueno, ni malo―, su riesgo reside en que al aplicarlas el paciente
abandona el tratamiento “convencional” con resultados nada beneficiosos.
La
aparición de “especialistas” en este tipo de terapias también está mostrando un
repunte alarmante, generalmente estos individuos acompañan su título con el
añadido de “naturópata”, algo que gusta mucho al público, porque esa referencia
a curar mediante medios naturales parece muy ecológica y ancestral. Todo lo que
suena a Naturaleza, o que viene de ella, nos inspira seguridad y yo no entiendo
muy bien por qué. De la Naturaleza salen los huracanes, los terremotos, la
amanita faloides, las avispas asiáticas o la serpiente cascabel y, sin embargo,
estos productos “naturales” no son nada seguros, todo lo contrario.
Cuando
desde un punto de vista científico se intenta denunciar estas prácticas, el
principal argumento se basa en la falta de evidencia científica. Pero ¿qué es
la evidencia científica? Según los expertos, es el uso consciente,
explícito y juicioso de datos válidos y disponibles procedentes de la
investigación científica. Esos datos se recogen de miles de experiencias,
estudios, resultados, evaluaciones varias y muchas más investigaciones ―todo depende de lo que se quiera evidenciar científicamente―.
En resumidas cuentas, la evidencia se basa en numerosos estudios contrastados
que pueden «demostrarse». Y esa demostración se hace tras un proceso laborioso.
Pasos a seguir para obtener evidencia científica |
Es
cierto que si algo no está avalado por experimentos científicos no quiere decir
que sea malo o falso, pero cuando de salud se trata la experimentación debe
hacerse previamente por los cauces legales, porque utilizar de antemano a
personas como ratas de laboratorio, además de irresponsable denota muy poca
ética.
Incluso
cuando se trata de experimentar desde la legalidad, no se hace a tontas y a
locas. Lo que se vaya a probar debe tener una base y partir de una hipótesis
fundamentada en teorías científicas que inducen a creer que se darán ciertos
resultados y que se ha de confirmar mediante la experimentación.
Es
decir, yo no puedo llegar un día y proponer «Tengo un grupo de personas a las
que les duele la cabeza, les voy a dar con una cachiporra a ver si así
desaparece el dolor». Cabe la posibilidad de que esta idea tan peregrina
funcione ―los individuos golpeados pueden perder la
consciencia y no sentir luego ya ningún dolor―,
pero las ideas, peregrinas o no, siempre deben tener un fundamento teórico que refuerce o venga a explicar lo
que queremos encontrar porque resultados como los del experimento de la
cachiporra pueden ser ‘relativamente efectivos’ pero erróneos ―a los pacientes les hemos quitado el dolor pero les
hemos provocado una hemorragia cerebral que los dejará en coma toda su vida―.
A
veces es la propia experiencia la que nos da una pauta a seguir para
investigar. Si nos enteramos de que en una aldea de Guinea, por poner un
ejemplo, toda la población es inmune a una determinada enfermedad y los
habitantes de esa aldea se caracterizan por comer muchos caracoles, por poner
otro ejemplo, podemos sacar la conclusión de que los caracoles protegen contra
esa enfermedad, pero en realidad no es tan sencillo. Lo que hay que hacer es
evaluar más detenidamente a la población (su entorno, su modo de vida, incluso
su genética), desentrañar bien el mecanismo de acción de esa enfermedad contra
la que están protegidos y por supuesto, estudiar a los caracoles y establecer
un nexo de relación entre la enfermedad y el caracol.
Incluso
una vez que se establece la posible relación no podemos afirmar taxativamente
que los caracoles son buenos para proteger contra esa enfermedad. Aún habría
que realizar muchos pasos más para llegar a la tan ansiada evidencia científica.
En
cualquier caso, cuando una terapia se basa en el empirismo, en la experiencia
práctica, la bondad de ese tratamiento se ha de poder reproducir en un
laboratorio y si no es posible es que esa terapia no es efectiva y nos están
engañando.
Una
corriente alternativa a la medicina natural es la homeopatía. Este sistema de
sanación es muy antiguo, lo descubrió un médico alemán, Samuel Hahnemann, en el
siglo XVIII. En esencia esta terapia se basa en un aforismo: «lo similar cura
lo similar» y viene a decir que una sustancia que provoca síntomas de
enfermedad en una persona sana puede curar esa enfermedad en personas que ya la
padecen. Absurdo, ¿verdad? Pues esta terapia anda rondando por muchos hogares y
centros sanitarios desde hace más de doscientos años.
