sábado, 25 de abril de 2020

Manual para entender una pandemia (III)


Mucho se está hablando sobre los diferentes fármacos que se utilizan con más o menos efectividad en el tratamiento de la Covid-19 (pongo ‘la’ porque me estoy refiriendo a la enfermedad). «Remdesivir», «hidroxicloroquina», «azitromicina» y muchos otros vocablos difíciles de pronunciar son ahora el pan nuestro de cada día, algo que, a mí como farmacéutica, me ilusiona mogollón, porque en este país, salvo el ibuprofeno y el paracetamol, nadie (fuera del entorno sanitario) sabe decir medianamente bien ningún principio activo. Lo que ya no me ilusiona tanto es ver cómo se confunden churras con merinas, y que algunos piensen que estos fármacos se pueden tomar como si fuera agua, incluso cuando no se tiene la enfermedad, la Covid-19.
Antes de hablar de estos remedios me gustaría explicar otros términos que también se están utilizando mucho estos días (a este paso más de uno va a sacar un máster en virología oyendo a tanto experto por la tele) aunque la mayoría de las veces quienes los pronuncian no parece que sepan mucho de qué están hablando. ¡Qué raro! ¿verdad?
Estas semanas nos están contando que el Covid-19 se muestra tan dañino en algunos pacientes porque estos sufren una tormenta de citoquinas (impactante la expresión). Las citoquinas (o citocinas) son unas proteínas que son producidas (en su mayoría, pero no en exclusividad) por el sistema inmune. Tienen muchas funciones sobre todo en las membranas de las células, pero la más importante (y la que nos interesa con la Covid-19) es que regulan los procesos de inflamación.
Hay gran cantidad de citoquinas, a destacar las interleuquinas (o interleucinas) que son producidas por los glóbulos blancos o leucocitos y que para diferenciarse entre ellas van acompañadas por un número; es especialmente famosa la número 6 a la que se llama IL-6 para abreviar y no trabar la lengua al personal. Otra citoquina muy puñetera ella, es el factor de necrosis tumoral alfa o TNF-α para abreviar también. El interferón es otro tipo de citoquina que produce el sistema inmune, y tiene como principal misión avisar al organismo de que un intruso, léase en este caso el Covid-19, ha llegado y hay que ponerse las pilas; como con las IL hay varios tipos y para distinguirlos se pone la abreviatura, IFN a la que se le añade un número romano (IFN-II) o una letra griega (IFN-γ), a veces se añaden las dos cosas a la vez, pero nosotros, y para evitar dolores de cabeza innecesarios, nos quedamos con el nombre general, interferón.
A raíz de estas citoquinas ha salido otro concepto que, aunque es más conocido, igualmente se utiliza por algunos sin saber muy bien qué es. Me estoy refiriendo a la inflamación.
A todos, en algún momento de nuestra vida, se nos ha inflamado algo: la encía por una muela cariada, la piel por una urticaria, un tobillo por una torcedura o las narices por un cuñado molesto. Además, siempre que esto ocurre nos sentimos incómodos, es un rollo esto de la inflamación. Pero las inflamaciones a las que estamos acostumbrados son las que se ven y se notan (la inflamación suele ir siempre acompañada por otro síntoma fastidioso, el dolor). Sin embargo, hay muchos tipos de inflamación, y la mayoría no se ven, incluso no se notan; hay individuos cuyo “estado inflamatorio” es muy elevado debido a patologías más o menos habituales y con las que no se asocia el término inflamación en su acepción más popular. En estos casos “ocultos” el proceso suele darse en el endotelio vascular (otro concepto rarito que se está citando mucho estos días); el endotelio es el tejido de la parte interna de los vasos sanguíneos y tiene unas funciones importantísimas para el buen funcionamiento del organismo en las que no voy a entrar para no ponerme pesada, tan solo remarcar que cuando el endotelio se daña, muchas cosas empiezan a fallar y aparecen múltiples enfermedades entre las que se encuentran casi todas las patologías cardiovasculares.
Aunque la inflamación nos pueda parecer un incordio, en realidad es un mecanismo de defensa. Ese mecanismo también es sumamente complejo y en él intervienen muchos elementos. En la inflamación se da, básicamente, una regulación hemostática donde aparece vasodilatación (los vasos sanguíneos se dilatan) para que haya un mayor flujo de sangre en la zona afectada y se pueda reparar en cierta medida el daño gracias a las células y a las diferentes proteínas que hay en el torrente sanguíneo. Entre esas proteínas se encuentran las dichosas citoquinas.
Por tanto, estas citoquinas junto con su manera de regular la inflamación, son una buena herramienta para combatir una agresión, ¿no? Bueno, sí, si la acción es adecuada, pero cuando a las citoquinas se les va la pinza y empiezan a inflamar y a inflamar a lo bestia… la lían parda. Y esto es lo que está ocurriendo con el Covid-19, que en algunos pacientes sus citoquinas se descontrolan (tormenta de citoquinas), su sistema inmune se vuelve ‘tó’ loco y no para de generar citoquinas a tutiplén, que en lugar de ayudar lo que hacen es fastidiar más. De hecho, una vez desaparecido el virus, las citoquinas siguen a lo suyo, erre que erre, es como si se hubieran vuelto paranoicas y vieran enemigos por todas partes, siendo los propios tejidos los que son damnificados hasta el punto de colapsarlos cayendo abatidos por “fuego amigo”. A esto es a lo que se llama una enfermedad autoinmune: el sistema inmunológico del propio paciente se descontrola y reacciona exageradamente y contra sí mismo, provocando un daño grave.
¿Y por qué reacciona así el sistema inmune de algunas personas? Buena pregunta, y difícil, porque al día de hoy nadie ha sabido dar una respuesta definitiva. Algunos dicen que puede ser por una predisposición genética y hereditaria, otros dicen que intervienen agentes medioambientales, otros que si patologías previas que alteran el sistema inmunológico, que si algunos fármacos, etc, etc. Cuando hay tantas teorías es porque, en realidad, no se sabe muy bien a qué se debe esto, puede que a un conjunto de diferentes causas y por eso es tan complicado de explicar.
Ahora mismo, a mí lo que más miedo me da cuando voy al médico es que me diga «Tiene usted una enfermedad autoinmune» porque es lo mismo que te digan «No tengo ni idea de por qué se encuentra usted así». De hecho, yo, que a veces soy muy mal pensada, creo que lo de recurrir al término enfermedad autoinmune es un comodín para algunos facultativos como cuando, hace muchos años, ibas al médico y después de mirarte y volverte a mirar sin encontrar nada que explicara los síntomas que padecías, te decían «Son nervios».
Pero que no se sepa qué produce las llamadas enfermedades autoinmunes no quiere decir que no haya remedio contra ellas. Sí los hay, con efectividad más o menos alta según qué casos, pero haberlos, los hay.
En cuanto a terapias con el Covid- 19, ya expliqué en otras publicaciones que ahora mismo lo que se está viendo es emplear fármacos que ya se han utilizado para otras patologías y cuya seguridad está contrastada, porque empezar con una molécula nueva implicaría mucho más tiempo, algo que no tenemos (lo que no quiere decir que no se esté trabajando en ello también).
 Básicamente hay dos estrategias para combatir la Covid-19: una sería cargarse el virus y otra sería frenar su efecto más devastador (la tormenta de citoquinas).
En el primer grupo, es decir, cuando se trata de ir de frente y darle caña al virus, se están utilizando antivirales ya utilizados contra otros virus. Las tácticas a seguir pueden ser muy variadas, pero generalmente se trata de impedir que el virus se replique actuando en su ARN. En este grupo se encuentra el fármaco llamado remdesivir que se emplea contra el Ébola, aunque sus efectos se han visto solo «in vitro» (en un laboratorio, fuera de un organismo vivo, o lo que vulgarmente se dice en un tubo de ensayo), pero ya se están haciendo estudios «in vivo» (en seres vivos, bien en animales de experimentación o en humanos directamente). Otro antiviral, el lopinavir, se está también ensayando en pacientes, este fármaco se usa desde hace tiempo para el VIH (el que produce el sida) y aún están a la espera de los resultados.
En la otra estrategia a utilizar, es decir, afrontar la tormenta de citoquinas, se emplean fármacos que ya se usan para otras enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide. Tocilizumab, sarilumab o siltuximab son fármacos inmunosupresores, concretamente inhiben la IL-6, evitando que esa citoquina se ponga farruca y fastidie.
No sé hasta qué punto suenan estos fármacos que estoy citando, el que estoy segura de que sí suena, y mucho, es el que viene a continuación: la cloroquina. Este es el ‘number one’ de los fármacos contra el Covid-19 en cuanto a fama y notoriedad y, la verdad, no sé por qué: en mi humilde opinión no tiene tanta efectividad como cabría esperar y, encima, produce algunos efectos secundarios que le hacen desmerecer bastante.
La cloroquina, (o su variante, la hidroxicloroquina), es un fármaco utilizado contra la malaria desde hace décadas. Últimamente, también se está empleando como un remedio para algunas enfermedades autoinmunes y por eso se propuso como buen candidato para enfrentarse a los efectos del coronavirus.