El
caso es que este médico alemán se basó en un experimento que hizo consigo
mismo. Leyendo un tratado sobre la malaria se enteró de que la quina (árbol
originario de América del Sur) curaba sus síntomas. Él decidió investigar a su
manera y procedió a masticar un poco de corteza de dicho árbol, enseguida
comenzó a sentir escalofríos y dolores en las articulaciones, los mismos
síntomas que produce la malaria (y el 90% de las enfermedades infecciosas y
parasitarias) y de ahí llegó a la conclusión de que una sustancia que puede
hacer desaparecer una enfermedad (la sustancia sería la quinina y la
enfermedad, la malaria) a grandes dosis puede provocarla, pues cuando sintió
esos escalofríos creyó estar padeciendo la malaria (esta enfermedad en realidad
la produce un parásito que trasmiten algunos mosquitos). Tras
esta deducción tan peregrina, y nada científica, el bueno de Hahnemann le dio
la vuelta a su idea y… ¡zas! ¡Nació la homeopatía!
Cuando
Hahnemann enunció su teoría se dispuso a elaborar preparados con sustancias que
provocaban enfermedades para curar esas mismas enfermedades, pero en un momento
de lucidez ―gracias a Dios― decidió diluir esas sustancias en agua (o alcohol) sucesivamente
hasta llegar a un punto en que la sustancia en cuestión apenas estaba presente ―gracias a Dios―
por lo que quienes tomaron esos preparados no acabaron directamente en el
cementerio. Para terminar la poción y que fuera definitivamente efectiva estableció que
había que darle un golpe enérgico con algo elástico (él lo hacía con un libro
de tapas de cuero). Yo, lo del golpe final lo veo como cuando uno canta un
estribillo y al terminar dice “chimpún”.
Para
los defensores de la homeopatía, en estas sucesivas diluciones radica la
efectividad del tratamiento. Para mí en esas diluciones radica la tomadura de
pelo, porque si nos atenemos a la propia técnica, las diluciones se han de
hacer sucesivamente «mucho más allá del punto donde ya no permanecen moléculas de
la sustancia original», o sea que, si ya no hay moléculas de la sustancia
original, entonces… no hay na-da. A no ser que el “chimpún” tenga algún poder
físico-químico aún por descubrir y genere ondas sanadoras o algo así.
Tras
analizar multitud de preparados homeopáticos en laboratorio se ha visto que
estos solo tienen agua y glucosa o algún otro edulcorante, pero ningún
principio activo, ni pasivo, ni nada de nada.
Hay
mucha controversia últimamente cuando las autoridades sanitarias han calificado
esta terapia como pseudociencia sin ninguna credibilidad. Los defensories han
puesto el grito en el cielo, han argumentado que hay personas que se curan,
aunque no llegan a especificar qué dolencias exactamente son las que se sanan
con esta terapia inocua pero inefectiva. Sus defensores (creyentes los llamaría
yo) han protestado y se han sulfurado, pero ninguno ha puesto sobre la mesa
ningún artículo académico que demuestre la base cien-tí-fi-ca en la que
sustentan sus teorías ni, por supuesto, ninguna evidencia que la respalde.
Sé
que hay muchas personas que dicen haber curado sus dolencias con la homeopatía.
Yo no niego la existencia de esas curaciones o mejoras, pero estoy segura de
que la homeopatía nada tuvo que ver en ellas, como estoy convencida de que los
milagros no existen. Pero creyentes los hay en todas partes y en la sanidad
también.
Personalmente
yo prefiero la medicina tradicional, la que ha experimentado, la que se ha
contrastado y ha mostrado su efectividad. Que esa efectividad no se dé siempre,
no quiere decir que la medicina no sea válida, solo que los organismos vivos
actúan de diferentes maneras y muchos no responden como lo hace la mayoría
(no-respondedores se dice en el argot), es más, científicamente el agua con
azúcar no cura nada, pero algunos pagan más de doscientos euros por diez
frasquitos con esa fórmula convencidos de que se van a poner bien.