«In vitro», o sea en un medio no vivo, parece que ralentiza la replicación del virus de Covid-19, es decir, que la velocidad de infección sería mucho menor, y si bien no consigue acabar con el virus, sus efectos devastadores se podrían minimizar. Pero esto es «in vitro». En un organismo vivo (en animales de experimentación o en humanos) no se tienen datos firmes, hay algo de controversia, y no hay evidencia relevante, o sea, que no está muy clara su efectividad. Se han iniciado ensayos clínicos en un gran grupo de pacientes de todo el mundo, pero aún hay que esperar los resultados. De momento, y por si acaso, se está empleando en muchos pacientes, sobre todo si tienen síntomas leves, pero siempre vigilando que el tratamiento no se prolongue demasiado.
Como todos los fármacos, la cloroquina tiene contraindicaciones, así que no es cuestión de tomar este medicamento como si tal cosa (algo que propuso cierto presidente con un gran tirón en Twitter y que se ha mostrado como un gran experto en el tema, y esto lo digo con toda la ironía del mundo).
Hay muchas patologías previas que pueden agravarse con el uso de la cloroquina, como puede ser la insuficiencia hepática o la renal. Encima, ahora se han visto otros efectos adversos por “abusar” de esta sustancia ya que con el coronavirus se están empleando dosis más elevadas y eso es como tirarse de cabeza a una piscina con poca agua, que puedes salir airoso o te puedes partir el cráneo. Se cree que el abuso de este fármaco está detrás de la pigmentación en la piel de dos enfermos por Covid-19 chinos que han salido en la tele con gran alharaca informativa, como si fueran monos de feria. Este efecto tan extraño, e inaudito, se está estudiando, pero es posible que sea debido por una afección hepática indeseable provocada por la dichosa cloroquina y agravada por la acción del virus que (no se sabe por qué) hace que el hierro almacenado en nuestro cuerpo se libere; además, quizás y solo quizás, puede haber influido el grupo fenotípico asiático (lo que antes se llamaba raza china y que ahora es una expresión políticamente incorrecta).
De hecho, la cloroquina puede tener efectos indeseados en algunos genotipos de la cuenca mediterránea de los que no voy a hablar para no extenderme demasiado y no dar la brasa. Así que la cloroquina, siento chafarle la alegría a más de uno, no es tan guay como nos la habían pintado.
Personalmente creo que los inmunosupresores, administrados en el momento oportuno, y aquí radica el quid de la cuestión, son ahora mismo los candidatos a alzarse con el título de remedio más efectivo en todos los pacientes, los leves y los graves, por tener más efectividad y futuro; de hecho, la mayoría de las investigaciones se están centrando en estos fármacos.
A todo esto, hay que añadir que muchas terapias son combinadas, es decir que se utilizan diferentes fármacos con diversas acciones para que en conjunto mejoren el estado del enfermo.
Hay muchos otros fármacos que se están estudiando, pero me he centrado en los que la Agencia Española del Medicamento da mayor prioridad por tener más sustentado su uso y por tanto ser más factibles de ser efectivos a corto plazo.
Por cierto, el tratamiento que sugiere el presidente de EEUU que consiste en inyectar desinfectante o dar luz solar a los pulmones (sic) no tiene ningún fundamento, ni científico, ni lógico. Hasta el más ignorante (salvo este presidente y algunos de sus votantes) sabe que la lejía y la luz ultravioleta en los tejidos orgánicos causa destrozos irreparables. Con este tratamiento “novedoso” y alternativo fruto de una mente calenturienta, al virus nos lo cargamos, pero al paciente también.
Hay que señalar que estas terapias (menos la de Trump), bien por separado, o combinadas, están funcionando en muchos pacientes, no en todos (a la vista están las cifras de fallecidos) pero sí en bastantes, lo que quiere decir que estamos en buen camino, porque a estos fármacos se están sumando otros que pueden ayudar donde estos no llegan.
Además, para próximos brotes habrá nuevas moléculas diseñadas exclusivamente para el SARS-Cov-2 y esas seguro que funcionarán mucho mejor, pero para eso deberemos tener mucha más paciencia.
De momento, con esto y la posible vacuna nos tenemos que conformar. De las vacunas hablaré otro día, por hoy ya está bien. Ahora me voy a tomar yo otro fármaco, lexatín, porque recordar las sugerencias terapéuticas de Trump me ha puesto de los nervios.



20 comentarios:

  1. ¡Qué bien lo explicas, hija mía! Me ha quedado todo mucho más claro. Porque una lee y oye noticias y entrevista a los "expertos", y muchas veces no se entiende bien. Contigo es más fácil. Muchas gracias.
    Besos.

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    1. Pues encantada de que te hayan quedado más claros algunos conceptos, es verdad que nos bombardean con tanta información que una se queda algo aturdida.
      Un beso grande.

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  2. Lo de Trumpp es de juzgado de guardia. Se preguntaba mi hijo cómo ha llegado a donde está un tarugo semejante. Me decía que le falta medio cerebro y decía yo que menos mal, porque no imagino lo que podría hacer con el cerebro entero.
    Yo voto porque su tratamiento empiece por él mismo y eso nos ahorramos todos. Ay, creo que estoy siendo muy políticamente incorrecta. No es correcto el maltrato animal ¿verdad?. Sin querer insultar a los animales.
    Muy interesante lo que cuentas. Conozco las citocinas y las interleucinas, pero muy por encima. Ahora me han quedado más claras unas cuantas cosas.
    Muchas gracias. Tan bien escrito y ameno como siempre.
    Un beso.

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    1. Yo tampoco entiendo cómo alguien así puede llegar a presidir una nación tan poderosa, ni tampoco entiendo cómo consiguió antes crear un imperio económico tan influyente, porque según habla yo creo que el coeficiente mental roza la oligofrenia.
      El mundo de las citoquinas a mí me tiene alucinada por ese efectos sobre la inflamación. Y es que la inflamación y todos sus marcadores es también un mecanismo muy complejo que agrava muchas patologías y que está detrás de muchas dolencias; en mi tesis los sujetos estudiados tenían marcadores inflamatorios elevados donde algunas citoquinas se encontraban dando por saco pero bien. En fin, como digo el tema de la inflamación y sus efectos es muy complejo.
      Me encanta que te hayan quedado claras algunas cosas con las citoquinas. No me he atrevido a hablar de las prostaglandinas (que también andan por ahí puteando en la Covid-19) por si alguno me denunciaba por tortura psicológica, pero el mundo de los eicosanoides es también para alucinar.
      Un besote.

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    2. Las prostaglandinas sé más o menos lo que son, pero los eicosanoides, por lo menos es un taco de los muy inmorales. Ay, cuántas cosas desconozco.
      Se me ha ido un punto detrás de una interrogación en el comentario que me ha levantado dolor de corazón y de cabeza.