De
todas maneras, como soy una persona que se rige por el método científico y me
baso en la experimentación, la próxima vez que me duela la cabeza y no se me
quite el dolor con una aspirina, probaré a tomarme solo un vaso de agua, lo
mismo me llevo una sorpresa.
Me has hecho reír con tu estilo irónico tan peculiar de contar cosas tan serias. Lo de la cachiporra para curar el dolor de cabeza es genial, pero seguro que nadie se atreve a probarlo, jajaja.
ResponderEliminarLo que siempre me sorprendió es la pasividad de las autoridades sanitarias ante la comercializaciñon de esos placebos, porque es lo que son. Ya era hora que tomaran la decisión de declararlos inútiles. Yo también me he encontrado con personas que afirman haber tratado efectivamente la ansiedad, el dolor de cabeza, y no sé cuántas cosas más y, además, lo dicen de una forma tan contundente que te hacen dudar. Pero como tampoco creo en los milagros, lo achaco a la fe. Algunos de los seguidores de la homeoterapia ponen como ejemplo las vacunas, que inyectando un virus (atenuado o partes de su cubierta) que provoca uan enfermedad, se logra prevenirla. Pero, claro está, no conocen el mecanismo inmunológico. En fin, estas pseudoterapias solo arraigan entre personas ignorantes (en el sentido estricto de la palabra: que ignoran la verdad) que se dejan convencer por unos oportunistas que utilizan como excusa los "graves" efectos secundarios de los medicamentos y abanderan campañas de desprestigio contra las farmacéuticas, a las que achacan un mero interés económino, como si ellos fueran las hermanitas de la caridad. Entiendo que cuando uno está desesperado acuda a cualquier remedio y se ponga en manos de un curandero, pero eso solo logrará empeorar su estado, a menos que su dolencia sea psicosomática.
En fin, haría falta una campaña de información y concienciación de la población para que no caigan en manos de desaprensivos y sigan los consejos médicos basados en la experiencia científica. Resulta increíble que con lo avanzada que está la ciencia, surjan o resurjan creencias que considero ancestrales. Es muy cierto lo que dices que lo natural no es sinónimo de seguro o sano. Del mismo modo que hay plantas medicinales, también las hay sumamente tóxicas.
Una entrada muy, pero que muy interesante y diáctica.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarTú, desde tu formación académica, te enerva aún más con estas terapias pseudocientíficas. A mí, lo que más me cabrea, es que pretendan adornarlas con falsas premisas científicas mintiendo descaradamente y aprovechándose de la ignorancia la respecto, y de las ganas de creer también, del personal.
La pasividad de las autoridades a mí también me molesta, no solo con estas terapias sino con otros temas también relacionadas con la salud como son los suplementos alimenticios (de los que me ocuparé en otra publicación), la falta de legislación al respecto da lugar a tomaduras de pelo asombrosas y a que se vendan como suplementos de alimentación auténticas estupideces sin ninguna demostración de efectividad.
Normalmente los síntomas que "cura" la homeopatía, siempre son muy difusos en cuanto a origen con una etiología imprecisa que no siempre va acompañada de daño fisiológico, ahí es donde hay múltiples factores que pueden ayudar a esa "cura" y donde la predisposición del enfermo tiene mucho peso.
Lo de comparar las vacunas con la homeopatía es de juzgado de guardia y una demostración de que quien dice eso no tiene ni pajolera idea de cómo funciona el sistema inmune ni de lo que es un anticuerpo. De todas formas, también me ocuparé del tema de las vacunas y la corriente "alternativa" de no vacunarse, en otra publicación en este blog (me voy a despachar a gusto, ya te aviso).
Acusar a las farmacéuticas de querer ganar dinero es como acusar a los futbolistas de cobrar por jugar y hacer ganar campeonatos a sus clubes, o sea, una chorrada. Pero que quienes "acusan" de esto sean los gurús que cobran 200 euros, por poner un ejemplo real, por diez frascos de agua... Que los precios de los curanderos no son baratos se ve en el tren de vida que llevan muchos de ellos, con mansiones y coches de lujo.
En fin, que hay mucho que rascar en esto de la salud y de los aprovechados.
Un besote grande y gracias por ser fiel a este espacio.
Como dices, lo malo no son los tratamientos alternativos que, generalmente, son inocuos; lo malo es dejar de recibir el tratamiento adecuado. Conozco el caso de una chica de menos de cuarenta años que murió de un cáncer de mama por negarse a todo tipo de tratamiento convencional y dedicarse a curas naturistas.