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    3. En esos eicosanoides (aunque lo parezca no es un taco, aunque a mí se me ocurren algunos cuando tengo que pronunciar en voz alta la palabreja porque se me traba la maldita), se encuentran moléculas con una función importante. La estructura general (20 carbonos) puede dar lugar a moléculas con diversas tareas, y todas importantes: tromboxanos (en la agregación plaquetaria y por tanto en la formación de trombos), prostaglandinas (en la regulación de la vasodilatación/vasoconstricción de los vasos sanguíneos y por tanto en la tensión arterial), los leucotrienos... y también en algunos ácidos grasos omega-3 que tienen importancia en la salud del endotelio vascular y por tanto en la enfermedad cardiovascular.
      En fin, a mí esta familia de moléculas me parece fascinante, y a mi modo de ver, no está suficientemente estudiada.
      No te preocupes por ese punto después de la interrogación, a todos se nos escapa algún gazapo de vez en cuando.

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  3. Qué post tan interesante, Paloma, y qué esclarecedor. Lo de las enfermedades autoinmunes es sumamente interesante para estudiarlo, pero una faena para padecerlas. Yo, por ejemplo, tengo vitíligo, y aunque en mi familia no existen antecedentes, aquí estoy yo. Hay muchos tratamientos, ninguno muy efectivo y depende del tipo de paciente, así que ajo y agua... Pero claro, el vitíligo en comparación con los efectos del covid 19, no es nada.

    Y tengo que decir algo que no me puedo callar. El doctor Jose Luis Callejas, cuyo vídeo hablando de la "tormenta de citoquinas" estuvo hasta en la sopa, fue compañero mío de promoción. Al verle no le reconocí, han pasado muchos años, pero cuando dijeron su nombre y volví a ver el vídeo, ¡qué emoción! jajajaja. En fin...

    Gracias por tener la paciencia de intentar que entendamos tantas cosas que se oyen hoy en día (y encima con sentido del humor).

    ¡Un beso!

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    1. He tenido que buscar en internet a tu compañero porque no le ponía cara con tanto médico, científico y virólogo por ahí ya tengo una empanada mental de campeonato. Qué curioso que fuerais compañeros, ¿verdad? Supongo que al principio no le reconociste porque cuando ibais a la facultad ¿él tenía más pelo? (por favor, si hablas con él no le cuentes esto, ¿vale?)
      El vitíligo no es tan dañino como la Covid-19, evidentemente, pero como yo suelo decir, cada enfermedad es importante, y sobre todo para el que la padece. El mundo de las enfermedades autoinmunes es ahora mismo un campo de experimentación porque muchas dolencias que antes se catalogaban de una manera, ahora, con estudios más recientes, se ven que son provocadas o agravadas por el sistema inmune. Ahora mismo hay una línea de investigación abierta con la inmunonutrición donde la microbiota del intestino tiene un papel importante en la prevención y curación de algunas enfermedades. Pero todo esto es súper nuevo, y aún hay que investigar más.
      Yo no descarto que, sabiendo cómo el sistema inmune puede influir en muchas enfermedades, se consiga en un futuro no muy lejano si no curarlas, sí controlarlas y tenerlas dominadas sin síntomas.
      Un besote.

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  4. Se agradece muchísimo que hayas resuelto tantas dudas con respecto a los tratamientos para el Coronavirus, porque hablan de todos estos fármacos y claro una no lo tiene nada claro, pero al leerte a ti ya una sabe que es cada tratamiento, y que son y que efecto tienen.
    Y también por explicar el efecto que tiene este bicho, yo lo llamo así, y porque se produce la inflamación etc etc, desde luego leerte es un alivio.
    Gracias por este trabajo y además con sentido del humor que hoy día también hace falta y que espero no pierdas nunca.
    Un besote.
    Ah y también por ese Diario que me saca unas risas, si no fuera por ti, que sería de mi.

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    1. Mientras que esperamos a que nos "suelten" habrá que encontrar la manera de no volverse locos, yo lo hago investigando por mi cuenta y averiguando cositas que luego cuento en este blog. Por otro lado, me pongo a escribir humor en el otro blog y con esas dos vertientes guardo algo de equilibrio. Un equilibrio precario porque yo nunca he sido muy equilibrada, valga la redundancia.
      Gracias, Tere, por tu entusiasmo con mi manera de escribir.
      Un besote.

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  5. Genial, me has resuelto muchas dudas. Sobre todo la de los famosos pacientes chinos, expuestos en la prensa como curiosidades de feria. Al principio, cuando leí las declaraciones de Trump me dio por reír, pero luego pensé que es el máximo responsable del país más poderoso del mundo y se me congeló la sonrisa. Anda que nos hubiera pillado un tipo así en plena Guerra Fría y nos fríen como chinches.
    Mi mujer tiene la enfermedad celiaca y su madre padeció artritis reumatoide, así que me he podido manejar bien en la primera parte. Se agradece tu labor didáctica.
    Un abrazo.

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    1. La verdad es que esa coloración de la piel es muy llamativa, pero si "solo" se ha dado en dos pacientes tampoco hay que ponerse a airearlo como lo han hecho los servicios informativos. El caso es que la liberación de hierro que se puede dar en la Covid-19 es una de las cosas que llaman la atención, pero es que este virus no para de sorprender.
      La enfermedad celíaca es una de esas enfermedades que, según ha avanzado la investigación, ha cambiado su etiología. Hasta hace poco era una intolerancia alimentaria y ahora es una enfermedad autoinmune. Yo me enteré algo sobre esa dolencia cuando una compañera que hizo una tesis sobre la celiaquía me pidió que escribiera con ella un artículo sobre la historia de esa enfermedad (ella me dio los datos y yo los puse en orden y redacté el artículo). Es muy curioso cómo se fue conociendo cosas y cómo se han ido cambiando algunos conceptos. Una muestra patente de que según avanza la investigación la manera de afrontar la enfermedad es distinta.
      De lo de Trump, mejor no insistir... Ahora dice el tío que era una broma lo que dijo sobre lo de inyectarse desinfectante, que se lo diga a los doscientos compatriotas que se han bebido lejía (que también les vale).
      Un abrazo, Gerardo.

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  6. Hola Paloma. Tu artículo excelente, como siempre. De él tomo dos ideas: A la vista del efecto en la pigmentación de la piel en los enfermos chinos, ¿se puede utilizar la cloroquina para broncear la piel sin tener que tomar el sol en la playa? Vale, te cargas el hígado, pero el moreno, que es lo importante, te lo quedas. Segunda cuestión, ¿inyectarte lejía en vena, como propone Trump, puede servir para dejar de escucharle? Porque tener que soportar sus estupideces logorréicas idiotiza al más sensato. Al margen de estas dudas, insisto, tu artículo es excelente; la forma que tienes de divulgar ciencia no sólo es asequible y entretenida sino que, además, despierta la curiosidad para investigar en las líneas que apuntas, lo que resulta formidable. Un abrazo.

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    1. Yo estoy esperando, a riesgo de que se me tache de mala persona, a que Trump se contagie y le apliquen los remedios que él sugiere. De hecho, si eso ocurriera estoy por apuntarme como voluntaria para administrarle la inyección, aunque creo que para esto habría una larga lista de espera.
      Lo de la pigmentación en la piel de esos dos pacientes es muy llamativo, y creo que, aunque son casos aislados y muy concretos, hay que indagar también por qué la ferritina empieza a liberar hierro como loca, si es solo a nivel de afectación del hígado o, como se temen algunos, porque hay daño vascular.
      La cloroquina no se puede tomar como si fuera Coca-Cola, algo que nos puede parecer evidente, pero en EEUU no lo es porque los medicamentos que la tienen se han agotado y la gente se los está tomando en su casa "por si acaso". Yo lo flipo.
      La próxima publicación será más lúdica, a modo de terapia desintoxicante, haré una recopilación de las cosas absurdas que se oyen y se están haciendo estos días, y claro, Trump tendrá un papel importante.
      Gracias por tus palabras, Jesús, dan muchos ánimos.
      Un abrazo.