ResponderEliminarA esa gente que tanto se le llena la boca con lo natural habría que enseñarle que la mayoría de los remedios farmacéuticos y hospitalarios derivan de seres vivos.
Muy interesante tu entrada. No sabía la historia del inventor de la homeopatía y su peripecia con la malaria imaginaria.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarEse es el principal peligro de las terapias alternativas, que se abandonan las tradicionales y las que son realmente efectivas, aunque no al cien por cien, pero efectivas en la mayoría de los casos.
Yo puedo entender que un estado de ansiedad se pueda "curar" con algunas terapias pues el efecto placebo puede intervenir con mucha fuerza: el paciente cree que lo que está tomando es súper efectivo y se relaja, se siente más tranquilo e indirectamente esa tranquilidad viene a mejorar la ansiedad. Pero en el caso de tumores no hay efecto placebo que valga, aunque sí es verdad que en algunos tipos de cáncer, el estado emocional AYUDA (lo ponog en mayúsculas porque ayudar no es igual a efectividad) a que el paciente responda mejor al tratamiento.
Lo de la quinina y la homeopatía me lo enseñaron en farmacologia, en la carrera. Es curioso cómo nacen algunas teorías, y cómo permanecen en el tiempo es alucinante.
Un besote, 'fan'
Pero primero golpea el vaso de agua, contra un libro, si no, no funciona.
ResponderEliminarHola, Paul.
EliminarPues entonces ya sé de antemano que conmigo la homeopatía no va a funcionar porque ... ¡no tengo ningún libro con las tapas de cuero!
¡Porras!
Un besote.
P.D. ¿Sabes que en Alcalá aún hay algún profesor que defiende la homeopatía? Mi hija está que trina.
Nada hay nuevo bajo el sol, la homeopatía de hoy no deja de ser el curanderismo estilo milenial. El ser humano, esa mezcla de tinieblas y matemáticas, necesita aferrarse a lo irracional cuando todo lo demás falla. Somos seres trascendentes que aspiramos a creer que la realidad es algo más que lo que se nos muestra a los sentidos. Ello nos hace avanzar, aunque en el otro lado de la balanza tengamos que poner supercherías como esta.
ResponderEliminarTambién es verdad que en este "mundo feliz" todo es consumo y necesidades. Si se nos vende que lo normal es tener una salud "ideal" lo que sigue es que ninguno estamos sanos y debemos tomarnos algo para estarlo. DE esto también se benefician las farmacéuticas. ¿Cuántas enfermedades ficticias se diagnostican hoy? Creo que también caerá ese tema en el blog.
Otro elemento que ayuda a la difusión de la homeopatía son esos gurus de la autoayuda y el coaching con su mensaje endiablado que viene a decir "tú eres el único responsable de tu vida y solo necesitas de ti para solucionar tus problemas" lo que en sentido inverso significa que "tú eres el único responsable de tu enfermedad y de tus desgracias".
Y por supuesto que no. Pero ese pensamiento tan de moda en la actualidad, hace que la gente no se conforme con lo "normal" y busque soluciones imaginativas.
Luego, están los bulos internauteros, pero ya es otra historia.
Me encanta cómo estás enfocando el blog, Paloma. Un abrazo!!
Hola, David.
EliminarLa necesidad de creer del ser humano es inherente a su esencia. Ahora que Dios ha sido relegado por ser "indemostrable", resulta que creemos en otras cosas que son igualmente indemostrables, es una incoherencia absoluta. Aunque el propio concepto de creer ya lleva implícito que no hace falta demostración.
El problema está cuando unos cuantos aprovechados sacan tajada de esa necesidad de creer y engañan con efectos dramáticos si de salud estamos hablando.
Tengo un montón de temas para tratar en el blog, ya los iréis viendo poco a poco. No sé a qué te refieres exactamente con lo de las enfermedades ficticias, pero me imagino a esa teoría que se está extendiendo entre los propios profesionales de la salud, de que en algunos marcadores bioquímicos (glucosa, colesterol) se están bajando demasiado los niveles máximos para obligar a tomar medicación. No sé si por ahí iba tu comentario. Desde luego tengo pensado escribir sobre esto también.