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  7. Lo habrías podido decir más alto (o sea escrito en letras Mayúsculas) pero no más claro.
    Ante una stuación de alerta mundial como esta es muy comprensible que sean muchos los que se lancen a hacer pronósticos y recomnedaciones, pero solo debemos atender a los "portavoces y portavozas" acreditados, los que están constantemente sobre el tema y tienen los conocimientos necesarios, y, por supuesto, a los propios investigadores.
    Como también es lógico en casos como este, hay muchas líneas de investigación abiertas, tanto en el tratamiento del progreso de la enfermedad, como en el hallazgo de una vacuna, la única forma eficaz para prevenir la infección.
    Ciertamente da repelús cuando alguien dice que este virus ha venido para quedarse. De momento no sabemos las consecuencias de esto, si conviviremos con este maldito virus pero convenientemente inmunizados, o habrán constantes rebrotes y mutaciones que lo volverá más agresivo y vuelta a empezar.
    Tiempo al tiempo, pero en esto sí que quiero ser optimista. Tarde o temprano acabaremos controlando al virus y sus manifestaciones. En el peor de los casos, seremos coronavirus positivos para toda la vida, como los VIH positivos. Pero espero que no tengamos que estar medicándonos de por vida para evitar su activación. En pocos meses se ha averiguado mucho de este coronavirus, pero parece que todavía nos queda mucho por descubrir.
    Un beso.

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    1. Yo también quiero ser optimista porque creo que hay motivos para serlo, lo que ocurre es que los días pasan muy despacio y esto se hace largo, pero en realidad llevamos muy poco tiempo con este virus y aún no hemos dado espacio a que nuestros organismos se adapten a esta nueva agresión.
      Las posibles mutaciones, y si hacemos caso a los expertos (los de verdad, los que se supone que saben), se darán, de hecho ya hay varias cepas por ahí, pero cabe esperar que si se da una mutación importante será a mejor en cuanto a que sea menos agresiva. Según los virólogos, los que saben de esto, la mutación que saldría adelante sería aquella que no mata la hospedador porque eso no le conviene al virus, si se carga al infectado él también la palma. Los virus, y siempre según lo que dicen los entendidos, buscan dos cosas: propagarse (ser sumamente contagiosos) y asegurarse que quien le recibe (o sea el enfermo) se quede con él. La primea cosa ya la tiene el SARS-Cov-2, la segunda no la cumple mucho porque suele liarla parda, así que esperemos que cuando surja una mutación espontánea que lo haga menos dañino, esa sea la que salga adelante. Esperemos.
      Otra cosa que debemos esperar es que nuestro sistema inmune nos proteja durante bastante tiempo de otro ataque en los siguientes brotes, pero esto ya no depende del virus sino de la "calidad" de nuestros anticuerpos, de sus características y de la memoria que deje en el sistema inmune. Según los mismos expertos, el SARS del 2003 produjo una inmunidad de dos años.
      Estoy contigo en que hay mucho por descubrir, pero es que acabamos de empezar a estudiar este virus nuevo. La vacuna saldrá, la efectividad que tenga... ya veremos, pero si nos ayuda a ganar tiempo, pues bienvenida sea, aunque no sea perfecta.
      Que acabaremos sabiendo convivir con este nuevo riesgo, a mí no me cabe la menor duda, pero para eso tendremos que cambiar algunos hábitos, especialmente de higiene que, seamos sinceros, en algunos sectores deja bastante que desear.
      Un beso, Josep Mª, y a cuidarse.

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  8. Paloma tienes una capacidad pedagógica impresionante, da gusto. Haces sencillo lo difícil. Mientras te leía sobre la inflamación me he acordado de una serie que me encantaba de dibujos sobre el cuerpo humano, me parece que era una excelente manera de explicar la ciencia a los niños.
    Sobre la covid necesitamos que los tratamientos empiecen a producir efectos para minimizarla porque todos los que sabéis marcáis un año y medio para disponer de una vacuna. Al menos hay muchísimos investigadores en todo el mundo en una carrera contrareloj para conseguir resultados.
    Y lo de Trump, sin palabras se queda una pero no olvidemos que está ahi porque muchos millones le votaron.
    Besos guapísima

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    1. La vacuna puede estar ya diseñada, de hecho se están haciendo ensayos en humanos, pero para saber si es efectiva o no, hay que esperar varios meses y comprobar cuánta inmunidad provoca y si dura un mes (sería un truño de vacuna) o un año (sería viable, aunque no demasiado valiosa). El sistema inmune tiene sus tiempos, los anticuerpos específicos no se crean de un día para otro, así que hay que dejar que el organismo trabaje a su ritmo, aunque ese ritmo nos parezca muy lento, pero es lo que hay.
      A mí también me preocupa que alguien como Trump esté ahí porque hay muchos millones de personas que, sabiendo cómo es, lo votaron. Dicen que es un crack con la economía, será verdad, pero diciendo las burradas que dice a mí me cuesta creerlo, supongo que su mérito radica en saber rodearse de gente que sí sabe, a ver si esa gente consigue mantenerlo con la boca cerrada, nos haría un favor a todos.
      Gracias, Conxita, por esa manera de valorar mi forma de explicarme, me anima mucho.
      Un besote muy grande.

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  9. ¡Hola, Paloma! Fantástico artículo con tu estilo divulgativo habitual. La verdad es que el único término que conocía era el de la enfermedad autoinmune, algo que aparecía muy a menudo en la serie del Dr. House. Lo de Trump, bueno, ¡qué decir! Ayer, lo vi en el telediario y me sorprendió que el dorado de sus cabellos haya desaparecido y ahora se muestren blancos. ¿Será cosa del detergente?
    Bueno, a ver si consiguen pronto la vacuna, dado el torrente informativo del tema, cada día escuchamos una cosa distinta, ayer que podría disponerse de una vacuna en septiembre, anteayer que dentro de un año, mañana, quién sabe... Creo que los medios deberían no ser tan cansinos ni sensacionalistas en este tema. Ayer escuché algo nuevo el shock pediátrico. Lo mostraban como si ahora el coronavirus atacara también a los niños, y eso que los especialistas comentaban que ni estaba probado, ni el número de casos de ese shock, ya conocido, era significativo. Pero los medios ahí lo dejaron... En fin. Un abrazo!!

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    1. No conseguí aficionarme a la serie televisiva de Dr. House porque me pareció, desde un punto de vista clínico, más de ciencia ficción que de casos reales. Que en esa serie se acudiera a las enfermedades autoinmunes no me extraña nada porque es un comodín para hablar de cualquier sintomatología rara que era lo que pasaba casi siempre en esa serie, donde las explicaciones finales siempre me parecieron dignas de una mente calenturienta (aún recuerdo uno caso donde una joven tenía esos síntomas extraños y después de hacerle mil pruebas a cual más extraña y complicada, resultó que estaba embarazada, toma ya).
      Lo de Trump es para hacer un simposio de psiquiatras, tienen tema para escribir una enciclopedia.
      Lo del síndrome pediátrico, según mi humilde opinión, es una alarma de los medios de comunicación más que otra cosa. Es cierto que la asociación de pediatras ha emitido un comunicado, pero es que esa es su función, avisar a los médicos sobre cualquier incidencia, por mínima que sea. Y en este caso, eso es lo que ha pasado, ha habido algunos casos (muy pocos para hacer conclusiones firmes) donde unos niños han presentado un cuadro grave de shock pero, ojo, no todos tenían Covid-19, así que avisan que vigilen ciertos síntomas que "podrían" evolucionar a un estado grave. La relación con el virus no está clara, y eso habrá que estudiarlo, como tantas otras cosas que hay por ahí sueltas.
      Un abrazo.

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