Nunca he tenido en buena estima los libros de autoayuda, es una cosa muy particular mía. Pero cuando esa autoayuda se enfoca a la salud, no es que no me guste, es que me parece una insensatez. Recomendar hábitos saludables está muy bien, pero traspasar la barrera de la recomendación para decir absolutas estupideces, me pone de los nervios. Hace un par de años me leí un libro (por ahí anda la reseña) que fue un bestseller en EEUU, donde un "médico naturópata" proponía diferentes test que se podía hacer cada uno en su casa, para averiguar si tenía el gen de algunas enfermedades, esto de por sí ya es una barbaridad. Pero el tío no se quedaba ahí, también proponía qué hacer "para cambiar el genotipo" mediante técnicas de lo más peregrinas que se suponía acallarían los genes "malos". Todo un despropósito donde las frases "Tú puedes hacerlo" "En tus manos está cambiar tu destino y tu salud" aparecían cada dos o tres páginas. Un horror.
En fin, está muy bien creer, pero con un poco de fundamento.
Un besote.
Muy interesante la reflexión que nos propones.
ResponderEliminarDesde luego con los datos en la mano como bien nos dices no hay nada terapéutico en estos productos pero también es cierto que hay personas a las que dicen les ha funcionado. Sea placebo o no mientras a alguien le vaya bien pues allá cada persona, el problema es que como en todas partes también aquí hay mucho iluminado y embaucador que acaba convenciendo a personas desesperadas que abandonan los tratamientos tradicionales y eso sí que me parece terrible.
Tampoco quiero creer que todo este tipo de terapias no tengan ningún efecto, si rebaja la ansiedad y hace que la persona se encuentre mejor pués sean bienvenidos complementando a la medicina tradicional.
Besos
Hola, Conxita.
EliminarComo le he comentado a Rosa, en algunas dolencias el estado emocional del paciente contribuye a su mejora. Si una persona con úlcera gástrica producida por una mayor cantidad de ácido estomacal que, a su vez, es producida por un estado de estrés, toma un remedio homeopático con el convencimiento de que se va a curar, es posible que su ansiedad disminuya por la seguridad que le inspira el remedio, su producción de clorhídrico decaiga y entonces su dolor de estómago disminuya. Hasta ahí vale.
El problema es que esa úlcera, la herida que ya está formada, no se va a cerrar sola (casi nunca lo hace), y mucho menos con remedios homeopáticos, por lo que además, tendrá que seguir un tratamiento "convencional" (y realmente efectivo) para que la úlcera desaparezca y no dé problemas más adelante. De ahí la importancia de no abandonar "nunca" el tratamiento establecido por el personal médico-sanitario que sigue la normativa científica.
Respecto a los listos que intentan sacar tajada del dolor, y la desesperación, de los enfermos y sus parientes, a esos solo queda meterlos en la cárcel por delincuentes, ni más, ni menos.
Un besote.
Soy de las que pienso que la homeopatía si la acompañas del uso tradicional de la medicina convencional vale, pero dejar lo que la medicina nos ha dado y tirarse a la piscina y solo hacer uso de la medicina homeópata me parece una absoluta barbaridad.
ResponderEliminarY desde luego lo que se descubre leyendo tu blog y eso si da gusto aprender tanto pudiéndote reír con ese humor tan tuyo.
Solo apuntar una cosa, mi madre iba a un curandero, y te puedo asegurar que cuando le llego una chica con una verruga que tenia muy mala pinta, la mando directamente al médico, o sea que afortunadamente queda gente honrada, o por lo menos a aquel hombre lo era.
Un besote y enhorabuena por este blog que es de lo mas interesante.
Hola, Tere.
EliminarEl que algunos usuarios de medicinas alternativas reconozcan que no hay que abandonar la terapia convencional, ya indica que reconocen que la alternativa no es eficaz por sí misma. Yo voy más allá, desde un punto de vista, única y exclusivamente, científico, esas alternativas no son efectivas, lo que ocurre es que en algunas personas el efecto placebo tiene importancia y contribuyen a ello. En mí, como paciente, ya te digo yo que no contribuirían en absolutamente nada, porque de creyente tengo muy poco.
El curandero al que te refieres tiene el mérito de saber reconocer los límites de sus "poderes" o de su sapiencia, y si sabe cuándo un problema de salud solo lo puede arreglar personal médico-sanitario, pues bien por él y, sobre todo, por los pacientes que caen en sus manos.
Un besote, guapa.